Habría que identificar al culpable de rebautizar de forma tan fascistoide una película cuyo título original podría traducirse por Bajas de guerra, Heridos de guerra o, quizá mejor, Víctimas de la guerra, porque, ayudado por la buena reputación “sangrienta” de Brian De Palma (Hermanas, Carrie, La furia, Vestida para matar, Doble cuerpo, etc.) y por tratarse de su primera incursión en el género, ha originado no pocos malentendidos, cuando no la radical incomprensión de esta excelente y muy sobria película, ya perjudicada por formar parte de una “oleada” de tardías reflexiones sobre la guerra de Vietnam y sus consecuencias, y no ser la más espectacular de ellas (la también muy notable Nacido el 4 de julio, de Oliver Stone, con la que Casualties of War tiene tan poco que ver como el cine bélico de Anthony Mann o Raoul Walsh con el de Samuel Fuller, King Vidor o D.W. Griffith; en teoría, sobre el papel, se parece más a otra de Stone, Platoon, por centrarse en una patrulla y plantear un crimen de guerra, pero sospecho que en realidad es más bien una crítica del efectismo y el esquematismo que dieron el éxito a ese film del autor de Wall Street).
Pese a su hábil y sugerente estructura, el ritmo que De Palma logra mantener sin por ello reducir el alcance de su película al terreno de la acción ni poner en peligro su carácter analítico y de reflexión moral, y a la espléndida dirección de actores, Casualties of War sufre de un defecto que este director había logrado rehuir con excepcional éxito en casi todas sus obras anteriores —si se exceptúan, claro está, El fantasma del Paraíso, El precio del crimen y Los intocables de Elliott Ness, que tienen un desarrollo “cantado”, ya que son, en cierto sentido, remakes de películas célebres—, pese a su incorregible afición a reciclar una y otra vez elementos procedentes sobre todo de Hitchcock, pero también de otros cineastas (Coppola, Antonioni, Corman, Lang, etc.), tratándolos de forma muy diferente, si no opuesta —la suya propia, que no puede ser más distinta que la de Hitchcock—, y combinándolos de tal modo que, de hecho, juega con las expectativas del espectador, que cree adivinar por dónde va a ir el relato al reconocer algo como “hitchcockiano” —venga de Psicosis, de Vértigo o de La ventana indiscreta— y se encuentra de repente en un territorio desconocido, en el que las cosas toman el giro más impensado. En cambio, Casualties of War resulta previsible, y encima la gravedad del tema priva a De Palma de otros dos de sus recursos habituales más eficaces, el humor y la crueldad para con el espectador, al que suele engañar, despistar, asustar, sobresaltar, atormentar y, para colmo, tiene tan “mala idea” que disfruta obsequiándole con un tremendo “final infeliz”, lujos que en una película “seria” como esta no se pueden permitir.
En “Todos los estrenos. 1990”, Ediciones JC
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