Movido por la admiración que siente hacia la novela de Albert Camus, Luchino Visconti decidió hace unos años trasponer L'Étranger al cine. Así nació Lo straniero, que fue unánime y duramente atacada por toda la crítica mundial al ser presentada en el festival de Venecia de 1967. No se trataba ya de que fuera la peor película del admirado Visconti, sino simplemente una obra academicista, meramente ilustrativa, ridícula o malísima. Este es, por tanto, un film "maldito", y doblemente al tratarse de un director de gran prestigio y no de un desconocido. Siendo uno de los muy escasos admiradores de esta película, uno se siente casi obligado a defenderla, tarea que sería más fácil si se hubiera estrenado en España, como debería haber ocurrido.
Para empezar, y dado que uno da los mayores reproches que se han hecho a Visconti es su excesiva fidelidad a Camus, parece inevitable comparar la novela y el film. La idea de Visconti era no hacer guión, sino simplemente irse a Argel y, libro en mano, rodarla en orden cronológico. Parece que esto no convenció al productor y Visconti se vio obligado a hacer una —excelente— adaptación, ayudado por su habitual colaborador Susso Cecchi d'Amico y por el novelista francés Georges Conchon (creo que el film fue rodado en el idioma de Camus), respetando escrupulosamente los diálogos y los sucesos de la novela, y manteniéndose fieles a la letra y al espíritu de Camus. Lo único que Visconti se ha permitido es abreviar algunas escenas, añadir matices (por ejemplo, al cambio de celda de Meursault) y, sobre todo, una astuta idea para evitar el monólogo interior que es la novela: empezar el film con la detención del protagonista y su interrogatorio, y aparecer toda la primera parte de la novela (hasta la muerte del árabe) como flashback de la declaración, lo que de paso justifica el discreto y necesario uso que se hace de la voz en off en un par de ocasiones. En principio, una película no tiene por qué ser fiel a un libro, pero tampoco hay motivos —a menos que la novela sea muy mala, y no es este el caso— para que tenga que serle infiel. Visconti reconoce haber sido muy impresionado e influido por la novela, lo que explica la modestia con que se ha planteado la película ("no quiero superponer Visconti a la novela"), causa de muchas de sus virtudes y de muchos de los ataques que ha sufrido Visconti por hacer un film "poco personal". Esto es bastante espinoso, pero en última instancia lo que importa no es saber si las asombrosas ideas visuales que llenan la película son de Camus (el velatorio de la madre, en una habitación blanca e inundada de luz por una claraboya) o de Visconti (la escena final), sino que Lo straniero es un gran film, uno de los mejores de Visconti, e incluso de los más personales, pues sin duda admira tanto y está tan de acuerdo con la novela que la ha hecho suya.
Por demás, ni el "argumento" ni la visión del mundo de L'Étranger me interesan como a Visconti, y lo mejor me parece ese estilo frío y objetivo que tiene sobre todo la primera parte (muy influida por la literatura americana). En este sentido, Visconti ha sido también extremadamente fiel. Por un lado, la película es distante y objetiva sobre unos sucesos emocionantes (recuerda a algunas novelas "negras" americanas, por ejemplo de David Goodis, traducidas en francés), muy descriptiva y naturalista (insertos y zooms subrayones). Por otro, es subjetiva y se llena de emoción y de lirismo (escenas con Anna Karina, en especial la maravillosa y sorprendente en que ella y Marcello Mastroianni llevan trajes de baño de la época en medio de gente que lo lleva moderno). De este modo se logra la muy especial tonalidad de la novela: que siendo subjetiva sea a la vez muy distanciada, manteniéndose Meursault como espectador indiferente de sus propios actos.
El estilo de Visconti ha sufrido una transformación a partir de Vaghe stelle dell'Orsa... (1965), gracias en parte al zoom y, por otro lado, a una estructura más elíptica que mejora enormemente el ritmo. A esto se une una mayor fuerza en la dirección de actores y una mayor sobriedad visual, de modo que si sus films siguen siendo de una belleza sorprendente (el trabajo de Rotunno en Lo straniero me parece lo mejor que ha hecho en color), ya no lo son con morosidad o esteticismo. La reconstrucción de la época, el rodaje en escenarios naturales, los decorados (el piso amarillo de Raymond), la música, son elementos que contribuyen a la perfección de la película.
Capítulo aparte merecen los actores. La elección de Mastroianni (mejor que nunca) y Anna Karina, es excelente. No así, a primera vista, la de los secundarios; pero resulta que, tras ver la película, este error se revela como una de las más geniales ideas de casting que ha tenido Visconti en toda su carrera, pues al escoger a los actores más encasillados, gesticulantes, anticuados y grotescos del cine francés de "calidad" (Bernard Blier, Georges Géret, Georges Wilson, Alfred Adam), ha conseguido dar a Lo straniero el aspecto de una película francesa de antes de la guerra (tipo Le Quai des brumes, Carné, 1938), o de la inmediata postguerra, lo cual, si se tiene en cuenta que la novela de Camus data de 1942, es un gran acierto. Además, estos actores están muy bien utilizados, ya sea explotando su ridícula forma de actuar (Blier, sublime en abogado torpón, ve sus ademanes amplificados por el zoom), conteniéndola (Adam), o asignándole un personaje al que no está acostumbrado (Bruno Cremer, de capellán).
Finalmente, a base de "ilustrar" la novela con gran entusiasmo y talento, como resulta que por el mero hecho de ser una película Lo straniero es diferente a L'Étranger, Visconti se la apropia, la traiciona involuntariamente. Los personajes de la película, al contrario que los de la novela, están muy cerca del espectador, pero a la vez muy lejos, porque Visconti no nos deja acercarnos a ellos. Por eso, como escribía Godard de Bitter Victory (Ray, 1957), uno piensa de pronto en otras cosas, personas, lugares, en otras películas y en otros libros (incluso aparentemente muy distantes de la novela de Camus, aunque no tanto del film de Visconti, como Garantía del orden, de Ollier, La celosía, de Robbe-Grillet, La náusea, de Sartre, o la sublime Touriste de bananes de Simenon). Porque, aunque al parecer pocos lo soportan, Lo straniero se vive, más que se ve.
Publicado en El Noticiero Universal (3 de enero de 1969)
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