Una de las parejas creativas más duraderas, firmes y misteriosas del cine se ha deshecho este otoño con la muerte de Danièle Huillet, ocurrida la noche del 9 al 10 de octubre en París, donde preparaban el estreno de su último film, Quei loro incontri (2006), de vuelta a Pavese.
Nacida el 1º de mayo de 1936, Danièle Huillet contaba, pues, setenta años. Desde 1954 vivió y trabajó con Jean-Marie Straub (nacido el 8 de enero de 1933), en una suerte de complementariedad y simbiosis en la que resulta indiscernible que ninguno de los fraternales y conyugales socios y amigos fuese la parte predominante. Siempre he tenido la sensación de que la obra – cada película, corta o larga – pertenecía a ambos por igual y por entero, indistinta e inseparablemente; en alguna ocasión quizá fuese ella el motor y él su crítico; en otras él proponía y ella, que siempre pareció más callada y más segura, decidía, o le exigía todavía un esfuerzo, un montaje más ligero o un tono más neutro. Una mujer sin duda fuerte, valiente y discreta, radical, tajante y fiel (a todo lo que un día eligiera y abrazara, y además a sí misma: no iba de sacrificada, no era sombra ni reposo), puede intuirse su función decisiva, nunca subsidiaria, en el magnífico documental hecho en 2001 por el cineasta portugués Pedro Costa, Où gît votre sourire enfoui? (sobre todo en su versión larga, más que en la abreviada emitida por ARTE).
No llegué a conocerlos. Temo que, más allá de su desaparición física, la muerte de Danièle sea el fin de ese cineasta bifronte, electivamente siamés, al que podríamos llamar “Danièle Huillet & Jean-Marie Straub”, como hay que referirse a “Gene Kelly & Stanley Donen”, sin privilegiar a uno solo, como autor de Singin’ in the Rain. Por ello, me es imposible no tener una terrible sensación de pérdida: uno menos, otro menos, de los pocos grandes cineastas resistentes que quedan ya en el mundo. De los exigentes, de los íntegros, de los austeros, de los que no se venden ni se rinden, de los que no reniegan de sus ideales ni deponen sus utopías, sin confundirlas con realidades alcanzables. De esos directores de los que sus colegas cómodamente conformados (y los “críticos” conformistas, que no soportan la disidencia) pretenden mofarse tratándolos de “monacales”, como si hubiesen hecho voto de pobreza, cuando meramente se han habituado a ella, y a aguantarla, como parte del peaje que para ejercer la libertad hay que pagar a sus enemigos (que suelen tener el techo, la bolsa y el camino). También de esos – cada vez más escasos – que buscan sus raíces en el pasado, y no se limitan al cine cuando buscan antecesores, modelos morales, casos ejemplares, que reconocen sus deudas, que no olvidan, que mantienen vivo y en pie el recuerdo, la audacia, el descubrimiento, por antiguo que sea.
No es preciso (ni quizá, por completo y en toda ocasión, sea posible) estar de acuerdo con ellos, compartir sus fobias y amores, comulgar con su tenacidad a prueba de bombas, para admirar profundamente la tensión desnuda y contenida de sus películas – cortas, medianas o largas, de lengua francesa, alemana o italiana – , quizá las más veloces nunca rodadas, tan rápidas y densas que, por lo visto, es difícil comprender lo que en ellas se nos muestra y cuenta: hace falta esa misma concentración y atención para verlas. Si alguien ha ido “al grano” ha sido el doble autor, la pareja responsable de Nicht versöhnt (1965), Chronik der Anna Magdalena Bach (1967), Der Bräutigam, die Komödiantin und der Zuhälter (1968), Les Yeux ne veulent pas en tout temps se fermer ou Peut-être qu’un tour Rome se permettra de choisir à son tour (Othon) (1969), Geschichtsunterricht (1972), Moses und Aron (1975), Dalla nube alla Resistenza (1978), Zu früh/Zu spät (1981), Klassenverhältnisse (1983), Die Antigone des Sophokles nach der Hölderlinschen Übertragung für die Bühne bearbeitet von Brecht 1948 (Shurkamp Verlag) (1991), Von heute auf margen (1996), Sicilia! (1999), Operai, contadini (2001), entre otras. Son películas irremplazables, que nadie salvo Huillet & Straub hubiera hecho, probablemente, de haber alguien interesado por el tipo de autores (Böll, Bach, Brecht, Schönberg, Fortini, Vittorini, Pavese, Barrès, Hölderlin, Sófocles, Cézanne, Kafka, Engels, Mallarmée, Duras, Brückner, Corneille) de los que la pareja se servía como “pre-textos” o cimientos con los que construir, con los elementos más simples, más resistentes y más necesarios, una escultura, un edificio cuyo significado resultase materialmente inequívoco, inmanipulable, no aprovechable, elaborado para que permanezca “en bruto” en un bloque fluido e indesgajable. Como una roca.
Tal vez descanse, pero vela alerta.
Escrito hacia noviembre de 2006. Sin identificar dónde se publicó.
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