viernes, 27 de junio de 2025

La Guerre est finie (Alain Resnais, 1966)

 

"¡Qué Grande es el Cine!" (18/12/2000)

Debate en torno a la película ‘La guerra ha terminado’ de Alain Resnais (1966). Con José Luis Garci, Clara Sánchez Muñoz, Miguel Marías y Oti Rodríguez Marchante.

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Pocos cineastas han logrado, como Alain Resnais, hacerse famosos como cortometrajistas. Con sus dos primeros largos, Hiroshima mon amour en 1959 y El año pasado en Marienbad en 1961, se convirtió ya en uno de los autores cinematográficos más célebres de comienzos de los años 60.

Curioso, pues, que hoy esté -fuera de Francia- tan total e injustamente olvidado que algunos parecen darle por muerto; de hecho, la rencorosa "celebración", el año pasado, del cuarenta aniversario de la Nouvelle Vague fue aprovechada por muchos para enterrar vivos a la mayoría de sus integrantes, aprovechando para ello que sus películas recientes no suelen estrenarse entre nosotros, y cometiendo así injusticias escandalosas, entre otros, con Jacques Rivette y con el mismísimo Resnais, que casualmente ha hecho varias de sus mejores obras después de 1980.

Yo he de confesar que mis favoritas, tras Muriel (1963) e Hiroshima, son el díptico Smoking/No Smoking (1993). Con eso estoy dando a entender que La Guerre est finie no es una de las suyas que prefiero, pero conviene dejar claro que, aún así, me gusta mucho y le tengo un gran respeto. Lo que ocurre con ella es que tiene problemas de difícil solución, como suele suceder con los relacionados con el reparto y el lenguaje.

La Guerra ha terminado trata de españoles exiliados, de militantes comunistas que cruzan clandestinamente la frontera a mediados de los años 60 para -entre otras actividades reiterativas- tratar inútilmente de montar una huelga general política con la que los ilusos dirigentes del PCE creían ir a derrocar a Franco. Pero, como era inevitable por aquellas fechas, NO es una película española, y apenas alguno de los personajes más insignificantes está encarnado por un actor español. Se trata de una co-producción franco-sueca, rodada en Francia -sobre todo en París- y -supongo que algunos interiores- en Estocolmo. Los actores son el francés Yves Montand, la sueca Ingrid Thulin y una serie de veteranos especializados en hacer "cine social" francés y -curiosa coincidencia- polars, es decir, cine "negro" francés, es decir, pobladores de las películas de Melville o Jacques Deray. No deja de ser curiosa esa filosofía de "casting", que equipara obreros y delincuentes, no tan diferente de la tendencia hollywoodense a llenar de rusos, mexicanos e italianos cualquier película de ambiente español (véase, sin ir más lejos, Por quién doblan las campanas de Sam Wood). Aunque de vez en cuando hablan entre sí, esforzadamente, en español, lo cierto es que suenan falsos, con un acento y sobre todo un tono muy raro, y ni siquiera hablan en francés con acento español, lo que introduce un factor de inverosimilitud muy molesto. Hay que decir que, pese a ello, el doblaje español es mucho peor: no hace falta acento ni tono extranjero para que todo suene, además de falso, sumamente engolado, hasta tal punto que se diría doblada por gente contraria a la película.

Es lástima que sea así, con todo, porque la historia que cuenta nos afecta a todos y es sumamente interesante. De hecho, se trata del primer guión cinematográfico de Jorge Semprún, y es probablemente el más personal y autobiográfico de cuantos ha escrito y yo conozco, para mi gusto el mejor y sin duda alguna el convertido en cine con mayor empeño y fortuna.

No es que, en general, sus guiones me parezcan malos, salvo que el simplismo excesivamente esquemático de Z sea tan de Semprún como de Costa-Gavras, pero cabe decir que las películas basadas en ellos suelen pecar de un cierto academicismo y de una concepción narrativa propia de una formación muy de los años 40-primeros 50, que los hace anticuados y dependientes, para funcionar, de una puesta en escena precisa, sobria y rigurosa, cuando a menudo han recibido justo el tratamiento contrario, el más contraproducente.

Esto, por suerte, no sucede en La Guerra ha terminado. Sin duda, Resnais es más inteligente que Costa-Gavras, Yves Boisset y hasta el chocheante y cansino Joseph Losey de Las rutas del Sur. Por eso, es quizá esta la película de ficción más fiel a Semprún, aunque hay un par de documentales (uno de ellos realizado por él mismo) que quizá consigan transmitir mejor lo que en sus novelas suele ser más interesante. Advierto, por si se emitiera -ojalá- esta película en dual, que la misteriosa voz interior de un narrador que interpreta en segunda persona al protagonista, y que parece suya, es la del propio Semprún. Y si no es así, hago constar que Semprún no habla ni de lejos con el tono que le han impuesto en el doblaje.

Es una película más sobria y realista, formalmente menos brillante que las anteriores de Resnais. Hay muy poco juego de movimientos de cámara y no está construida en flashes, ni como cascadas de recuerdos en flashback ni como interferencias de la fantasía o premoniciones. Hay, por supuesto, alguna breve imagen evocada, alguna imagen mental invasora. No es confusa ni sucede entre el pasado y el presente, aunque el pasado gravite obsesivamente sobre la vida de la mayoría de sus personajes, hasta los más pasajeros, porque viven pendientes de la España que fue destruida por la guerra civil, y algunos se alimentan del espejismo de que la España de 1965 sea la misma que de 1936 ó 1939.

Pero lo importante de verdad no es la estructura, ni el texto, sino, como siempre en Resnais, la dirección de actores. Pese a las limitaciones de "casting" ya comentadas, hay que decir que es más madura y veraz que en ninguna de las tres obras anteriores, quizá porque los personajes son más concretos y están más cerca de la realidad cotidiana, incluso cuando se olvidan de ella.

La cuarta película larga de Alain Resnais aborda, de nuevo, tras los campos de exterminio (Nuit et brouillard), la amenaza atómica (Hiroshima), la alta burguesía (Marienbad), el recuerdo de Argelia (Muriel) una de las obsesiones de la izquierda europea; en esta ocasión, la que quizá fuera su mayor trauma: la cuestión española.

Hay que decir que, apenas veladamente, Semprún expone en La Guerre est finie algunas de las razones que le habían llevado, poco antes, a dejar el PCE, que a su entender, desde fuera del país, había perdido todo contacto con la realidad y planteaba una estrategia de dudosa eficacia, cosa que a los que entraban y salían no les podía pasar desapercibida. Pero expone también las relaciones de camaradería que le ligan a otros miembros secundarios del partido, y defiende la postura pacífica adoptada frente a la insensata y frívola violencia terrorista de un grupo de jóvenes leninistas teóricos, aún más dogmáticos que sus viejos dirigentes, y la esquizofrenia de cambiar constantemente de identidad, de mentir por sistema, de llevar varias vidas ficticias y apenas una propia, de la angustia y la zozobra y la suspicacia del que se siente espiado, perseguido.

Todo esto, que sin duda refleja experiencias personales vividas por Semprún, Montand y Resnais han conseguido hacérnoslo sensible y hasta palpable.

Lo que más me gusta de la película son, casi todo, las escenas de la relación amorosa que mantienen Diego (Yves Montand) y Marianne (Ingrid Thulin), quizá la primera madura, sana, no neurótica que ha mostrado Resnais, y que contrasta con la afectada aventura epidérmica y sin futuro en que se deja tentar Diego o "Domingo" por parte de Nadine (Geneviève Bujold).

Así, el despertar de YM, en la cama, junto a IT, con reflejos de luces por la ventana.

O el suspense del guardia que les para y pide la documentación

por no llevar los faros del coche encendidos.

O la escena en que YM contempla cómo IT deja la caja con explosivos en la consigna de la estación, y al irse los dos se cogen de la mano.

O cuando IT detiene el coche y hablan los dos.

O cuando YM se asoma al puente. IT: Qu'est que tu fais? YM: Rien, je regarde la nuit; IT le abraza, le besa; YM le propone irse los dos a España; IT: Alors, on ira en Espagne...

Texto preparatorio para la intervención en ¡Qué grande es el cine! (18 de diciembre del 2000).

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