Aparte de un crítico notable y un narrador literario sumamente interesante, Cozarinsky representa una figura importante tanto dentro (y fuera) del cine argentino como, básicamente, en el europeo, ya que ha sido en el exilio, sobre todo en Francia, donde ha realizado la mayor parte de su filmografía, que se presenta, a menor escala, casi tan variopinta y determinada por el azar y la elección como la de otro exiliado del Cono Sur, Raúl Ruiz.
La presencia fantasmal de la Argentina (de Borges al tango, pasando por los gauchos), a veces soterrada, es tan importante como en Ruiz la de Chile. Creo que hasta un desconocedor total de su biografía que se limitase a ver su obra francesa sospecharía algo. Sería impensable que, en tales condiciones (aceptación casi necesaria de encargos, casi siempre de cadenas o programas culturales de televisión), pudiera detectarse alguna suerte de continuidad temática, salvo en términos muy generales y abstractos. Y tampoco es fácil encontrar una unidad estilística: Cozarinsky es de los que, ante cada proyecto, buscan la forma más adecuada, dentro de lo que los medios de producción hacen posible, y a menudo reciclando materiales ajenos preexistentes.
Que a primera vista se pudiera asociar su trabajo con el de Jacques Rivette o Chris Marker, además de Raúl Ruiz o Alain Resnais, indica ya su singularidad y determina un territorio amplio y variado, situado en el marco de las fluctuantes fronteras móviles de la realidad (o el documento) y la ficción, del pasado y el presente, de la historia y la leyenda. Como uno de los contados cineastas preocupados aún por la ética de la escritura, es capaz de construir a partir de documentos históricos auténticos laberintos fantásticos en una geografía errante y repartida entre sus aficiones y obsesiones principales: los escritores, el cine, la música, la política y la diáspora. Esto hace de él uno de los posibles modelos del cineasta global —antes trotamundos— y apátrida, por lo que sus mejores películas —Ernst Jünger: journal d'occupation o Domenico Scarlatti à Seville— están repletas de enseñanzas para el futuro.
En “Cine XXI: directores y direcciones” (Ed. Cátedra, 2013)
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