miércoles, 9 de octubre de 2024

Sleepless in Seattle (Nora Ephron, 1993)

La primera película realizada por Nora Ephron demuestra cierta continuidad con algunos de sus trabajos como guionista, entre los que destaca otra película protagonizada por Meg Ryan, When Harry Met Sally... (1989) de Rob Reiner (que aparece como actor en Algo para recordar).

De gran éxito en Estados Unidos y, en general, entre los espectadores "normales" de todas partes, ha sido generalmente maltratada por los críticos, que no han desaprovechado la ocasión de emplear varios de sus reproches favoritos: para empezar, el más condenatorio, "sentimental"; el resto van en batería, tengan o no alguna base: blanda, convencional, sensiblera, melodramática. Es la suerte que corren ante quienes presumen de "sabérselas todas" y de "estar de vuelta" las películas que osan ser sinceras, sentidas o ingenuas. Hay que advertir que Nora Ephron —ignoro si será hija de los también guionistas Phoebe y Henry— es consciente del riesgo y les da su merecido, reflejándoles en las reacciones de todos los que se asombran o se sienten incómodos ante la emoción que suscita en algunos personajes la visión o el recuerdo de An Affair to Remember (Tú y yo, 1957) de Leo McCarey, película que reivindica explícitamente como ejemplo de sus aspiraciones, citándola pero sin copiarla —ni siquiera en la escena de la cita en el Empire State—, aunque a mí me recuerde más todavía la no mencionada The Courtship of Eddie's Father (El noviazgo del padre de Eddie, 1962) de Vincente Minnelli.


Ni que decir tiene que me resulta simpático que alguien se acuerde en 1993 de McCarey —aunque nos la muestre "cuadrada" y sin Scope en la televisión, y como dolosamente se ha editado en vídeo a impulsos del éxito de Algo para recordar—, pero conviene añadir que se trata de una "elección de precursor" mucho menos superficial y mucho más sincera que la invasión de "caprismo" que ha sufrido el cine americano reciente, de Gremlins a The Hudsucker Proxy. Y que consiga no ser indigna de utilizar la música de la obra maestra de McCarey es ya bastante, pero hay más: Meg Ryan y Tom Hanks —excelentes— llegan a importarnos, porque son vulnerables y corren riesgos sentimentales agudos. Y esto, últimamente, es tan infrecuente como para que merezca señalar el interés de esta película y para seguirle la pista a esta nueva cineasta.

En “Todos los estrenos. 1994”. Madrid : Ediciones JC, diciembre de 1994

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