lunes, 6 de noviembre de 2023

«Cantando bajo la lluvia» — La tormenta del sonido

Cantando bajo la lluvia (Singin’in the Rain, 1951) es una de las cumbres del musical de la MGM y del genio del productor Arthur Freed, con dos de los mejores especialistas del género, el director Stanley Donen y Gene Kelly.

Sinopsis

Don Lockwood y Cosmo Brown, compañeros de fatigas en la revista y el music hall y luego como extras y especialistas en escenas peligrosas en el cine, viven en Hollywood. Don se ha convertido en la gran estrella de Monumental Pictures, y es presentado, por razones publicitarias, como el prometido de su pareja habitual en la pantalla, Lina Lamont, a la que detesta.

La súbita implantación del sonido obliga a transformar en hablada la película muda que estaban haciendo, con catastróficos resultados: la voz de Lina es horrible y delata su estupidez, y Don no es capaz de decir con espontaneidad unos diálogos improvisados.

Aunque al verla nadie lo diría, la gestación y realización de Cantando bajo la lluvia fue bastante conflictiva. La llamada Arthur Freed Unit, por su relativa autonomía dentro de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer, estaba ocupada en dar los últimos toques a Un americano en París (An American in Paris» 1951), de Vicente Minnelli, cuando Freed propuso hacer un musical basado en el catálogo de canciones escritas por él y Nacio Herb Brown.

Se habló de utilizar a Howard Keel como protagonista, y se dio por sentado que Betty Comden y Adolph Green se encargarían de construir una trama argumental que sirviese de soporte a las canciones. Pero la pareja de guionistas esgrimió su nuevo contrato con la MGM, según el cual escribirían todas las canciones de las películas en que intervinieran; no habían leído la «letra pequeña», que no obligaba a la productora a usar sus canciones, ni habían reparado en que todavía estaba en vigor el contrato precedente, de modo que no tuvieron más remedio que, muy a su pesar, aceptar el encargo y ponerse a repasar las canciones de Freed y N. H. Brown, casi todas excelentes y de gran popularidad en su momento, del primer musical completamente sonoro —«All talking, all singing, all dancing»—, The Broadway Melody (1929), dirigido por Harry Beaumont, que obtuvo el Oscar a la mejor película; «Singin'in the Rain» se utilizó ya en Hollywood Revue of 1929, y algo parecido sucedía con la mayor parte de las canciones que Freed quería usar, compuestas y escritas entre 1928 y 1931.

Este «pie forzado» inspiró a Comden y Green la idea de situar la acción en el momento de la transición del cine silencioso al sonoro, llena de anécdotas pintorescas, dramáticas y cómicas, y que el propio Freed conocía bien, pues había tocado el piano para dar ambiente en rodajes mudos y en 1928 trabajó como ayudante de dirección en la productora Famous Players-Lasky, que sería absorbida por la Paramount.

Comden y Green convencieron a Freed, y con el decidido apoyo de Stanley Donen, que había sido asignado al proyecto como director, trataron de conseguir que el protagonista fuese Gene Kelly, en lugar de Keel. A Kelly le entusiasmó la idea, y desde entonces la maquinaria del estudio se puso en movimiento.

El guión estuvo listo el 11 de abril de 1951, y al día siguiente comenzaron los ensayos, mientras los encargados de los decorados, el vestuario, el maquillaje, los peinados y el mobiliario se lanzaban a la búsqueda de documentos y objetos reales, en la medida en que fuese posible, para llevar a cabo una auténtica reconstrucción «arqueológica» del periodo.

Pese a que sólo habían pasado veintitrés años, no fue fácil, y se aprovechó la necesidad de rehacer muchas cosas para acentuar caricaturescamente sus rasgos más llamativos y pasados de moda, de acuerdo con el tono amablemente paródico y cariñosamente irónico del guión.

Al comenzar, el 18 de junio, el rodaje surgió un nuevo problema: ni Kelly ni Donen, que —como en Un día en Nueva York (On the Town, 1949), y, más adelante en Siempre hace buen tiempo (It's Always Fair Weather, 1955)— codirigirían la película, se entendían con John Alton, el director de fotografía, y hubo que sustituirle por Harold Rosson, el de On the Town. El rodaje se prolongó durante cinco meses, y terminó el 21 de noviembre de 1951, con algún retoque el 26 de diciembre; es decir, cinco días después de la primera preview.

Como de costumbre, trabajaban al mismo tiempo en dos platós diferentes: Donen en uno y Kelly en otro, de forma que mientras uno dirigía la filmación de una escena el otro preparaba otra. El famoso baile de Gene Kelly bajo la lluvia, cantando la pieza que da título a la película, necesitó de un día y medio de rodaje. El coste de Cantando bajo la lluvia fue de 2.540.800 dólares, 620.996 más de lo presupuestado; tras una segunda preview, el 11 de marzo de 1952, se estrenó el 10 de abril, con una recaudación de 7.665.000 dólares brutos, y sin que, a pesar de su popularidad y de múltiples reposiciones, se haya contado nunca entre las películas más taquilleras; dentro del género las ha habido mucho más rentables, desde Ziegfeld Follies a My Fair Lady, desde Un americano en París a West Side Story o desde Gigi a Sonrisas y lágrimas.

En cambio, su prestigio crítico fue siempre considerable, y se ha mantenido y consolidado con el tiempo, de forma que suele considerarse como el mejor exponente del género, título que sólo le disputan On the Town y Melodías de Broadway, 1953 (The Band Wagon, 1953), de Minnelli. No obtuvo ningún Oscar, pero los críticos de Nueva York la votaron una de las diez mejores películas de 1952. Es una de las obras favoritas de casi todos los realizadores de la «nueva ola», y ha tenido una notable influencia en cineastas que no han cultivado el musical o sólo muy tangencialmente, como Nicholas Ray.

Dos anécdotas curiosas: Freed quería emplear a Oscar Levant para el papel de Cosmo Brown, pero tanto Comden & Green como Kelly & Donen querían un bailarín y lograron imponer a Donald O'Connor, habitualmente condenado a formar pareja con la mula Francis; por otra parte, hay que advertir que Debbie Reynolds no canta, sino que lo hizo por ella Betty Roche, y que, para colmo, es Jean Hagen quien presta su voz a Debbie Reynolds cuando, en la ficción, ésta dobla al personaje encarnado por Jean Hagen.

Contagiosa alegría

No hay película más feliz ni de más contagiosa alegría. Ese tono entusiasta y dinámico, su constante inventiva plástica, su ritmo trepidante y fluido son algunas de las causas que explican su perdurable éxito y el puesto muy especial que ocupa en el afecto de los cinéfilos, incluso de los más reacios a dejarse llevar y los más reticentes ante ese género, el musical, tan típico y exclusivamente americano, cuya culminación representa no tanto por ser el mejor o más perfecto de los filmes musicales, sino por resumir y abarcar toda su evolución histórica, aplicando el estilo desarrollado precisamente a comienzos de los años cincuenta en la Metro, y más concretamente en la unidad que encabezaba el productor y autor de canciones Arthur Freed.

Salvo Fred Astaire, en Cantando bajo la lluvia están los mayores talentos del género: desde Gene Kelly a Comden y Green pasando por Cyd Charisse. Y todos están en gran forma, en su mejor momento. Sin duda se sintieron estimulados por un guión que daba pie a todo tipo de escenas —desde el «slapstick» hasta el melodrama, desde la aventura a la comedia—, y que se convertía en un homenaje al cine por parte de un grupo de personas enamoradas de su profesión.

Pero el valor de Singin'in the Rain no reposa únicamente en sus canciones —que las hay mejores en otras películas—, ni en sus números bailados —aunque pocos sean tan memorables como el que le da título, tan divertidos como «Moses», tan hilarantes como «Beautiful girl», tan animosos como «Good Mornig», tan dinámicos como «Broadway melody»—, ni en la estupenda historia urdida para enlazar las canciones preexistentes: se trata, además, de una de las mejores películas que «sobre el cine» se han hecho, y constituye, de pasada, un divertido y revelador documento acerca de lo que supuso la brusca transición del cine mudo al sonoro.

En resumen, una película que se puede volver a ver en cualquier momento. Sin duda, una de las primeras que habría que llevarse a una isla desierta.

En “Historia del Cine A-Z”, de Diario16. Hacia 1987.

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