miércoles, 24 de abril de 2024

Giant (George Stevens, 1956)

Exclusivamente a causa de su duración - necesaria para abarcar varias generaciones de magnates tejanos -, Gigante se ha granjeado cierta fama de "pesada", que realmente no merece. Es más, y por mucha pereza que pueda dar la idea de sentarse varias horas a ver la historia de los Benedict, no sé de nadie capaz de permanecer indiferente a la auténtica generosidad dramática, visual, narrativa y moral de esta película, que logra remontar baches y anticlímax de decadencia y envejecimiento - y hoy, además, los 42 años transcurridos desde su realización - gracias a dos finales sucesivos, patético y crispado el de James Dean, heroico y sereno del de Rock Hudson, cuya corpulencia hace aún más conmovedora la paliza que recibe, a los compases de la triunfal "Rosa Amarilla de Tejas", cuando sale en defensa de unos mejicanos discriminados por un mesonero racista todavía más alto y más fuerte, y sin duda en mejor forma que el ranchero cano, cansado, abuelo y fondón en que el tiempo le ha convertido.

Muestra casi estatuesca y colosal del clasicismo americano, en su vertiente más caudalosa - como corresponde a la novela-río de Edna Ferber a la que da vida -, debiera recordar que George Stevens, por muchos "Óscares" que cosechara, no fue el vulgar y academicista fabricante de "best-sellers" por el que se le tomó en Europa, sino un cineasta que conquistó la independencia y fue capaz de mantenerla, que fotografió muchas veces a Laurel & Hardy a las órdenes de McCarey, que hizo divertidas y brillantes comedias enloquecidas - incluso musicales - y sobrios melodramas con sordina, interpretados por estrellas como Fred Astaire, Ginger Rogers, Fred MacMurray, Ronald Colman, Barbara Stanwyck, Jean Arthur, Katharine Hepburn, Cary Grant e Irene Dunne, antes de consagrarse - en la etapa final de su carrera - a la épica, con películas tan inolvidables como Raíces profundas o Gigante, que han alimentado la imaginación, los sueños y los recuerdos de varias generaciones. Gigante es quizá, de todas sus obras, visualmente la más hermosa, y éticamente la más ejemplar en su quijotesca defensa de las causas justas, por perdidas que parezcan, y de la dignidad tanto de los triunfadores como de los perdedores.

Texto inédito, escrito para una edición en dvd de clásicos (22 de octubre de 1998)

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