miércoles, 19 de julio de 2023

Fallen Angel (Otto Preminger, 1945)

Por una vez, el título español refleja mejor que el original el espíritu de la película, ya que Preminger, fascinado por la ambigüedad, juega a que el espectador, como sus personajes, se hagan esa pregunta antes de llegar a una conclusión. Como Cara de ángel y tantas otras del autor de Anatomía de un asesinato, ¿Ángel o diablo? progresa por fases: una apariencia, una duda, un proceso de esclarecimiento que desemboca en la decepción y a menudo salda una muerte, de acuerdo con la visión pesimista que comparten el género llamado “negro” y el escéptico director vienés.

Pero si Preminger se adentra en lo tenebroso para llegar, como resultado, a una verdad mucho más turbia, lo hace ya en estas fechas con el estilo fluido y cristalino de Laura: hace falta tener muy claras las ideas, y una visión de conjunto muy amplia, para circular por el mundo de lo engañoso, de la falsedad, del peligro disfrazado de inocencia. De ahí la paradoja de su cine, tan a menudo incomprendido por los que se quedan con una faceta, sin ver las otras, igualmente importantes, si no más, porque lo que cuenta es la visión de conjunto, la consciencia de que el punto de vista confunde la mirada, oculta lo que queda fuera de esa línea recta. De esa trampa de la perspectiva suelen ser víctimas los personajes de Preminger, incluso cuando tratan de aprovecharse del “punto ciego” de otros. La peripecia, relativamente convencional, sirve de motor a la escrutadora cámara de Preminger, más interesada por la cabellera y la sonrisa de Alice Faye, los párpados y los pómulos de Linda Darnell, las arrugas que se le forman en las comisuras de la boca y en el entrecejo a Charles Bickford, la manera de mirar, de andar con la espalda estirada, de apretar las mandíbulas o de mover las manos de Dana Andrews, la mirada de todos ellos (es decir, de los caminos visibles hacia su interior), que de lo que cuentan o se dice, posiblemente mentiras. Pero Preminger no juzga: deja que veamos, sin señalar con el dedo, y allá nosotros con nuestras conclusiones.

En “Todos los estrenos. 1990”, Ediciones JC

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