lunes, 26 de junio de 2023

Mr. & Mrs. Smith (Alfred Hitchcock, 1941)

Mr. & Mrs. Smith (1941) ha sido siempre, y es todavía, una víctima de la aplicación maniática y poco rigurosa de «la política de los autores», tendencia critica que cuenta entre sus más fanáticos seguidores a muchos enemigos declarados de la teoría y del método de análisis cinematográfico en que debe fundarse para que tenga sentido y se convierta en un criterio válido de selección.

Estoy convencido de que, firmada por Lubitsch —autor del último film de Carole Lombard, To Be or Not to Be, el año siguiente— o por Cukor, esta deliciosa comedia conyugal sería apreciada —por lo menos— en lo que vale; incluso es posible que, si la hubiese realizado alguien de tan escaso prestigio como el apreciable John Cromwell —que hizo en 1939 dos excelentes comedias dramáticas con Carole Lombard, Made for Each Other e In Name Only— se tuviese Mr. & Mrs. Smith por una «obra a revisar», y no por un film «de encargo»— o, más bien, «de favor»—, marginal y, lo que me parece más injusto, prescindible e irrelevante.

Creo evidente que la actitud despectiva que mantienen todavía hacia Matrimonio original hasta los más conspicuos «fans» de Hitchcock —esos que parecen dispuestos a pasar por alto cualquier equivocación, con tal de que resulte «hitchcockiana», y sitúan a Family Plot (1976) al mismo nivel que North by Nortwest (1959), o que no admitirán nunca que Topaz (1969) se cuenta entre las tres o cuatro obras máximas del maestro— no guarda la menor relación con la calidad intrínseca de la película, con la medida en que alcance su —tal vez modesto— objetivo, ni con el hecho de que sea una comedia más o menos lograda como tal. No creo que nadie cuya opinión merezca ser tenida en cuenta haya reprochado a Hitchcock la forma en que ha dirigido a sus actores —la magnífica aunque fría y poco simpática Carole Lombard, el poco convincente Robert Montgomery, los eficientes Gene Raymond y Jack Carson—, ni que se haya calificado de torpe —o carente de humor— el muy clásico guión de Norman Krasna —el de Fury (1936) y You and Me (1938) de Lang, The Big City (1937) de Borzage, Let’s Make Love (1960) de Cukor, Hands Across the Table (1935) de Leisen, Wife versus Secretary (1936) de Clarence Brown o Indiscreet (1958) de Donen, entre otros muchos excelentes o reputados—; no sé de nadie en sus cabales que se haya aburrido viendo Mr. & Mrs. Smith, a menos que se haya pasado los 95 minutos que dura esperando alguna sombra ominosa, un asesinato, siquiera un robo o una estafa, y ello no porque a la película le haga la menor falta ninguno de esos ingredientes, sino para que se ajuste superficialmente al rígido esquema de lo «hitchcockiano» que circula por ahí y que determina las expectativas del público (y de los críticos) ante cualquier obra del autor de Vertigo.

Ahora bien, si no reducimos el cine de Hitchcock a los límites convencionales —y aún pendientes de definición precisa— de un género, si no tratamos de confinarlo a una botella etiquetada «suspense», habrá que reconocer que Mr. & Mrs. Smith no sólo es una notable comedia tradicional —con el esquema básico de The Awful Truth (1937) de McCarey, His Girl Friday (1939) de Hawks, The Philadelphia Story (1940) de Cukor y alguna otra igualmente ilustre: tretas de un ex marido que intenta recobrar el amor de su mujer antes de que ésta se case con otro—, cuyas virtudes como tal creo innecesario tratar de demostrar, sino que, además, es, en el fondo, una película singularmente «hitchcockiana», que nos indica —mejor aún que To Catch a Thief (1955)— el estrecho parentesco existente entre Hitchcock y Lubitsch (véanse, por ejemplo, Trouble in Paradise, 1932, y Angel, 1937), relación que no se le escapó a Truffaut, ni a Domarchi, ni a Straub (cfr. Cahiers du Cinéma, n.° 198), pero que los diferentes terrenos genéricos elegidos preferentemente por cada uno de estos dos cineastas tienden a ocultar a los ojos de observadores menos atentos o perspicaces.

Mr. & Mrs. Smith descansa, como casi todo el cine de Hitchcock, en el suspense, si se quiere de forma menos dramática, pero no por ello menos efectiva: la no precisamente plácida, aunque muy reglamentada —sin duda en exceso— vida marital de Ann (Carole Lombard) y David (Robert Montgomery) Smith se ve repetidamente turbada por la noticia de que su matrimonio, contraído hace tres años, no es válido; David siente la tentación de no repetir la ceremonia y conservar así una posibilidad de escapatoria con la que no contaba, por lo que no le dice a Ann que legamente no están casados; sin embargo, y sin que él lo sepa, ella se entera, y está pendiente de que él se lo cuente y le proponga renovar los lazos conyugales, por lo que experimenta una creciente inquietud e irritación ante el persistente silencio de David, que se traduce en una ruptura que éste no deseaba y que se complica al aprovechar la situación su socio Jeff Custer (Gene Raymond), proponiendo a Ann que se case con él, idea que ella acepta, para desesperación de su marido. Esto produce una transferencia de suspense hacia el «falso culpable» —pues David no quería realmente la separación—, que ignora si será capaz de reconquistar a su mujer, y que es víctima de una tensión que le impide trabajar en su bufete y de una obsesión —que prefigura la de Scottie (James Stewart) por la difunta Madeleine (Kim Novak) en Vertigo, aunque cómicamente— que le impulsa a seguir y espiar continuamente a Ann, y más tarde, ante la inutilidad de su actividad detectivesca, a tramar un complicado plan de sabotaje, que Ann —sin que él se dé cuenta— descubre conmovida.

Aparte de que los malentendidos entre la pareja son una de las constantes de Hitchcock —desde The Farmer’s Wife (1928) hasta Torn Curtain (1966), pasando por Rebecca (1940), Suspicion (1941), Notorious (1946) o North by Northwest), en ocasiones abordados en clave de comedia, basta comparar Mr. & Mrs. Smith con los films citados de Hawks o Cukor para comprender que el desarrollo de la intriga responde plenamente a los principios rectores de la dramaturgia hitchcockiana.

Mencionemos, por último, un detalle inolvidable: al llegar a su casa con Ann, ambos empapados, Jeff Custer dice «Voy a ponerme más cómodo», mientras ella se desviste para poner a secar sus ropas mojadas, y aparece, un momento después, ¡con un frac! Aunque sea un «gag», a eso se le llama jugar con las expectativas del público (y, dicho sea de paso, de los personajes).

En “Dirigido por” nº 75, agosto-septiembre 1980

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