La última de las comedias de Hawks no es la más delirante ni, desde luego, la que ha recibido mayor atención crítica; es la más «perezosa», pero no me extrañaría que fuese también la más perfecta.
Al sustituir la exclamación «¡Peligro!» por el interrogante «¿El deporte favorito del hombre?», y la caza de todo género de animales vivos en África por la pesca fluvial y orillera en los Estados Unidos, Su juego favorito sugiere algo así como la otra cara de su película anterior, ¡Hatari! Que el habitual «profesional eficiente» hawksiano ceda el paso a un teórico experto en pesca que no ha practicado tal deporte en su vida, pero que tiene tal suerte que cada una de sus torpezas, patoserías y equivocaciones supone un paso hacia la conquista de un campeonato, lo confirma. Entretanto, y pese a su tímida y exasperada resistencia, el involuntario suplantador Roger Willoughby (Rock Hudson aprovechado al máximo, en función de su sosera y su voluminosidad, de su bonachonería y su escasa agilidad) es pescado a su vez por una muchacha completamente miope, Abigail (Paula Prentiss, maravillosa revelación que siempre echo de menos), de pareja torpeza en las artes de la seducción, con un inigualable sentido de la inoportunidad y la ironía impremeditada, que se convierte en una pesadilla para Roger —como Katharine Hepburn para Cary Grant en Bringing up baby—, ciertamente, pero tan divertida, encantadora e imprevisible, que acaba por resultar imprescindible: el futuro de la pareja —como sugiere el final de la película, en una de las imágenes metafóricas más certeras y exhilarantemente gozosas que recuerdo— tal vez no sea muy brillante, pero promete, mientras dure su unión, todo tipo de aventuras —venturosas o desventuradas— y una ausencia considerable de cualquier cosa que se parezca a la rutina; su vida será accidentada y movida, de eso no cabe duda, pero no tendrán tiempo de aburrirse.
Lástima que el encuentro de Hawks con Paula Prentiss se produjese en las postrimerías de la carrera del cineasta, pues imagino “lo maravillosa que podría haber sido la colaboración reiterada del director y la actriz, tan sintonizados en esta película: hubiera podido hacer de Paula el primer personaje cómico femenino de la pantalla —no le encuentro la menor gracia a Mae West, y ni Katharine Hepburn ni Marilyn Monroe tuvieron ocasión o voluntad de crearlo; estaba a su alcance—, una mezcla de Harold Lloyd y Buster Keaton en mujer (doble inciso: ¿por qué ni Jerry Lewis ni Woody Allen se han arriesgado a medirse con Paula Prentiss?, ¿por qué en el cine las mujeres atractivas son tan infrecuentemente divertidas, cuando el sentido del humor es una de las características más apreciables y atractivas de una mujer?).
En todo caso, no se me ocurre «libro de texto» más ameno e instructivo que sugerir a quien desee aprender lo que es una comedia o cómo hacerla que Su juego favorito. Antología y resumen depurado de las precedentes incursiones de Hawks en el género, espléndida lección de dirección de actores de variada pericia y formación, ejemplo de soltura y fluidez, con un sentido del ritmo sólo comparable al de los mejores cortos de Laurel & Hardy —los supervisados por Leo McCarey, de quien Hawks fue siempre un ferviente admirador—, y planificada con una lógica, una claridad, una precisión y una sencillez que por sí solas producen placer, Man’s favorite sport? es quizá la única película en que cada ángulo de toma, cada encuadre, cada elección de distancia entre el director y los personajes, cada movimiento de cámara o de actores, tienen una justificación inmediatamente comprensible, sin lugar a dudas —en Lang o Hitchcock pueden darse—, para el espectador, y no en virtud de criterios estéticos o insignificantes, más o menos discutibles, sino puramente espaciales, narrativos y dramáticos o —más exactamente— cómicos: una obra verdaderamente modélica, de esas que le hacen a uno envidiar a los propietarios del video cuando se anuncia su pase por televisión.
En “Casablanca” nº 7-8, julio-agosto 1981
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