Es frecuente que los niños pequeños adquieran lo que se llama "un ojo perezoso", que se trata de corregir tapándole el que usan para que no tenga más remedio que usar el otro. La "planificación perezosa" de las primeras películas dirigidas por el ex-crítico influyente (Guía del Ocio y El País, nada menos) Fernando Trueba -sobre todo la famosa Ópera prima- tenía la virtud de alejarle por completo de la ramplona y chabacana machaconería de las comedias españolas dominantes en la época, que solo los dotados de conciencia histórica o memoria pueden siquiera imaginar. El espejismo no duró demasiado, pues tras una interesante tentativa documental -que no fue rentable- se vió que en el caso de Trueba el cuerpo no tenía mucho aguante y se embadurnó de Sal gorda, sellando un pacto "contra natura" con un aprendiz local de Mefistófeles que poco le ha beneficiado. Sólo una vez ha sabido sacar partido de esa larga alianza con uno de los mandarines del lugar, cortejado por el poder y temido por los bancos: lograr hacer El sueño del mono loco, la única vez que ha mostrado su rostro más auténtico. Por lo demás, se ha confinado a idealizar y falsificar el pasado y hacer comedias tan mecánicas como poco graciosas. No basta con pagar culto de boquilla al pobre Billy Wilder ni agitar la bandera tricolor de una República que ni vivió ni conoce; sin sentido del humor, es difícil hacer comedias. En ese recorrido, cada vez más desesperanzadoramente insípido, se ha ido instalando en la más funcionarial de las rutinas, en una indiferencia absoluta, que no logra convertir en oro la hojalata y que anula la materia prima cuando, de tarde en tarde, tiene valor, como en Calle 54 y El Embrujo de Shanghai, escandalosas exhibiciones del arte del desperdicio. ¡Qué lejos estamos del cinéfilo que admiraba a Robert Bresson, Éric Rohmer, Jean Eustache o Alain Tanner!
Siento concebir ya pocas esperanzas de que Trueba recupere algún día la relativa frescura de Ópera prima, la inquietante perversidad del Mono loco, ni siquiera la eficacia de Sé infiel y no mires con quién. La última película suya que de verdad me gusta, el episodio televisivo La mujer inesperada, con Resines y María Barranco, data de hace ya 12 años, y es mucho tiempo, dominado, cuando acierta, por logros de objetivos tan poco explicables como hacer una comedia como las que se hacen AHORA en Estados Unidos: Two Much desperdiciaba a Daryl Hannah.
Texto preparatorio para la intervención en El Séptimo Vicio, en Radio 3. Escrito el 17 de abril de 2002.
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