Autora poco prolífica e intermitente, menos afortunada que otras mujeres cineastas de aproximadamente la misma generación —tampoco ha jugado la carta promocional del feminismo—, ni siquiera en Francia ha obtenido o logrado mantener la suficiente reputación crítica como para proseguir su obra con un mínimo de continuidad, ni en la televisión; tampoco parece que ninguna de sus películas haya cosechado resultados comerciales lo bastante satisfactorios pese a que nada de marginal tiene su cine, con la posible excepción de su primer largometraje.
Ha solido rodearse de buenos colaboradores, sobre todo guionistas y técnicos, y a menudo se ha basado en obras literarias (Tennessee Williams, Henry James), y ha logrado la participación de actores competentes y además conocidos, por lo que demostraría que el cine medio, propugnado en ocasiones como solución para los problemas del cine francés de autor, no es tampoco una panacea y cuenta cada vez con menos terreno de acción, limitado por las exigencias de las cadenas de televisión, que han acabado por ser las principales financiadoras del sistema, y por tanto las que deciden.
Las películas de Claire Devers son sobriamente melodramáticas y, sin caer en el academicismo, entroncan con la tradición francesa de antes de la Segunda Guerra Mundial, es decir, Carné, Duvivier y Grémillon. La más lograda es sin duda la de aspecto más anticuado: Les marins perdus.
En “Cine XXI: directores y direcciones” (Ed. Cátedra, 2013)
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