miércoles, 30 de julio de 2025

Yume / Akira Kurosawa’s Dreams (Kurosawa Akira, 1990)

Es posible que la reverente acogida dispensada a esta película de Kurosawa hubiese sido más tibia de haberse sabido, en el momento de su estreno, que estaba ya a punto de empezar el rodaje de otra, y que, por tanto, no nos encontrábamos, por sexta vez en el último cuarto de siglo ante la que podía ser su última obra y convertirse, por tanto, en su "testamento", cosa que los críticos no suelen querer que les pille desprevenidos para que luego puedan reprocharles no haberse dado cuenta y haberla dejado pasar de largo sin prestarle la debida atención; además, las reflexiones a que invita tal posición "final" en la carrera del artista tienen la ventaja de eximir al comentarista de ningún esfuerzo de interpretación de la película en sí.

Ahora que Kurosawa filma a Richard Gere, podemos ser menos respetuosos y más concretos, quitarle del título el genitivo del autor, y escoger cuáles de los ocho sueños ilustrados por la película tienen más interés como cine, y cuáles, pese a estar realizados con esa mezcla de dominio y sencillez que caracteriza la maestría adquirida con el tiempo, resultan reiterativos dentro de esta recopilación o son de una notable banalidad. Porque, al ser más rigurosos y exigentes, seremos también más justos con aquellos episodios que verdaderamente son admirables, sin que el respeto a la figura venerable de Kurosawa nivele una película que, por su propia naturaleza, se presta a los altibajos e incluso al libre juego selectivo de las afinidades y caprichos del espectador.


La obsesión por los argumentos —y el de los sueños suele ser vago, alambicado, transpuesto, fantasmagórico— y la afición a poner etiquetas han hecho que se defina esta película como "ecológica", lo que supone sacrificar a una postura de moda aproximadamente la mitad de Sueños, y precisamente los que a mi entender son los mejores, los menos retóricos, los más imaginativos —tal vez por ser infantiles o al menos juveniles— y plásticamente los más brillantes (sobre todo los dos primeros, el del túnel y el de la nevada en la montaña).

Queda aparte el más fascinante y frustrante de estos sueños, quizá por conmemorarse este año el centenario del genial pintor, el dedicado a Van Gogh, para colmo interpretado —lo que es siempre noticia digna de comentario— por el cineasta Martin Scorsese, admirador de Kurosawa filialmente convertido en báculo de su vejez y promotor o financiador, con otros "fans" cinéfilos elevados a las cumbres del poder hollywoodense (Coppola, Lucas), de sus últimas obras.

En “Todos los estrenos. 1990”. Madrid : Ediciones JC, diciembre de 1990.

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