Por si no bastara con el obstáculo que supone el prisma de la «adaptación literaria» —que no es—, esta película del muy estimable Pollack será vista como acaparadora de Oscares, al parecer injustamente arrebatados a Spielberg (aunque, antes de ver The Color Purple, no veo un sólo argumento que justifique su superioridad respecto a Pollack que no sea el comercial).
En sí, Memorias de África (mejor, Out of Africa, pues hay que procurar oír a Meryl Streep, no a su dobladora) no es ni la maravilla que algunos sueñan ni el «plomo » que otros pretenden: su relativa «lentitud» es el ritmo sosegado que corresponde a su carácter de evocación, y no impide un abundante recurso a la elipsis; más que a una glamourization o edulcoración de los hechos, asistimos a un proceso de mitificación que la fascinante narradora Karen Blixen (alias Isak Dinesen) no desdeñaría.
Muy representativa del estilo ecléctico —y, por tanto, poco distintivo, aunque real— de Pollack, despliega sus habituales virtudes un tanto «pasadas de moda» —notable dirección de actores, sensibilidad, lirismo, emoción, nobleza, dignidad— y también limitaciones tan «suyas» que sólo en ocasiones —Propiedad condenada, Yakuza, Los 3 días del Cóndor y Un instante, una vida—consigue superar —propensión al academicismo, cierta blandenguería, un discreto esteticismo—, y se presenta como un notable ejercicio de narración dramática y espectacular tradicional: no es, en absoluto, un producto televisivo —no en el sentido en que lo son las pulcras adaptaciones literarias de la TV inglesa—, sino que enlaza con las películas del Hollywood de los años 30, 40 y 50 que ahora suelen verse en la pantalla pequeña, con la ventaja de proyectarse en una grande. Dentro de veinte años no será fácil datarla, pero seguramente seguirá interesando a buen número de espectadores, porque tiene lo que le falta a la mayor parte del cine que se hace ahora: y una buena dosis de pasión.
En “Cine Nuevo” nº 5 (verano-1986)
No hay comentarios:
Publicar un comentario