miércoles, 17 de enero de 2024

Fernando León

Hay gente que nace con talento; otros con buen pie, o al menos con buena prensa. He visto pocos cineastas tan mimados por la crítica desde sus inicios como Fernando León de Aranoa. Es como si ya sus apellidos obligaran a un respeto que a menudo se confunde con la coba, la adulación, la pleitesía y el ditirambo desaforado. Y no piensen mal, que ya antes de que Elías Querejeta le acogiera bajo su manto de vampiro y lo apadrinara, muchos se habían maravillado con su colaboración en cuatro guiones de otras tantas comedias de Antonio del Real, tan aburridas y falsas como las no agraciadas con el "cruzado mágico" de Aranoa, y se habían extasiado con su insulso corto Sirenas. Pero así se hacen las leyendas urbanas, y cuando se anunció su primera película como director se convirtió, como tantos antes y después, en la Gran Esperanza Blanca del cine español.

Familia fue acogida con alborozo, no ya expectación, y exaltada al rango de las revelaciones en "ópera prima". Es una buena e interesante película, aunque no excesivamente original (ay, las sombras de Chabrol y Bergman ya planearon sobre Saura cuando trabajaba en la factoría querejetil) y con un truco teatral de guión (la primera escena, sin la que sería otra cosa... desprovista de interés). Barrio reforzaba la supuesta "garantía de calidad" con el marchamo doblemente seguro de lo "social" entre comillas y los "juvenil" con más comillas todavía. No conseguí creerme nada, en especial esos fastuosos diálogos que dicen que escribe; yo creo que los toma al dictado de un magnetofón; y me mosquea que todos hablen exactamente igual y con el mismo toniquete. Pero "cosas veredes", y fue el delirio. Pero aún me faltaba el gran prodigio, la maravilla del 2002, que tanto oprime y desgarra los corazones de los que van de "duros" por la vida (o por la crítica) pero que son capaces de flipar y llorar con El piano y con las últimas obras de Lars von Trier, lectores infatigables y crédulos de "pressbooks" y declaraciones autopromocionales. Los lunes al sol (¿por qué ese título poetizante?... si sólo fuera los lunes, y hubiera sol...) es un título "único e irrepetible", como - por lo demás - varios cada poco, que, dicen, trata un "gran tema": el Paro.

Qué lástima que no lo haga con un poco de realismo y de actualidad, fijándose en el de hoy, menos épico y tradicional que el de las reconversiones, más intermitente, más cercano al subempleo, sin espacio alguno para el compañerismo. Y qué lástima que su descripción de todos los parados que salen sea tan negativa, tan del gusto de los partidarios de suprimir las ayudas por desempleo - ¡que se las beben! - y de los que sostienen que "el que no trabaja es porque es un vago". Pero claro, como los parados no suelen ir al cine ni tiene quien les represente, se encuentran encima suplantados por unos caraduras sin gracia, irresponsables y cuya rebeldía se queda en tirar piedras a las farolas. El camelo del año. La obra maestra del guión trilero. El Goya al facha con piel de cordero progresista de hace 30 años. Fulgurante decadencia la de Fernando León de Aranoa, el Mario Conde de nuestro cine: de la prometedora Familia en 1996 a la decepcionante Barrio en 1998 y a la indignante Los lunes al sol en el 2002. Eso sí, a hacer el ridículo en Hollywood cargado de Goyas... y de euros.

Texto preparatorio para su intervención en El Séptimo Vicio, en Radio 3. Escrito el 13 de febrero de 2003.

No hay comentarios:

Publicar un comentario