miércoles, 16 de julio de 2025

Pasolini de incógnito

En el Instituto Italiano di Cultura de Madrid, se ha proyectado una vergonzosa y comercialona producción de Dino de Laurentiis, Capriccio all'italiana (1967), que consta de cinco episodios sin la menor relación entre sí. El de Steno (II mostro della domenica) lo podría haber hecho el Summers de ¿Por qué te engaña tu marido?. Los dos de Bolognini (Perchè? y La gelosa) son simplemente abyectos. El de Monicelli (La bambinaia), casi llega a la mediocridad, gracias a Silvana Mangano. Pero entre tanta basura hay una joya: Che cosa sono le nuvole?, de Pier Paolo Pasolini, que en veintidós minutos nos da su obra maestra (entre lo visto en España) y el mejor homenaje a la commedia dell'arte desde Le Carrosse d'or (1952), de Renoir. Rodado antes que Edipo re, con una maravillosa fotografía en color de Tonino delli Colli y un delirante vestuario, este pequeño —pero grandísimo— film nos cuenta la vida de una marioneta (Ninetto Davoli, con la cara embadurnada de marrón) creada para interpretar Otelo. Desdémona es Laura Betti; Cassio, Franco Franchi; el titiritero, Francesco Leonetti; Bianca, Adriana Asti (la de Prima della rivoluzione) y Iago, Totò, en su última interpretación. También aparecen Ciccio Ingrassia y Domenico Modugno. La dirección de actores, magnífica, incluso con cómicos tan burdos y detestables como Franchi e Ingrassia, es una experiencia muy original, ya que todos están «colgados» de cuerdas y se mueven, como marionetas, de forma desarticulada. Otelo besa dos rojas cerezas, se come una y ofrece otra a Desdémona, en una escena llena de encanto, que recuerda los besos a través de una paloma del episodio babilónico de la Intolerancia, de Griffith, mientras una enana y un jorobado tocan la mandolina para hacer música de fondo. El sádico Iago (Totò, con la cara pintada de verde y los labios y los ojos muy rojos) pone en marcha la tragedia e incita a Otelo a matar a Desdémona. Otelo se pregunta por qué matar a su amada, y el titiritero le explica que quizá sea lo que, en el subconsciente, ella desea. Y Iago insiste: «La verdad es algo que existe en sí, que se siente, pero que si se explica deja de existir». Otelo abofetea a Desdémona, que complaciente le ofrece la otra mejilla. Por fin, Otelo intenta estrangularla, Iago se frota las manos, pero el público, en un principio satisfecho del espectáculo, inquieto y protestón desde que ha descubierto la maquinación de Iago, ya no lo soporta y se rebela: salta al escenario, mata a Iago y a Otelo, atiende solícito a Desdémona y lleva en hombros a Cassio.


Arrinconados contra la pared, tras el fin del espectáculo, las marionetas lloran la muerte de Otelo, que, estropeado, es cargado con Iago en un camión lleno de florida basura. Inmóviles, desesperados, los títeres gritan sin voz en el camión, mientras el chófer (Domenico Modugno) canta, con La Venus del espejo pegada en la pared de la cabina, y los deposita, entre inmundicias y latas de conserva, en un vertedero. Ya solos, inmóviles cara al cielo, entre desperdicios, contemplan las nubes, que Otelo ve por primera vez. Otelo, maravillado, pregunta «¿qué es eso?». Iago le responde «las nubes». Otelo, extasiado: «qué bello, qué bello». Y Iago, finalmente, replica: «Oh, maravillosa belleza del mundo».

A través de esta poética y hermosa fábula, Pasolini nos hace una distanciada reflexión sobre el teatro y la vida (y, de paso, el cine), sobre la realidad y la ficción, sobre el drama y la comedia, en suma, sobre la creación y el arte, con los bellos colores del prólogo de Edipo re, con música y canciones y, sobre todo, con una sensibilidad que choca con la zafiedad de los otros cuatro episodios.

Sugeriría a los distribuidores de Arte y Ensayo que dejasen de comprar cortos de animación yugoslavos (seguramente, vendidos al peso y comprados por lotes) y que trajeran este episodio de Capriccio all'italiana como complemento de alguna de sus películas (a ser posible, Uccellacci e uccellini o Teorema), pues vale la pena ahorrarse los demás sketchs y dar en V.O. el de Pasolini, para no perderse el sublime texto y la magnífica «recitación» de los actores de Che cosa sono le nuvole?

En Nuestro Cine nº 87 (julio de 1969)

No hay comentarios:

Publicar un comentario