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¡Qué grande es el cine! (09/12/2002) |
No es que la obra de Yasujiro Ozu sea muy conocida entre nosotros, aunque empiece a serlo, por fin, siquiera su nombre, pero es casi seguro que a ninguno le resultará familiar, ni de oídas ni de leídas, el título de la que hoy se programa. Las hermanas Munekata, aunque curiosamente las traducciones tanto francesas como inglesas y españolas suelan convertir ese apellido, no me pregunten por qué, en Munakata (fonéticamente más suena e que a); para colmo, parece que para hermanas hay en japonés dos palabras, con lo cual puede encontrarse su título original trascrito normalmente como Munekata shimai y a veces como Munekata kyodai.
Dada su escasa, por no decir nula, reputación, la reacción usual es imaginar que se trata de una película fallida, menor o secundaria en la obra de Ozu, prescindible para la gente con prisas. Conviene advertir que, en realidad, muy pocas de las obras maestras de Ozu son hoy muy conocidas, ni en Japón ni en Occidente, si se exceptúan Tokyo monogatari (Historias de Tokyo o Viaje a Tokyo), que tiende a considerarse como su máximo logro, y a lo sumo tres o cuatro de las últimas que dirigió (que han circulado un poco más, y desde hace años) y otras tantas que son las que a los que han visto en Filmotecas y festivales lo que queda de su filmografía - 34 de 53 películas - les han parecido más extraordinarias; como algunas de esas restauradas han sido hallazgos tardíos, el número de votos que podrían recibir es muy limitado, y la curiosidad que despiertan, cuando se proyectan todas las supervivientes muy seguidas, se orienta primordialmente a las más famosas y a las que vienen precedidas de alguna recomendación, como, por ejemplo, su posición (por lo demás, esta fue la 7ª) o no inclusión en la lista de las diez mejores películas nacionales que destacaba cada año Kinema Jumpō, revista que casi nadie hemos leído, y que no estaríamos en ningún caso en condiciones de juzgar si tenía buen criterio; en todo caso, es de temer que, cuando en una temporada un cineasta estrenaba dos o tres películas, no todas cabrían en la lista, por geniales que fueran, y que, si acababa de rodar su mejor película, la siguiente, por óptima que pudiera, tendería a resultar ligeramente decepcionante y a verse subvalorada. Algo de esto debió de sucederle a Las hermanas Munekata, sospecho, ya que data de 1950 y es precisamente de 1949 la que yo prefiero de cuantas se conservan hoy de Ozu, Banshun (Primavera tardía), nº 1 de ese año para Kimema Jumpō, como lo fue Bakushu (Verano precoz) en 1951. Sin embargo, he de adelantar que Las hermanas Munekata me parece una de las cinco o seis mejores de Ozu, y por tanto es una obra que sitúo al nivel de las más grandes de la Historia del Cine: de no existir las cuatro o cinco que la anteceden, esta ocuparía tranquilamente el primer puesto, y se podría codear con El río, Vértigo u Ordet.
Por otra parte, hay que advertir que - aunque a simple vista no se advierta, y menos aún desde el año 2002 y desde España - constituye, hasta cierto punto, una pequeña anomalía en la filmografía de Ozu, detalle que puede haber influido en su menor prestigio fuera del Japón: al contrario que casi toda su obra - menos tres, y esta es la primera - desarrollada en la productora Shochiku, Las hermanas Munekata es una producción de Toho. Le faltaron a Ozu, por tanto, la mayoría de sus colaboradores habituales: no, desde luego, el coguionista Kogo Noda, que es el de costumbre, pero sí los técnicos. Su actor-fetiche, Ryu Chishu, desempeña aquí un papel secundario - el padre de las hermanas - y las actrices son un poco inusuales: se puede echar de menos a su preferida, la admirable Setsuko Hara (quizá por eso la mayor de las hermanas se llame como ella), aunque estén admirables tanto Tanaka Kinuyo, cuya colaboración con Ozu no es nada excepcional - Ozu escribió el guión de una de las seis películas sublimes que ella dirigió a partir de 1953 - pero que era la favorita de Mizoguchi desde 1940, como Hideko Takamine, la preferida de Naruse desde 1940; y sería injusto no citar a Sanae Takasugi, que interpreta fina y admirablemente un personaje menor e ingrato.
Como muchas otras películas de Ozu posteriores a la Segunda Guerra Mundial, con la derrota del Japón y la ocupación y consiguiente influencia americana, Las hermanas Munekata trata sobre el cambio y el conflicto entre las actitudes tradicionales y las "modernas", entre las costumbres autóctonas y tradicionales y las importadas de fuera, y sus consecuencias morales, así como sobre el desánimo que golpeó a los que habían intervenido en la guerra y la habían perdido; lo hace de un modo particularmente sintético y equilibrado, ya que - aparte de las posturas de los personajes secundarios -, se plantea entre dos hermanas, la mayor Setsuko (Kinuyo Tanaka) y la menor Mariko (Hideko Takamine), parecidas pero enfrentadas.
Un consejo: conviene fijarse continuamente en la ropa - si es japonesa tradicional o moderna occidental - que llevan en cada momento las mujeres.
La película se mueve constantemente - en tren, se supone, aunque apenas se ve uno desde fuera, nunca se muestra uno de los viajes - entre tres ciudades muy grandes, integradas en la megalópolis de Tokkaido, todas ellas de más de un millón - algunas mucho más - de habitantes: Tokyo, la capital, al este, y un poco al oeste, muy próximas, la antigua capital, Kyoto, y Kobe.
Por otra parte, la película constituye - caso único en Ozu - una defensa e ilustración del clasicismo; se diría que Ozu y su guionista han leído a T.S. Eliot cuando ponen en boca de Munekata padre (Ryu Chishu, portavoz/doble de Ozu) frases como "moderno es lo que no envejece con el paso del tiempo".
La escena inicial, aislada del resto, con un edificio singular que la edición francesa en vídeo identifica como la Universidad de Kyoto, sirve para presentar, indirectamente, una situación - la inminente muerte del padre, cabezota y resistente, pero enfermo de cáncer - que el interesado aparentemente ignora (aunque luego se ve que no es así, y por tanto confirma el aire "casamentero" de sus insinuaciones acerca de Hiroshi y Mariko, su hija soltera) y que se pone en conocimiento de la hermana mayor, indicándole que no se lo diga a la menor. Setsuko sabe, pues, cosas que Mariko ignora; por eso, quizá, la muerte de su ocioso marido no sea simplemente la oportunidad de rectificar y reanudar un viejo amor (Hiroshi), sino que, "liberada" de padre y marido en el inmediato futuro, es probable que quiera empezar una nueva vida, totalmente independiente aunque quizá en solitario.
Texto preparatorio para la intervención en ¡Qué grande es el cine! (9 de diciembre de 2002)
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