miércoles, 25 de junio de 2025

The Rain People (Francis Ford Coppola, 1969)

Considerada todavía por muchos como la mejor película de Coppola —opinión que, al menos durante algún tiempo, compartía su autor—, Llueve sobre mi corazón es probablemente la más reveladora. Aunque esté, para mí, muy lejos de dar una idea de lo mejor que es capaz de hacer, indica con precisión sus limitaciones, las tentaciones que le acosan y algunas de sus habilidades más convencionales. Y en la medida en que Coppola es un cineasta fundamentalmente inseguro, propenso a las caídas y recaídas tanto como a los resurgires victoriosos, puede reflejar su posición más justamente que sus obras maestras, que tienen algo excepcional que no siempre está al alcance del director. Es decir, que si se quiere cine de verdad, apasionante, más vale ver La conversación (1974), El Padrino, 2ª parte (1974) y Apocalypse Now (1979), aventurándose a lo sumo a El Padrino (1972); pero si se pretende conocer a Coppola, calibrar su valor medio, entonces hay que ver The Rain People, porque sólo con las tres grandes se podría pensar que es un genio, y no creo que sea el caso, por mucho talento que tenga.


The Rain People es una película bastante emocionante y muy irritante, tan interesante como decepcionante. Continuamente bordea el ridículo, el melodramatismo (no el melodrama), el esteticismo, el mensajismo y otros varios «ismos», entre ellos esa variante del «modernismo» tan voluntariosa, superficial y llena de estupidez que habría de llamar modernez. Si te dejas enfurecer por todo lo que de deliberadamente malo y presuntuoso hay en The Rain People, te parecerá un muestrario de cómo hacer mal uso del talento. Si uno hace la vista gorda ante los defectos más sensibles —que son casi siempre ópticos— y se desentiende del enfatismo y la machaconería con que se nos intenta explicar lo evidente, no se sabe si para emocionarnos o porque se nos presupone tontos, puede conseguir a cambio de esa benévola ceguera relativa, ver algunas cosas que el uso poetizante de los objetivos tiende a oscurecer o velar: más que una historia, el retrato de unos personajes, casi muy bien interpretados por James Caan, Shirley Knight y Robert Duvall.

En Casablanca nº 34 (octubre de 1983)

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