No sé por qué han lastrado con un título tan convencional que se presta a confusión (Mentiras arriesgadas) una película que se llama True Lies, quizá por las mismas razones que Hal Hartley ha bautizado su productora True Fiction, y que podría traducirse como Trolas de veras; puestos a cambiar, más le hubiera pegado Vamos a contar mentiras a la divertidísima y ágil película de James Cameron, meritorio artífice, entre otras, de Aliens —muy superior al reputado Alien de Ridley Scott—, de la excelente The Abbys y de las dos entregas de Terminator, y al que los simplistas han etiquetado como "esbirro de Schwarzenegger", lo mismo que sus precursores tildaron de "lacayos de Errol Flynn" a Michael Curtiz y Raoul Walsh. El tiempo dirá si Arnold llegará a ser tan buen actor, en su estilo, como Errol, pero de momento le tratan con el mismo desprecio, pese a que cada día demuestra más fehacientemente no ser un saco de músculos con ínfulas de Hércules, de autor ni de ideólogo, y va consolidándose como notable actor de comedia, gracias a que parece modesto y provisto de sentido del humor.
Como Cameron es un obseso por los conflictos de la pareja, True Lies deja pronto de ser un vehículo de Schwarzenegger y se convierte en una puesta al día de la enloquecida comedia conyugal que tanto brilló en los años 30-40, por ejemplo en La pícara puritana, Vivir para gozar, La fiera de mi niña, Luna nueva o Historias de Filadelfia. Ese es su espíritu y su fondo, aunque superficialmente parezca menos cerca de McCarey, Cukor o Hawks que de los más locos y divertidos James Bond de John Glen con Roger Moore (como For Your Eyes Only, por ejemplo) o de Terence Young con Sean Connery, y su principal "gancho" para el público sea la combinación de Schwarzenegger y los excelentes —y nada molestos, pues son espectaculares pero funcionales— efectos especiales, y un ritmo trepidante que no decae un momento: hay que agradecerle que sus 140 minutos pasen sin que nos demos cuenta de que es larga, cuando últimamente lo normal es que estemos hartos a la hora y comprobemos con agobio que aún quedan dos horas de tedio.
Y para quien no se conforme con eso, hay elementos de parodia sumamente inteligentes, chistes políticos con víctimas en todos los bandos, una fascinante villana oriental con la que Schwarzenegger se marca un tango admirablemente rodado, y la estupenda y divertidísima Jamie Lee Curtis, digna hija de Tony Curtis y Janet Leigh. Que Schwarzenegger esté a su nivel demuestra que no es un macaco culturista y que bate como actor a Stallone, con el que tiende a asociársele para deplorar que películas como True Lies tengan éxito, cuando a mí me parece sanísimo que lo tengan cualquier Cameron, o El último gran héroe de John McTiernan, por citar otra gran película seria pero divertida de los últimos años, también con Schwarzenegger, o Ladyhawke, o La princesa prometida; lo que me preocupa es que la gente haga colas para aplicarse cilicios como El piano y flagelarse con la trilogía tricolor del siniestro predicador Kieslowski.
En “Todos los estrenos. 1994”. Madrid : Ediciones JC, diciembre de 1994.
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