Otra muestra ilustre de la política de la Warner en los años 30, que ha tardado un año menos en verse en este país que Black Legion y por motivos semejantes y siempre de actualidad. No es, pese a lo que su título promete, una biografía de gran hombre en sentido estricto, pues evita cuidadosamente los mayores peligros que acechan al género de las biopic: la hagiografía del biografiado y un extraño principio de causalidad teleológica que hace a muchos guionistas pensar que todo en la vida de un artista, científico o político es interesante, significativo y parte de su trayecto hacia la fama y la gloria. Así, más que la vida de Zola, lo que ha interesado a los autores de este film (Dieterle, Heinz Gerald, Geza Herczeg, Norman Reilly Raine) ha sido el célebre y escandaloso «caso Dreyfus», narrado con gran sentido dramático (complot, investigación, juicio) y con verdadera indignación ante la injusticia estatal dedicada, con todas sus fuerzas, a aplastar a un individuo por el simple hecho de ser judío.
The Life of Emile Zola se inscribe de lleno dentro de dos tradiciones americanas que casi han desaparecido: una cinematográfica, la del artesanado eficiente (fotografía de Tony Gaudio, música de Max Steiner, decorados de Anton Grot, montaje de Warren Low, actores como Paul Muni, Joseph Schildkraut, Gale Sondergaard, Donald Crisp, Lumsden Hare, Morris Carnovsky, Louis Calhern, Harry Davenport, Vladimir Sokoloff, hasta el último comparsa), con abundante participación de emigrantes y refugiados y bajo la protección de productores responsables (Hal B. Wallis, Henry Blanke); otra política, la del liberalismo progresista, con su desconfianza —siempre justificada a posteriori— frente al estado, su vocación de abogar por causas perdidas y su verdadera sed de justicia.
En Dirigido por nº 63 (abril de 1979)
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