viernes, 14 de abril de 2023

La máquina infernal

Le Bel Indifférent (Jacques Demy, 1957)

Una cámara roja. Cuatro paredes infernales. Frente a la puerta, el boquete de una ventana nos permite percibir un letrero luminoso intermitente. En esta prisión ideada por Bernard Evein languidece una mujer celosa, prisionera que espera al Bello Indiferente cocteausiano, que viene esta noche con retraso. Un rumor de pasos engañoso, y tras la frustración se abre la puerta: penetra un joven achulado, de rizado cabello y despreciativa mirada silenciosa. Sin prestar oído a las protestas de su amante, cuelga de una percha su gabán y se recuesta en la cama. Inmerso en la poco apasionante lectura del diario vespertino, el jovenzuelo no escucha las quejas de la mujer, que —creyendo que le atiende— descarga sus preocupaciones y temores. Suena el teléfono —al que la actriz mintió dos veces cuando estaba sola—; es la odiosa hermana del joven despectivo, que le reclama al aparato. El joven no se inmuta, persiste en su lectura y la mujer, tras colgar con evidente satisfacción, le agradece que no haya contestado. Sin embargo, el mutismo del amante no era cortesía, ni vergüenza, ni afición a la lectura, sino simplemente sueño. Irritada, la actriz le despierta, y Emile se levanta, se pone el abrigo parsimoniosamente, sin contestar a las súplicas de la mujer, y masticando chicle sale de la roja prisión, dejando enjaulada a su amante, cuyo desahogo y amenaza de suicidio cayeron en saco roto.

Esto es un monólogo de Jean Cocteau —Théâtre de poche—, que Jacques Demy convirtió en cortometraje en 1957. Le Bel Indifférent (El bello indiferente) dura media hora, utiliza al músico (Maurice Jarre) y al fotógrafo (Marcel Fradetal) favoritos de Franju, y se ha proyectado junto a un cursi corto de Joris Ivens, La Seine a rencontré Paris (El Sena ha encontrado a París, 1958), que —pese a Prévert— destila sopor pseudopoético, y un engendro de probable procedencia televisiva, filmado (si puede decirse) por Eddy Matalon y el inepto François Reichenbach, cuyo único propósito parece el de desacreditar a la maravillosa B.B. Les prevengo que se llama Spécial Bardot (Show especial Bardot) y que conviene evitarlo cuando se proyecte en un cine de Arte y Ensayo de su localidad. Le Bel Indifférent, que recuerda Una voce umana, primer episodio del sublime L’amore (1947-48) rosselliniano, filma a la excelente Jeanne Allard y al adecuadamente inexpresivo Angelo Bellini en largos planos de extremada claridad, en los que la cámara crea un espacio teatral cuando permanece fija, y lo explora en leves travellings y panorámicas laterales que sirven para reencuadrar a los actores.

Publicado en el nº 97 de Nuestro Cine (mayo de 1970) bajo el nombre de Luis Alfonso Baledón

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