domingo, 4 de junio de 2023

Dov’è la libertà…? (Roberto Rossellini, 1952)

Considerada generalmente una «obra menor», y como «un experimento sin mucha importancia» por el mismo Rossellini, Dov'è la libertà…? es una amarga (y cómica) fábula moral, que se presenta como el exacto corolario de Europa ‘51. Si la obra de Rossellini nos aparece hoy, ante todo, como un esfuerzo de comprensión basado en la consideración de todos los aspectos de cada problema, no puede extrañar que en su interior convivan, en contigüidad, estas dos obras antitéticas, pero no contradictorias, pues su significado es el mismo: si la forma de asumir la libertad de Irene (Ingrid Bergman) es opuesta a la de Salvatore (Totó), se debe únicamente a que responden a dos distintas concepciones de la libertad, de forma que Dov'è la libertà…? es la otra cara de Europa '51, pero la misma moneda. Si Europa '51 se aproxima a Siete mujeres y Nazarín y es un film de lucha, Dov'è la libertà…?, cercana en algún sentido a Candilejas, es un film de derrota, y tal vez el más pesimista que ha rodado Rossellini. Tanto Irene como Salvatore acaban encerrados, apartados de una sociedad que no comprende la conducta de Irene, y que Salvatore no logra comprender. Pero si Irene es recluida contra su voluntad en un sanatorio mental, por no justificar por el misticismo ni por el comunismo un comportamiento «aberrante», el Salvatore que se pregunta —tras veintidós años de prisión— dónde está la libertad, responde que en la cárcel, y aplica en sentido inverso su frustrado plan de fuga, para hacerse condenar por «allanamiento de morada» y volver a su refugio. Los protagonistas de ambas películas se encuentran, a su inicio, encerrados (ella, voluntariamente, en su vida social, de contactos superficiales; él, forzosamente, sin más trato que el de sus queridos compañeros de cautiverio), y al final están, de nuevo, «fuera de la circulación», pero ella a la fuerza y él por propia voluntad; cambio de opinión motivado por sus diferentes trayectorias, por las pruebas que han padecido a lo largo del camino. Sus itinerarios morales son consecuencia, a su vez, de sus maneras respectivas de enfrentarse al mundo. Irene no deseaba salir de su «prisión» inicial (pues es el suicidio de su hijo el que provoca su nueva vida), pero rompe con su familia y su pasado de forma activa y voluntaria (traducida en una toma de contacto con la realidad que desconocía, en un intento de ser útil a los demás); Salvatore, en cambio, deseaba huir de la cárcel (plan de evasión), pero su salida fue totalmente involuntaria (conmutación de la pena) y su vida en libertad, concebida pasivamente como una ausencia de limitaciones, le lleva a intentar reanudar su antigua vida, recibiendo todo tipo de golpes y decepciones, al no recibir lo que pide (al contrario que Irene, que se «abre» a los demás, en una actitud de entrega), por lo que decide volver a la libertad interior que le da el refugio de la prisión, mientras que Irene, que descubre el mundo e intenta integrarse a él activamente, se ve condenada al aislamiento.

En Nuestro cine nº 95 (marzo de 1970)

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