De todas las películas de Hawks que conozco —entre las que no hay ninguna muda—, Vivamos hoy es la única que cabría calificar de melodrama y una de las muy contadas que tienen verdadera relación —no de «actualidad», en sentido periodístico, sino de «osmosis» con el clima espiritual de la época— con el momento histórico en que se rodaron: su amargura, la actitud de los personajes, el tono de la narración son inequívocamente de los años 30 y pueden asociarse a una corriente que va de Sin novedad en el frente (1930), de Milestone, a La gran ilusión (1937), de Renoir, pasando por The Man I Killed (1932), de Lubistch; varias de Borzage y alguna —como The World Moves On (1934) o Pilgrimage (1933)— de Ford. Esto puede deberse a su procedencia literaria, un relato de William Faulkner —que colaboraba con Hawks por vez primera— titulado Turnabout, pero el esquema dramático de la película no puede considerarse en modo alguno carente de precedentes —véase la obra de Laurence Stallings, que Walsh llevó al cine en 1926, What Price Glory?— ni ajeno a Hawks, ya que todo hace pensar que A Girl in Every Port (1928) lo prefigura en clave de comedia, del mismo modo que Today We Live anuncia Only Angels Have Wings (1939).
En efecto, Vivamos hoy plantea, de forma más explícita y dramática que nunca, antes o después, una situación que Hawks, tan aficionado a repetirse, ha planteado varias veces en el curso de su carrera: el triángulo formado por dos amigos y una mujer a la que aman ambos y que duda entre ellos, ante la necesidad de elegir a uno solo. Este dilema, que el habitual pudor de Hawks (y su tendencia a descartar la culpabilidad como motivación de los personajes) le ha llevado a difuminar o paliar mediante el humor, se presenta en Vivamos hoy en toda su crudeza y con el dramatismo que genera si se lleva a sus últimas consecuencias y se ambienta en tiempo de guerra. Frente al Hawks endurecido, aparentemente insensibilizado, refractario a toda relación traumática o engañosa, de los años 50 y 60, el Hawks de 1933 es un hombre todavía capaz de vibrar con sus protagonistas e interesarse a fondo por sus problemas, sus complejos, sus sufrimientos, sus vacilaciones y sus traiciones, dispuesto a tratar de comprender y compartir sus actitudes, por distantes de las del cineasta que puedan ser. Por eso, Vivamos hoy es no sólo un melodrama de amor, amistad y guerra —es decir, de pasión y muerte— admirablemente dirigido e interpretado (Joan Crawford, Gary Cooper, Robert Young y Franchot Tone) y muy «de su tiempo», sino una obra enormemente reveladora de un lado de sí mismo al que Hawks renunció para siempre pocos años después y que en modo alguno me parece desdeñable o irrelevante.
En “Casablanca” nº 7-8, julio-agosto 1981
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