viernes, 7 de julio de 2023

La Femme de Rose Hill (Alain Tanner, 1989)

Aunque en última instancia algo insatisfactoria, la última meditación de Tanner sobre el desarraigo y el aislamiento, sobre la condición de extraño o extranjero, consigue trasmitir casi físicamente al espectador la sensación de desconcierto, de incomodidad, de estar “de más” en todas partes que padece su protagonista, una africana de ciudad que —por razones que jamás se nos insinúan— ha viajado hasta un cantón de montaña en Suiza para casarse con un granjero maduro al que nunca había visto.

Hay en Tanner un afán de sobriedad, que a veces le lleva a reprimir la libre expresión de los sentimientos, y hasta a caer en la tacañería informativa, y que quita fuerza y espontaneidad a la parte central de la trama, es decir, las relaciones frustrantes de la joven negra (Marie Gaydu) con su marido y su antipática suegra, y después con un joven rico de la zona (Jean-Philippe Ecoffey), que tampoco terminan nada bien. La película respira con mayor holgura, y se crece consiguientemente, cuando cobra protagonismo el grandioso personaje de la estrafalaria tía del joven, una vieja coja, aislada, rebelde, descarada, con sentido del humor, que ha hecho siempre lo que ha querido, por lo que la toman por loca (Denise Peron, físicamente una versión femenina de Michel Simon, con algo de Henri Langlois y un poco de Patricia Highsmith), que acoge en su casa y protege a la joven pareja, para tomar después partido por Rose, cuando esta rompe con su amante al negarse a abortar.

Se diría que las limitaciones de la película —que tiene estilo, y un punto de vista personal, y un uso del CinemaScope infrecuente en estos tiempos de estrechez televisual— son el resultado de complejos o teorías del autor, que se pone a sí mismo una mordaza, cuando no la zancadilla. Dan ganas de que un día se libre de esas reservas y timideces, y se despreocupe un poco de lo que se debe o no hacer. Entonces conseguirá, dejándose llevar con serenidad, ponerse de nuevo a su mejor nivel —el de Dans la ville blanche— e incluso, por madurez, superarlo.

En “Todos los estrenos. 1990”, Ediciones JC

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