sábado, 29 de abril de 2023

Homenaje a un autor suicida

Raoul J. Lévy nació en 1922, y era un bastante mal productor. Hacía cine francés, pero era un gran admirador de Mike Todd y quería hacer cine a la americana. Así que decidió servirse del starsystem y lanzó a Brigitte Bardot (Et Dieu créa la femme, etc.). También salió, como actor, en L'Espion, y en un film de Godard, Deux ou trois choses que je sais d'elle (1966), haciendo de periodista americano.

Como era de esperar, cuando en 1965 se hizo director, hizo películas «a la americana» (lo que da en Europa malos resultados, de Sautet a Deray pasando por Jean Becker, e incluso Melville).

Su primera película, Mafia, yo te saludo (Je vous salue, Mafia), es un film de gangsters tipo Código del hampa de Siegel o Johnny el frío de W. Asher: dos pistoleros americanos, los magníficos Jack Klugman y Henry Silva, son enviados por la Mafia de Nueva York a matar a un viejo «socio» traidor, Eddie Constantine, que está en Francia. Silva ha sido enviado allí, pero Klugman ha pedido ir para vengarse de Constantine, que fue muy amigo suyo, pero ofendió a su hermana. El resto del film es un trayecto, que nos va desvelando hábil y originalmente los personajes, su moral y las relaciones que entre ellos se van creando, pese a su temor a hacer amigos. Todo esto, mientras charlan sobre la amistad, desayunan, van en coche o comentan La subida y caída del Tercer Reich, que uno de ellos lee. Se dibuja ya la preocupación máxima de Lévy: la amistad, su conflicto con el deber, la traición. Al final resulta que Klugman finge haber matado a Constantine y haber sido herido por él, para que Silva no dispare; éste se da cuenta, y aunque aprueba la conducta de Klugman (que sigue siendo amigo de Constantine, y todo su «odio» era un truco para salvarle) no accede a perdonar la vida a Constantine, pues es su misión y no puede desobedecer. Pregunta a Klugman si le hubiera matado a él, ahora que son amigos, y éste contesta que no sabe. En un tiroteo, Silva mata por fin a su víctima, pero se deja matar por Klugman, que intenta salvar a Constantine. Al final, Klugman queda, triste, solo, entre los cadáveres de sus dos amigos.

Je vous salue, Mafia

Este original guión es la adaptación, por el propio Lévy, de una novela de Vial-Lesou, y en ella Lévy muestra una curiosa preocupación moral, una rara soltura en la dirección, un magnífico sentido del casting (sobre todo la elección de los dos protagonistas), un tono triste muy personal, un gusto por los tiempos muertos y un rechazo de los efectismos, una cierta afición al cine (por ejemplo, influencias de detalle pero muy concretas de Al final de la escapadaÀ bout de souffle, de Godard) y, por primera vez, talento de productor, tanto en la elección de actores como de música, decorados o fotógrafo (el gran Raoul Coutard).

Al año siguiente hizo su segundo film, una coproducción con Alemania y Estados Unidos, El desertor (L'Espion/The Defector). En él supera algunos errores que había en el primero (por ejemplo, dos secuencias cambiadas de orden, de modo que temporalmente resultaba raro) y da uno de esos films sorprendentes, inesperados y emocionantes (como este año El aventurero de Terence Young), aunque aún imperfecto (algún detalle grotesco, algún diálogo ridículamente «anti-comunista», dos elipsis demasiado cómodas), pero con una magnífica planificación, música, fotografía en color de Coutard, guión suyo y de Robert Guenette (sobre una novela de Paul Thomas) y, en especial, dirección de actores, sobre todo Montgomery Clift, cuyo rostro de moribundo (murió justo al acabar este film), pálido, demacrado, enflaquecido, con cicatrices, los ojos hundidos, con miradas asustadas, gestos nerviosos, ligeramente tembloroso, andares débiles, torpe, serio, preocupado, tímido, da gran emoción a su personaje, un tranquilo científico americano al que la C.I.A., a través de su amigo Roddy McDowall, obliga a actuar como espía en Alemania Oriental, bajo amenaza, si se niega, de no subvencionarle sus experimentos.

Así intenta ponerse en contacto con el científico ruso «Gretchko», que quiere dar a Occidente cierta fórmula. Lo gracioso es que todo es cada vez más vago, más absurdo, más kafkiano, hasta que resulta que «Gretchko» ha sido asesinado innecesariamente por los rusos, pero lo han ocultado para conseguir que Clift vaya allí, donde un científico alemán, Hardy Kruger, obligado por ellos, intentará hacerse amigo suyo y convencerle de que se pase a los alemanes. Para colmo, resulta que no sólo «Gretchko» ha muerto, sino que no existía como científico: las obras que él firmaba eran realmente fruto del trabajo de un equipo de técnicos del que Kruger formaba parte, y su fama se redondeaba con las correcciones que su traductor, Clift, hacía.

Al final, tras una bella e inacabada historia de amor entre Clift y Macha Meril, y una buena persecución, Clift logra pasar a la zona occidental, sin haber logrado nada, y ayudado por Kruger, circunstancia que sirve para que éste se gane la confianza de los americanos y de Clift, para así lograr ir a trabajar a América, donde cumplirá una buena labor como espía. Cuando va a la Embajada en Berlín es atropellado, no sabremos si accidentalmente, aunque puede suponerse que se suicidó para no traicionar a Clift, del que se ha hecho amigo. Y hay que haber visto, cuando recogen a Kruger herido, a Clift excitado, gritando «no le muevan, no le muevan», mientras él murmura «quizá sea mejor así», y muere. Entonces Clift se aleja, triste y sombrío, y McDowall le sigue, y la cámara señala el monumento a los caídos de las dos guerras mundiales. Puede verse así, claramente, además del estilo y de algunos detalles (por ejemplo: en los dos films se alude a la persecución por los nazis de los judíos, y Lévy era judío), la clara unidad temática de los dos films, muy interesantes y prometedores, que hizo Lévy. Era, pues, un autor, quizá el único, con José Giovanni (La ley del superviviente) capaz de hacer bien en Europa «cine americano».

L'espion

Además, Yo te saludo, Mafia era un «policíaco» muy original, y El desertor no era sólo uno de los muchos films de espías que se hacen sino uno de los pocos de entre ellos que son inteligentes, muy detrás claro, de la delirante Cortina rasgada de Hitchcock, pero superior a los dos interesantes films que han escrito muy bien dos guionistas de Losey, Harold Pinter (Conspiración en Berlín) y Evan Jones (Funeral en Berlín) y que han ilustrado con discreción Michael Anderson y Guy Hamilton, respectivamente.

Raoul Lévy se suicidó el último día de 1966.

Publicado en El Noticiero Universal (19 de agosto de 1968)

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