EL POLICÍA SIN ESPOSAS
Pese a que no parece que Ford tuviese reparo o dificultad para pasar del cine silente al sonoro, las películas –mudas o no– que rodó durante los años de transición, 1927-1934, parecen haberse vuelto invisibles, si es que alguna vez recibieron atención, y es difícil encontrar un análisis mínimamente pormenorizado acerca de ellas. Tampoco Ford, reacio y lacónico cuando era entrevistado, dijo casi nada, y menos aún positivo. En consecuencia, se da por supuesto que carecen de interés, que son obras de encargo ejecutadas impersonalmente, nada características. De ahí la sorpresa que pueden producir, si no en una primera aproximación, sí cuando se revisan.
Uno de los muchos lados de Ford con los que no se le asocia automáticamente es la comedia, pese al que el humor –relajado, teñido de melancolía o irónico, a veces enloquecido y disparatado, no muy alejado de la screwball comedy– sea uno de los ingredientes fundamentales de su cine.
Riley the Cop, la penúltima obra muda de Ford, es una comedia sobre las andanzas internacionales (en Múnich) de un policía irlandés de Nueva York, encarnado por uno de los más reconocibles y familiares secundarios fordianos, J. Farrell McDonald (el barman Mac de My Darling Clementine), en una de sus escasas interpretaciones protagonistas. Parece que lo único que Ford le comentó a Bogdanovich es que lo que cuenta ocurrió realmente (es una de sus escasas películas de acción contemporánea al rodaje) y le pareció divertido, lo que más bien hace pensar que él mismo propuso a la Fox hacerla. Que el policía Aloysius (segundo nombre de Ford) Riley esté particularmente satisfecho y orgulloso de no haber detenido nunca a nadie lo hace significativamente afín al lado más anárquico, rebelde e irrespetuoso de Ford, yo diría que uno de sus personajes más queridos (como Barry Fitzgerald en The Quiet Man o Anne Bancroft en 7 Women). Como además de hilarante –tanto como los cortos de Laurel & Hardy de esos años– es una película de muy moderna e imprevisible libertad narrativa, y pese a su entre nula y mala reputación, yo la encuentro superior a obras muy buenas pero más pretenciosas y famosas, como Arrowsmith, Flesh o The Informer, de hecho, la segunda más antigua entre sus obras mayores.
En “El universo de John Ford”, editorial Notorious (2017)
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