Famoso, olvidado, ignorado —sus films son hoy difíciles de ver en todo el mundo—, descubrimos ahora, casi por casualidad, y gracias a TVE, a Preston Sturges (1898-1959), uno de los más grandes autores del cine americano.
Ya su segundo film, Navidades en Julio (Christmas in July, 1940) nos había permitido conocer a Sturges, que se presentaba como un "pariente" cinematográfico de Lubitsch, McCarey y Capra, más rebelde y lúcido que estos últimos, menos cruel y brillante que el primero, pero de una importancia comparable: Sturges es, con ellos y con Hawks y Cukor, el creador de la gran comedia clásica americana. Rehuyendo el optimismo y el sentimentalismo tan frecuentes en los Estados Unidos de aquella época, las comedias de Sturges se revelan tan perfectas (actores, planificación, diálogos, guión) como las de Capra y McCarey. pero más eficaces, más duras, más amargas, evitando cargar las tintas (tanto en las escenas dramáticas como en las de felicidad) y sin caer ni en el melodrama ni en la comedia loca y pintoresca. El humor de Sturges es afilado como una cuchilla de afeitar, y actúa como un escalpelo para sondear y criticar la realidad social que le circunda. Todas estas virtudes, que hacían ya de Navidades en julio una obra maestra, se manifiestan con mayor fuerza y evidencia todavía en Sullivan's Travels (1941), hasta ahora inédito en nuestro país.
Sullivan's Travels es un film moderno como pocos. Constituye una reflexión sobre la función del artista (explícitamente, del cineasta). Es, pues, un film moral, pero salvado por el humor de cualquier teoricismo. El ejemplar guión (como siempre, original del propio Sturges) narra la historia de Jack L. Sullivan (Joel McCrea), famoso director de comedias que, consciente de la gravedad del momento (guerra, paro, pobreza; decide hacer un film sobre los miserables y los vagabundos. Los productores no quieren ni oír hablar de un cine a lo Capra (Sullivan le defiende), y para disuadirle le hacen ver que no conoce la pobreza y que no podrá hacer un buen film. Entonces Sullivan se viste de pordiosero y se va, sin dinero, a recorrer el país para estudiar la otra cara de los Estados Unidos. Se tropieza entonces con una joven (Veronica Lake), decepcionada, que no ha logrado hacerse actriz, y tienen juntos diversas peripecias humorísticas —durante las cuales se enamoran— que, finalmente, una vez sumergidos en la pobreza, se vuelven cada vez más amargas. De regreso en Hollywood, Sullivan decide partir una vez más, solo, para repartir 1000 dólares entre los vagabundos. Entonces uno le golpea y le roba. Sullivan desaparece, y le dan por muerto al encontrar un cadáver inidentificable que lleva sus botas. Mientras, él despierta casi amnésico en un tren. Un empleado del ferrocarril le golpea por vagabundo, Sullivan reacciona y es condenado a seis años de trabajos forzados. La comedia, el juego, la experiencia segura (con las espaldas guardadas) se ha convertido en drama, en realidad: Sullivan es maltratado hasta que, por fin, logra comunicarse con sus amigos y es puesto en libertad. El caso ha sido muy comentado, y los productores desean que haga su film social, pero Sullivan se niega; aún no conoce la miseria, aún no ha sufrido bastante, y además se ha dado cuenta —en presidio— de que ayudará más a los desgraciados haciéndoles olvidar sus penas con una comedia.
Sturges plantea, pues, el dilema del director de cine consciente, y su duda entre dos actitudes. Y lo más genial es que no sólo lo plantea con lucidez, y lo expone con claridad, sino que, además, lo resuelve, haciendo con Sullivan's Travels los dos films que sucesivamente quiso hacer su protagonista: una comedia, por un lado, y un drama social, un testimonio, sobre todo. Y en Sullivan's Travels predomina la gravedad, la virulencia no esquemática, la amargura de este segundo aspecto, a través de un film verdaderamente dialéctico, que critica a la vez las convenciones de la comedia y del drama social, huyendo de compromisos y autocomplacencias, cambiando de tono y de tema con una habilidad insuperable, analizando a la vez el cine y la sociedad, haciendo un documental sobre la pobreza y sobre Hollywood. Film autobiográfico por tanto, meditación consciente sobre su deber y solución sintética del problema dentro de la misma obra.
Como Navidades en julio, pero de forma más explícita y aún más grandiosa, Sullivan's Travels nos revela la mirada penetrante e irónica, desmitificadora y crítica de un cineasta que, para no perder la independencia y la libertad de la que gozó en los años 40, no dudó en emigrar a Europa en 1953, donde, por desgracia, no pudo continuar, de todas formas, la valerosa trayectoria que inició en Hollywood, en 1940, con su primer film, The Great McGinty, y que ha dado lugar a obras tan modernas y geniales como Sullivan's Travels.
En El Noticiero Universal (31 de marzo de 1969)
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