miércoles, 7 de junio de 2023

Viaggio in Italia (Roberto Rossellini, 1953)

Viaggio in Italia es un descubrimiento: un matrimonio inglés, Alex y Katherine Joyce, viajan hacia Nápoles para vender una casa que han heredado. Fuera de su contexto habitual por primera vez en ocho años, solos el uno con el otro, descubren que ya no se conocen y que, por tanto, han dejado de quererse. A partir de entonces, sus respectivas soledades les harán ver el mundo que les rodea. Katherine, más sensible, será la primera en recibir el impacto de Italia y sus paisajes vacíos, de las esculturas etruscas que miran con los ojos abiertos y parecen cuerpos vivos (no «ascéticas imágenes», como decía el verso de su amigo Charles), de las parejas enamoradas que pasean, de los niños, de las mujeres embarazadas, de un cortejo fúnebre, de la Acrópolis o el Antro de la Sibila, del templo de Apolo (donde iban los amantes para conocer el destino de su amor), del Vesubio, de la necrópolis de la Fontanella (equivalente del planetarium de Rebelde sin causa). Alex, más cínico, más protegido, intenta divertirse en Capri, pero todo le lleva a pensar en su matrimonio (la vieja amiga divorciada, la joven coja que se reconcilia con su marido, la prostituta que desea morir). Signos de vida y de muerte que les impresionan mientras su amor agoniza, casi apagado, sin que, por orgullo, ninguno quiera dar el primer paso hacia el otro (como en Encadenados). Cada vez más separados, Alex y Katherine deciden divorciarse, pero son invitados a una excavación en las ruinas de Pompeya. Una pierna primero, un brazo después, poco a poco van apareciendo ante sus ojos dos cuerpos calcinados: un hombre y una mujer que encontraron la muerte unidos y que ahora resurgen de la tierra tal y como les sorprendió el volcán, convertidos en estatuas. En ese momento Katherine y Alex sienten lo mismo por primera vez, y se comprenden. Han experimentado la misma emoción que nosotros, los espectadores: Rossellini es el arqueólogo que ha encontrado un rescoldo entre las ruinas, entre las cenizas de su amor, y ante nosotros aparece, como ante Katherine y Alex, la pareja de amantes sepultados, la posibilidad del milagro: porque éste, y no el de la procesión, que apenas vislumbramos, es el verdadero milagro de este viaje en Italia hacia sí mismos. Cuando se dan cuenta de que los otros son los que les separan, Katherine y Alex nadan contra corriente para abrazarse. Puestos en contacto con una realidad extraña se han descubierto a sí mismos, se han mirado con sinceridad y han empezado a comprenderse y a conocerse mutuamente. Ahora, tras la prueba purgatoria que han sufrido, pueden empezar a amarse de verdad. Y este film secreto, hecho de miradas y de gestos, construido sobre tiempos muertos que no son tales, porque los vive alguien, nos presenta la evidencia irrefutable de su amor, y nos recuerda que su lucha comienza ahora, porque los milagros pueden no ser permanentes, y una vez llegados a la cima del volcán surge de nuevo la interrogación.

En Nuestro cine nº 95 (Marzo de 1970)

No hay comentarios:

Publicar un comentario