Una de las utilidades básicas de la edición en DVD sería disponer de buenas copias de los grandes clásicos, como puede uno hacer con un libro. No parece que así se piense en todas partes, y así, en un reciente viaje a Milán, pude comprobar con asombro, decepción y pena lo mal surtidos que están los italianos de sus obras maestras históricas, y poco más o menos en vídeo. Hasta tal punto parecen despreciar su pasado que hasta aquí estamos mejor surtidos, en particular en lo que se refiere a Roberto Rossellini. En teoría, claro, ya que muchas de estas ediciones de Vellavisión suponen, lamentablemente, una ocasión perdida. Es sabido que uno de los problemas de la filmografía rosselliniana es la práctica inexistencia de versiones originales, y la frecuencia con que las mejor o más completas de las existentes no es la italiana. En teoría, el DVD era la solución, pues admite la inclusión de dos o hasta tres, y de múltiples variantes de la banda sonora, en idiomas varios. Sin embargo, tenemos Viaggio in Italia en lugar de Journey in Italy (en inglés), un La paura que no sólo no es Angst (en alemán) sino el repudiado remontaje Non credo più all’amore, un Germania anno zero que no es, como debiera, Deutschland im Jahre Null, un Stromboli que no es la única versión válida (ni la americana abreviada por RKO ni la doblada lo son, sino la “internacional”), con lo que el catálogo rosselliniano en DVD se queda —dado que otra editorial ha sacado Paisà y L’amore, pero sólo en vídeo— reducido a Roma città aperta, Il generale della Rovere y, ahora, Francesco giullare di Dio, película capital e insuficientemente conocida y valorada, pese a su patente influencia en cineastas como Godard y Pasolini, entre otros.
Dividida en capítulos (las “florecillas” de San Francisco de Asís) y casi sin actores profesionales, ni es la vida del santo ni menos todavía una estampita hagiográfica, sino una suerte de comedia de la inocencia que carece por completo de antecedentes, de una originalidad sólo comparable a su permanente frescor y su capacidad de sorprendernos por muchas veces que la hayamos visto.
El enfoque natural y cotidiano, a ras de tierra, de un personaje histórico, el tratamiento elíptico y no decorativo ni arqueológico de su época, el planteamiento mismo de cómo contar lo esencial de la historia, la concepción de lo que puede entenderse por “actores” y, por tanto, por su “dirección”, experimentan en Francesco, calladamente, y sin que Rossellini lo proclamara a los cuatro vientos ni nadie, de momento, pareciese advertirlo o siquiera sospecharlo —la película resultaba eso sí, “chocante”, y no gustó ni al PCI, simplemente por hablar de santos y frailes, ni a los católicos, por tratarlos sin unción ni pleitesía—, una mutación que me atrevería a calificar de revolucionaria y liberadora, de esas que abren al cine puertas hacia terrenos aún inexplorados que, por desgracia, pocos se animan luego a transitar, y que acrecientan sus posibilidades. La fraternidad y simpatía maravillada, sorprendida y divertida que siente por Francisco y sus seguidores Rossellini, y que con tanta fuerza nos permite sentir y, si queremos, compartir, fue considerada una burla irreverente por los que, además de carecer de sentido del humor, preferían la pompa y el poder a la improvisación y el excursionismo intrépido de estos frailes, ingenuos aventureros, Robinsones Crusoe del mensaje de que con entusiasmo querían dar a conocer al mundo. Es, en ese sentido, una película de comicidad épica y conmovedora, admirable desde cualquier posición o creencia.
De una pureza de líneas y de una osadía narrativa insólitas en su momento —a caballo de 1949 y 1950—, marca la evolución de Rossellini desde el episodio de los monjes de Paisà y, dentro de L’amore, el mediometraje Il miracolo, hacia la superación del neorrealismo y se revela, catorce años después, como clara anticipación de su cine histórico-didáctico realizado para TV, sobre todo sus capítulos individuales (desde La Prise de pouvoir par Louis XIV hasta Sócrates, Blaise Pascal o Il Messia), aparte de, involuntariamente, servir de inspiración a Jean-Luc Godard (Vivre sa vie, Les Carabiniers) y Pier Paolo Pasolini (Il Vangelo secondo Matteo, Uccellacci e uccellini y los dos cortos con Totò, La Terra vista dalla Luna y Che cosa sono le nuvole?). Películas todas las citadas muy importantes, que temo que la gran mayoría no conozca, y que es de esperar que la edición en DVD permita rescatar del olvido o la ignorancia forzosa.
En "El Cultural", 05/06/2003
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