viernes, 31 de marzo de 2023

Chibusa yo eien mare (Tanaka Kinuyō, 1955)

Tanaka Kinuyō (1910-1977) fue una famosa actriz, favorita de Mizoguchi y muy presente en las filmografías de Ozu y Naruse… y de casi todos los cineastas japoneses que hicieron cine entre 1924 y 1976, pues intervino en 214 películas. Es mucho menos sabido que entre 1953 y 1962 dirigió seis películas. De ellas logré ver ya cinco hacia 1990, y cuatro se cuentan desde entonces entre las que más me emocionan y admiran de cuantas he visto. Quizá la mejor sea Chibusa yo eien mare (1955), que al parecer significa "Pechos eternos"; es para mí la máxima obra cinematográfica dirigida por una mujer, y ninguna hecha por un hombre me parece superior. Pero podría decir lo mismo de las dos primeras que realizó, Koibumi (1953) y Tsuki wa noborinu (1954/5), que algunos días se alternan en pasar a ser mi preferida... y casi de las tres últimas. Es decir, una carrera de directora breve, pero extraordinaria y además variada.

De las múltiples historias que, como quien no quiere la cosa, cuenta Tanaka en esta su tercera película, me impresiona de modo especial una muy marginal. La protagonista, Fumiko, una mujer en trance de separarse de su marido, y poeta, visita - con su niña Aiko - a su amiga Kinuko, casada con el poeta Hori, que está enfermo. Kinuko tiene que salir, Fumiko mira un álbum de fotos (en el que aparecen los tres, más jóvenes, antes de la guerra); Aiko se queda dormida, y de pronto se pone a diluviar. Hori las acompaña hasta la parada del autobús, cubriendo a Fumiko (que lleva a Aiko cargada a la espalda) con un paraguas. Por el camino, Fumiko le dice a quien comprendemos quería que no volverá a visitarle. Un lento travelling les sigue, mientras ella le confiesa que sólo acude a las tertulias poéticas para verle.

Se paran junto a una valla, ante la parada del autobús, y la cámara sigue adelante un poco. Ella, en plano un poco más cercano, le desea felicidad con Kumiko; él advierte que se acerca el autobús. Hori la ayuda a subir y queda solo bajo la lluvia en la carretera, cubierto por el paraguas. (En la escena siguiente sabremos que Hori ha muerto).

Todo muy tranquilo, muy triste.
 
 

 
Actualización de 2020 de un e-mail a Álvaro Arroba de 2006 sobre “escena favorita” para la revista Letras de Cine

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