La breve carrera de actriz de Jean Peters comienza el mismo año de mi nacimiento, en Captain of Castile (1947), de Henry King, y concluye prematuramente, ocho años más tarde, si no se toman en cuenta algunos papeles televisivos realizados entre 1973, cuando ya tenía cuarenta y siete años, y 1976. Empezó de coprotagonista de Tyrone Power, gracias a un viaje a Hollywood que obtuvo como premio al ser elegida Miss Ohio en 1946, y se retiró para casarse en secreto, dos años después, con el excéntrico multimillonario Howard Hughes, aunque vivieron separados y se divorciaron en 1971. No es la suya, pues, una carrera excesivamente ilustre, ni fue considerada una gran actriz. Más que una belleza, era muy mona. Tenía gracia, personalidad y carácter. A primera vista, tenía aspecto de niña malcriada, altiva y enfurruñada. Sabía hacer mohines de desagrado como pocas, frunciendo graciosamente su naricilla respingona, y lanzar miradas fulminantes, de esas que imponen y seducen al mismo tiempo. Era coqueta y presumida, pero también tenía algo de chicazo, de tomboy rebelde y desaliñada, que prometía en ella una compañera dispuesta a la aventura, combativa y leal. No le faltaba sentido del humor, y podía ser devastadoramente irónica.
Trabajó exclusivamente en la Fox. Henry King la guió en tres ocasiones, Jean Negulesco en cuatro. Para mí será siempre —y no me olvido de Lanza rota (Broken Lance, 1954), de Edward Dmytryk, ni de Creemos en el amor (Three Coins in the Fountain, 1954), de Negulesco— La mujer pirata (Anne of the Indies, 1951), de Jacques Tourneur, la novia de Emiliano Zapata (Viva Zapata, 1952, a las órdenes de Elia Kazan), la arisca heroína de Un grito en el pantano (Lure of the Wilderness, 1952), de Negulesco, la mujer del Apache de Robert Aldrich (1954) y, más tarde, porque las vi con retraso, ya mayor, la protagonista de Manos peligrosas (Pickup on South Street, 1953), de Samuel Fuller, la buena recién casada de Niágara (1952), de Hathaway. Era fantástica en blanco y negro, realmente maravillosa en Technicolor. Como se ve, un amor infantil.
Publicado en el nº 2 de Nickel Odeon (primavera de 1996)
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