A cualquiera que lea la primera novela de Robert James Waller - y también las dos siguientes, Slow Waltz in Cedar Bend y Border Music - y conozca el trabajo de Clint Eastwood como director le sorprenderá la afinidad existente entre ambos. Todos los protagonistas masculinos de Waller encontrarían en Eastwood la encarnación perfecta; lo que sus libros cuentan es algo que Eastwood cineasta lleva años mostrando, sobre todo en Breezy, Honkytonk Man, Bronco Billy, A Perfect World, hasta parte en Bird. Se ha dicho y repetido que The Bridges of Madison County es "la primera historia de amor" o el primer "melodrama" que filma el autor de Unforgiven. No sé si no se piensa o no se recuerda. ¿Tanto se desprecia una película que, en su momento, sorprendió hasta el punto de convertirse, más por inesperada que por otra cosa, en un estrepitoso fracaso comercial, que obligó a Eastwood, para seguir dirigiendo, a interpretar sus propias películas, además de producirlas? Hoy debiera quedar claro, como cabía sospechar y Eastwood recientemente ha confesado, que Breezy es su película más personal, la única con elementos autobiográficos, y que estaba inspirada por su relación con una mujer mucho más joven, la actriz y luego directora Sondra Locke. Esa fue, sin duda, su primera película de amor. Luego ha habido otras historias de amor, marginales, sin derecho a excesivo metraje, en muchas de las posteriores, aunque no haya vuelto a ocupar el primer plano hasta Los puentes de Madison.
Lo que hoy puede sorprender de esta película, aunque Un mundo perfecto lo anunciase ya, es la serenidad y sencillez estilística conquistadas por Eastwood como cineasta. Todo es tan claro, discreto, directo y pudoroso, y está contado con tanta seguridad que no puede calificarse como melodramática la conmovedora historia de amor que, con gran fidelidad al libro de Waller, nos cuenta. Creo que el guión de Richard Lagravenese es una adaptación modélica, aunque forzosamente parcial, de la novela en que se basa: hay que reconocer que el cine tiene, en algunos aspectos, ventajas sobre la literatura, pero también algunas limitaciones frente a ella en otros, sobre todo si se trata de una novela cuya materia prima son otros textos; de ahí que la película se concentre en el punto de vista de Francesca, que lega a sus hijos su historia secreta de amor, que duró cuatro días pero perduró hasta el fin de su vida, casi treinta años después, mientras que el libro, contado desde la perspectiva del propio escritor, va haciendo sucederse los puntos de vista, recogidos indirectamente, investigados a posteriori, de Francesca y de Robert Kincaid. De ahí que, forzosamente, lo que la película gana en presencia y verosimilitud lo pierda en complejidad y emoción.
No quiero con esto dar a entender que la película de Eastwood sea decepcionante; por el contrario, es una de sus mejores películas, y la que más patentemente demuestra que ha llegado a ser un gran director, al mismo tiempo que un actor sutil y sobrio como sólo los más sencillos y "naturales" de antaño, los Henry Fonda, los Joel McCrea, los Glenn Ford, los Gary Cooper. Es más, sospecho que quien no conozca la novela, o la menosprecie, no echará nada en falta. Simplemente, he de anotar que esperaba un poco más, una conmoción que la novela me produjo y que la película no ha llegado a reproducir. Aclararé que, aunque no sea yo un "fan" de Meryl Streep, y al leer la novela, pese a saber que era ella quien la encarnaba en la pantalla, nunca imaginara a Francesca con sus rasgos, no es culpa de la actriz: nunca ha estado mejor, ni más contenida ni con más sentido del humor, y compone a una mujer creíble, realista, comprensible. Ni siquiera es un error de reparto, una idea discutible de "casting": no se me ocurre qué otra actriz podría haber hecho más plausible su personaje. Lo que falta es, quizá, un punto de vista adicional, que complete la visión de la pareja: es una gran woman's picture, pero la novela era algo más.
En “Todos los estrenos. 1995”. Madrid : Ediciones JC, diciembre de 1995.
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