lunes, 30 de octubre de 2023

Flesh for Frankenstein (Paul Morrissey & Antonio Margheriti, 1973)

Carne para Frankenstein (1974) es una impostura. Para empezar, se conoce internacionalmente como Flesh for Frankenstein, aunque parece ser un producto totalmente italiano de Carlo Ponti; no es que sea improbable una cierta intervención del capital americano —nunca lo es—, pero recuerda demasiado la larga tradición de los seudónimos ingleses o americanos con que suelen circular las películas italianas de terror o del Oeste como para que no sea un falso título. Tal sospecha parece confirmada por la aparición de un título de crédito dedicado a «Anthony M. Dawson», apodo anglosajón de un mediocre especialista del cine terrorífico llamado Antonio Margheritti, y en el que no logré discernir —por causas que luego explicaré— si se le atribuía la dirección de producción («diretta da…» o «realizzata da…») o la dirección de la película («regia di…»). En el primer caso, ya sería revelador que Ponti delegase poderes en semejante «experto»; en el segundo, puede tratarse de una imposición (ficticia) sindical o bien —no me extrañaría nada— de la pura y simple verdad. De hecho, más me recuerda a La vergine di Norimberga que a las descripciones que conozco de anteriores films de Paul Morrissey (Flesh, Hat, Trash, L'Amour). Para colmo, el uso vago e injustificado que se hace del nombre de Andy Warhol —que estoy convencido que no hizo otra cosa que cobrar una buena cantidad por permitir tal uso— bastaría para justificar la impresión de que Ponti ha jugado con el snobismo ingenuo de quien pueda admitir, en sustitución de la «política de los autores», una nueva «política de los discípulos». Claro que quien acuda a Carne para Frankenstein en busca del «look» de la «Warhol Factory» o esperando un film «underground», va listo. Ni siquiera el empleo de actores (?) —fetiche como Joe Dallessandro consigue darle un aire «warholiano» a este pintoresco espectáculo de barraca de feria. La «operación prestigio» urdida por Ponti se remata con un guion atribuido a Tonino Guerra, que escribió L'avventura, La notte, L'esclisse, II deserto rosso, varios Petri, algún Rosi, etc., pero llega a un récord de impudicia cuando se pretende que está basado en una idea de Paul Morrissey, con total olvido de una cierta Mary Wollstonecraft Shelley, y de numerosos guionistas de la Universal y de la Hammer.

Sin embargo, la mayoría de los espectadores acuden a Carne para Frankenstein sin saber nada de Warhol ni de sus discípulos, atraídos por el elemento espectacular que supone el relieve, la anunciadísimas 3 dimensiones de la película. En este sentido, hay que prevenir que, si no se adquieren —al abusivo precio de 25 pts.— las gafas «polaroid», no sólo no se logrará apreciar relieve alguno, sino que se verá todo completamente borroso, en un color desvaído, y con una sensación de «ver doble» muy parecida a la que produce una televisión estropeada; con ellas, se obtiene un perfecto dolor de cabeza y un agudo picor de ojos, sin que ello garantice una visión perfecta: por un lado, las gafitas son muy incómodas, y tan inestables que parecen destinadas a impedir que los novios hagan manitas en el cine, ya que requieren el auxilio de ambas manos (no digamos si uno necesita gafas normales); por otro, resulta muy difícil lograr que las dos imágenes encargadas de dar sensación de relieve coincidan perfectamente, con lo que se tiende a ver doble y borroso; en tercer lugar, el color queda un tanto oscurecido y afeado; por último, el efecto de «relieve» conseguido es totalmente anómalo y distorsionante: no sólo los primeros Cineramas, sino cualquier film con profundidad de campo y filmado en VistaVisión o Panavisión da una sensación de perspectiva mucho más próxima a la percepción real, sin que por ello el director se vea forzado a planificar de un modo absurdo e incoherente. Por otra parte, no le veo el interés a tener la sensación de que vuelan sobre mí unos murciélagos, y menos aún cuando parecen de hule y filmados en transparencia; ni a sentir «al alcance de la mano» un higadillo de plástico; ni a creer que me voy a estrellar contra un árbol, mientras que la acción propiamente dicha de la película discurre, completamente bidimensional y aplanada por la «protuberancia» de los objetos colocados en primer término —ramas, pies, redomas o troncos de árbol—, de un modo anónimo e insulso. Además, la falta de lógica y rigor con que se buscan los efectos tridimensionales queda en evidencia cuando se observa, con estupor, que se intentan conseguir incluso para imágenes reflejadas en espejos. Desde el punto de vista «técnico», Carne para Frankenstein parece concebida para ilustrar el lema «los árboles no dejan ver el bosque».

Ahora bien, consciente de que «hombre precavido vale por dos», Ponti se ha cubierto desde todos los ángulos imaginables: además de un film «de prestigio» y un gimmick circense, Carne para Frankenstein pretende ser un film de terror, una parodia y una película erótica. Como film de un género muy concreto, y particularmente como variación sobre el tema mítico del Dr. Frankenstein y sus criaturas, más vale acudir al original de James Whale (1931) o a cualquiera de las cinco que ha realizado Terence Fisher en torno a este personaje (en particular El cerebro de Frankenstein, auténtica obra maestra del ciclo), porque Carne para Frankenstein carece por completo de misterio y no produce sino aburrimiento e irritación. Como parodia, el fracaso es aún mayor, ya que no tiene la menor gracia, y encima está aún fresca en el recuerdo la visión de El jovencito Frankenstein de Mel Brooks. Y como film erótico, aun teniendo en cuenta que parece llena de cortes de censura, sospecho que el sistema de relieve empleado en la película sólo tendría sentido para que Fellini retratase a la estanquera de Amarcord, y en todo caso no encuentro muy estimulante el ver en relieve a una señorita no demasiado atractiva, llena de cicatrices y costurones sanguinolentos, bastante borrosa, y con un color de piel entre verduzco y amarillento que hace dudar del material —¿goma o cera?— con que está hecha. Más que Carne para Frankenstein, lo que Ponti ha producido es Basura para el Público

En "Dirigido por" nº 40; enero-1977

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