Célebre musical con números de bailes creados y dirigidos por Busby Berkeley, suele despreciarse más del 80% de la película, que es sin embargo, a mi entender, lo más característico y valioso: es decir, el drama teatral, dirigido sin contemplaciones, con concisión, sequedad y eficacia por el olvidado Lloyd Bacon, típico ejemplo de lo que —en cualquier género— distinguía a la Warner de las demás productoras durante los años 30. Decididos partidarios de Franklin Delano Roosevelt, los hermanos Warner volcaron todo su poder en apoyo de la causa progresista del New Deal, lanzando al mercado películas de gangsters que mostraban la corrupción desatada por la Ley Seca (que Roosevelt revocó), films sociales que describían el paro, la miseria y los vagabundos de la Depresión, o que denunciaban los abusos de ciertos grupos monopolistas y la amenaza que suponía la emergencia de grupos criptofascistas y xenófobos equivalentes a los que, con mayor o menor fuerza, habían surgido en Alemania, Italia, Francia, España, Inglaterra; contrariamente a lo que solía ocurrir en las películas de estudios republicanos como la M.G.M., más conservadores, las de la Warner ofrecían una visión —aunque estilizada— más realista, menos embellecedora, más «negra» y con menor tendencia al «happy ending». Tema éste, el de la política de las productoras —sobre todo en año electoral —, de gran relevancia, y muy poco estudiado (incluso en Estados Unidos, Inglaterra y Francia).
En Dirigido por nº 63 (abril de 1979)
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