Prescindiendo, por el momento, de todo juicio de valor, parece evidente que en las tres últimas películas de Nunes, Noche de vino tinto (1966), Biotaxia (1967) y Sexperiencias (1968), hay elementos que merecen cierta atención, por lo insólito que resulta su existencia dentro del cine español. Por lo pronto, nos encontramos con que Nunes es uno de los pocos directores españoles que busca nuevas formas de expresión; lo cual, por otra parte, revela ya una de sus limitaciones, por cuanto sus experimentos se reducen a factores estéticos o, a lo sumo, rítmico-estructurales, con la excepción de Sexperiencias, obra más ambiciosa que las anteriores, pero, a mi juicio, mucho menos lograda. Es también digno de consideración el hecho —rarísimo en nuestro enfermizo panorama cinematográfico— de que José María Nunes lleve a cabo estas experiencias formales —por otra parte, no desprovistas de interés y de originalidad, y necesarias al cine de un país en el que no se ha hecho casi nada en ningún terreno, si se deja aparte a Berlanga y Saura, y no se tiene en cuenta la excepción que es Gonzalo Suárez—, con una obstinación y una libertad encomiables. Además, esta independencia no se manifiesta tan solo a nivel de producción, sino en la postura de Nunes, consistente en no hacer cine para la taquilla —ni para el público siquiera—, sino que lo concibe únicamente como un medio de expresión. Nos encontramos así ante una serie de películas llenas de defectos, pero muy personales, sin duda con elementos autobiográficos (explícitos en Biotaxia, pero presentes también en las otras dos). Esto y el que posea un estilo fácilmente identificable, convierten a Nunes en uno de nuestros escasísimos "autores" cinematográficos. Naturalmente, lo interesante no es que surjan autores, sino buenos autores, y Nunes, por el momento, no lo es. Pero como, si se autocritica y se contiene un poco, puede llegar a serlo, merece que se le preste una cierta atención y que se le considere muy por encima de Summers o un Lazaga, funcionarios impersonales que fabrican películas en serie.
Como observaba acertadamente José Monleón en su crónica de Molins de Rey (Nuestro Cine, número 60), el principal de los muchos y graves defectos de Noche de vino tinto, película mediocre, pero no exenta de interés, estribaba en el desnivel que hay siempre entre las imágenes y el texto. Este factor, que se da en sus dos films posteriores tanto como en Noche de vino tinto, desequilibra las películas, ya que, si bien visualmente están bastante logradas —en especial Biotaxia—, y no carecen de originalidad, en el aspecto verbal, siempre muy abundante y adoptando formas muy diversas (diálogos, monólogos, voces interiores y en off, cartelitos, etc.), hay errores gravísimos: el texto suele ser muy literario, falsamente poético, con un tono pedante y trascendentalista que acaba por irritar y, en resumen, falso e inverosímil. Para colmo, los actores —o quienes se hayan encargado de doblarles— recitan este texto de forma declamatoria o susurrante, reforzando pretenciosamente esta mala literatura, esta poesía trasnochada, que resulta especialmente ridícula en las explosiones de lirismo y en el uso de metáforas prosaicas y ramplonas. Porque Nunes, a fin de cuentas, es un existencialista sentimental, muy ingenuo y romántico, por mucho que intelectualice sus películas, cuyo aspecto literario parece obra de un pobre poeta borracho.
Todo esto resulta, en ocasiones, hasta simpático, y sin duda forma parte del modo de ser de Nunes, que nos habla en primera persona e intenta comunicamos sus problemas, sus preocupaciones y sus ideas (así, cuando en Noche de vino tinto Irazoqui exclama "¡Vete, lágrima!", resulta sublime de puro ridículo). Además, siendo tanto Noche de vino tinto como Biotaxia estudios de crisis sentimentales, el asunto no tiene demasiada importancia, aunque debía ser corregido. Pero donde sí resulta gravísima esta tendencia nunesiana es en Sexperiencias, donde se ha desarrollado hasta dominar toda la película, que es, además, la menos atractiva visualmente, y donde, al plantear la película un problema político, llega a convertirla en un demagógico y confuso batiburrillo de divagaciones ideológicas, en el que se mezclan las ideas y los nombres más "de moda" sin llegar a ningún resultado preciso. Esto revela, probablemente, que Nunes no tiene ideas claras, pero se puede aventurar que, aunque las tuviera, el resultado sería prácticamente el mismo, dado su estilo literario.
Lo más interesante de Nunes es, en consecuencia, el haber intentado crear unas estructuras narrativas (o no-narrativas, mejor dicho), más abiertas y originales que las vigentes en el cine español, y que no tienen equivalente más que en No contéis con los dedos (1967), de Portabella, Dante no es únicamente severo (1967), de Joaquín Jordá y Jacinto Esteva Grewe, y Después del diluvio (1968), de este último, obras teóricamente interesantes, pero, en mi opinión, totalmente fallidas. En Noche de vino tinto la estructura es muy simple, alternando una situación única —una pareja de solitarios, que se encuentran por azar, y recorren las tascas de Barcelona— en el presente con recuerdos del pasado de cada uno de los personajes (en flashbacks breves y muy luminosos). Sexperiencias tiene una estructura "abierta", en la que se integran desordenadamente todos los tópicos del cine falsamente moderno, y que, en un contexto más avanzado que el español, tampoco aporta nada nuevo. Biotaxia, por el contrario, posee una estructura más compleja —aunque no por ello confusa— y elaborada, perfectamente adecuada —aunque no muy rigurosa, por desgracia— a las ideas motrices del mundo de Nunes: la soledad, el tiempo, los recuerdos (en flashbacks muy señalizados como tales), la pareja, el encuentro, la ruptura, la tristeza y el inmovilismo. Por otra parte, las características muy especiales de la estructura de Biotaxia se asocian con otros dos factores fundamentales de las últimas obras de Nunes: por un lado, la investigación sobre el ritmo y sus variaciones dentro de una misma película y, por otro, las formas de agresión estética. De esta forma, y gracias también al excelente trabajo de Nuria Espert (con la Serena Vergano de Noche de vino tinto, el único intérprete acertado que ha tenido Nunes), Biotaxia logra una coherencia de la que carecen tanto su película anterior como la siguiente.
Lo primero que llama la atención en Biotaxia, y de forma muy provocativa y osada, es el principio: un primer plano fijo, con Nuria Espert inmóvil, que dura unos tres minutos, y que obliga a prestar una continua y muy prolongada atención a un plano inmediatamente leíble, o a no entrar en la película. A partir de entonces empiezan las vueltas atrás, que mezclan —más que alternan— distintos temporales. Es una lástima que esta estructura temporal sea caótica y desorganizada, ya que atemporaliza la película, en vez de acrecentar la tensión rítmica y luminosa que se crea desde el primer plano. No se establece en ningún momento una dialéctica pasado-presente, al igual que el desfase entre texto e imágenes impide una relación dialéctica entre estos dos componentes. Se puede imaginar lo que hubiera sido Biotaxia si Nunes hubiera tenido el rigor de Resnais en Te amo, te amo (Je t'aime, je t'aime, 1968).
A partir de ese largo primer plano que abre la película, Nunes va cambiando de plano, alejándose cada vez más del rostro de Nuria Espert, hasta llegar a un plano general de la actriz sentada en un sofá, en medio de una habitación. De ahí pasa a fragmentar el espacio rítmicamente, descomponiendo en planos diferentes partes de la cara de Nuria Espert. Toda esta planificación, en orden inverso, se repite al final de la película, que acaba en un nuevo plano (no el mismo) de tres minutos, con Nuria Espert inmóvil, estancada en una misma situación. Entonces —y sólo entonces, lo que prueba que Nunes no ha jugado al virtuosismo en esta ocasión— nos damos cuenta, retrospectivamente, de que la película ha seguido una estructura simétrica, variando progresivamente de ritmo (dado, sobre todo, por la duración de los planos y su relación entre sí) hasta un cierto punto, y luego desarrollándose en sentido inverso, pero sin ninguna rigidez. Esta estructura simétrica, bastante sutil, quizá no sea totalmente necesaria, pero parece ser lo que más ha interesado a Nunes y, en cualquier caso, es adecuada, por lo menos, al significado de la película, que resulta, en conjunto, y pese a graves defectos a todos los niveles (así Pablo Busoms, tan equivocado como Enrique Irazoqui en Noche de vino tinto, o todos los actores de Sexperiencia), bastante interesante y muy nueva dentro del cine español.
Lo malo de Nunes, en espera de su próximo film, y visto el fracaso total de Sexperiencia —en la que, sin embargo, hay algunos buenos detalles y, como en las otras dos, una excelente fotografía de Jaime Deu Cases—, es que no parece tener ideas claras, y mezcla cosas sin importancia con otras apasionantes, desequilibrando en mayor o menor medida los films que realiza. El personaje —como de costumbre en Nunes, anónimo— que interpreta Pablo Busoms en Biotaxia dice en un momento: "¿Tú sabes lo que tiene o no interés? No es fácil, llevo toda la vida intentándolo". Pues bien, lo grave de esta confesión (pues este personaje es un portavoz de Nunes: ha intentado escribir una novela que se llamaría Biotaxia, y que sería —como dice un rótulo antes de los títulos de crédito— un "intento de un análisis para clasificar a un ser viviente", "personaje creado en una noche de borrachera") es que Nunes no ha logrado todavía resolver el dilema, y da importancia a cosas sin interés y no la da a otras que sí lo tienen. De ahí que junto a una Nuria Espert muy sobria, casi impasible, haya un Pablo Busoms desdibujado, inexistente, y que, en el papel, debía tener tanto peso como el personaje femenino; que junto a escenas muy divertidas (como la de Joaquín Jordá, que supera al del telegrama de Noche de vino tinto), o interesantes (como la de Nuria Espert quitándose la peluca y dirigiéndose a los espectadores —hace de una actriz famosa y "progresista", y en algún momento parece que se interpreta a sí misma—, o la de la conversación telefónica) haya otras estúpidas e insoportables, y que a veces la película se reduzca a un lamentable "quiero y no puedo", mientras que en otras ocasiones resulta un experimento muy curioso.
En Nuestro Cine nº 86 (junio de 1969)