Ya sé que Bowling for Columbine, además de un Oscar y otros premios que me importan tan poco como su éxito en taquilla o su destacada posición en los rankings de estrellitas regaladas por la crítica, y que por tanto, estoy en minoría, pero, más aún que anteriores películas, siempre tramposas y zafias, Michael Moore, me parece una estafa. En primer lugar, no es un documental, o en todo caso amañado y trucado para fingirlo; las entrevistas o tienden cepos o están preparadas, en complicidad con el interrogado, y la planificación lo deja bien claro, así como el propio Moore, narcisista hasta la desesperación pero pésimo e histriónico actor.
En realidad, es un panfleto de más de dos horas, cuando bastaban 15 minutos para decir lo que dice, y no prueba. Es lo que en los sesenta se calificaba de "amalgama", tan frecuente hoy que ni llama la atención, en lo que se mezclan cosas cuya relación es falsa o meramente aparente, ocultando unos datos y exagerando otros, sin vacilar en añadir alguno falso o fuera de contexto si conviene, y suele convenir.
Manipula groseramente, con remontajes perceptibles, los materiales ajenos que emplea. Todo para construir un discurso de autolucimiento y de halago al público "progre" y europeo, inútil para tratar de convencer a los que habría que hacer cambiar de actitud. Dudo que ese sea su objetivo.
El tratamiento facilón que da a Charlton Heston, cuya aportación al cine es mucho más importante que la de Moore, aprovechándose de que esté gagá y con Altzheimer, es propia de un tahúr sin escrúpulos. Es muy fácil ser un bellaco.
Texto preparatorio para la intervención en El Séptimo Vicio, en Radio 3. Escrito el 31 de mayo de 2003.
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