miércoles, 1 de octubre de 2025

Carrera que no corre algo queda

Ya sé que este título parecerá un acertijo. No otra cosa, para quien no esté en el ajo, y la contemple desde fuera, a cierta distancia, parece la obra, escasa y discontinua, probablemente frustrada, sólo en parte recordada, de Miguel Picazo. Uno de los más brillantes «egresados» de la mitificada EOC, de las primeras revelaciones del Nuevo Cine Español. Y sin embargo, en 21 años, cinco películas, varios trabajos para TVE. De su dedicación docente no hay huellas visibles, aunque pueda haberle quedado a él la gratitud de sus alumnos. 1964 y La tía Tula: comienzo prometedor. Tres años después, los restos que dejó la censura de Oscuros sueños de agosto pasan sin pena ni gloria, sin siquiera escándalo, sin la curiosidad que despiertan (o debieran) los elementos en juego: Víctor Erice entre los guionistas, un reparto rarísimo, la mezcla de Cesáreo (González), Marciano (de la Fuente) y Ricardo (Muñoz Suay) en el equipo de producción (y ni por ésas). Entre las inesperables (a priori, menos una vez vistas) El hombre que supo amar (1976) y Extramuros (1985), Los claros motivos del deseo (1976), un título que suena a réplica o a un intento (fallido) de medrar de la confusión con Ese oscuro objeto del deseo que hizo Buñuel el mismo año, y que no enlaza, como pudiera pensarse, diez años después, con Oscuros sueños de agosto. Tampoco fue TVE su refugio: si no recuerdo mal, diferentes incursiones a mitad de los 70, Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, en la serie Los libros; en 1982, la Sonata de Primavera de Valle-Inclán, adaptada por Enrique Llovet. Se diría que a Picazo, como es tan frecuente por estas tierras, lo empujaron a la cuneta no más asomó la cabeza; y allí le dejaron, sin que lograra escapar del hoyo, suponiendo que no estuviese conforme con vivir al margen. No pudo revalidar la primeriza madurez de La tía Tula, a mi gusto muy infiel a Unamuno, pero probablemente muy de Picazo. No pudo ni insinuar lo que parece entreverse en las imágenes extrañas, híbridas, mutiladas, de Oscuros sueños de agosto. Tanto la primera como la tercera y la quinta, es decir, sus obras cinematográficas «nones» tenderían a indicar que era un cineasta perfectamente integrable, quizá el que de todos sus compañeros de promoción mejor hubiera encarnado el secreto ideal de casi todos los que han estado al frente de la Administración pública de la Cinematografía (y de todos los que han estado en la sombra, sin dar la cara, inspirándola o intrigando para mantener sus privilegios) y de la Televisión entonces única y pública: el modelo academicista y pulcro de la BBC, bonita fotografía, actores competentes, base literaria, acabado industrial competitivo. Pero no se dieron cuenta o les asustaron (si las hizo) sus propuestas.

No sé si pudo desarrollar un estilo, ni siquiera estoy seguro de que eso entrase en sus planes, pero demostró talento en la dirección de actores, sin arredrarse ante los imposibles. De los tres posibles caminos que tiene ante sí el que aspira a hacer cine en España, le tocó, como a todos los que no ceden, el del paro intermitente. Y, como siempre que el cuerpo no acompaña, la jubilación no remunerada prematura.

En "Miguel Picazo, un cineasta jiennense". Jaén : Diputación Provincial, 2004.

No hay comentarios:

Publicar un comentario