viernes, 20 de junio de 2025

To Have and Have Not (Howard Hawks, 1944)

Pasa por ser Tener y no tener –según Hawks, y éste decía que el escritor estaba de acuerdo– nada menos que la peor novela de Ernest Hemingway. En realidad, lo que creo que ambos podrían querer decir es que era un libro “menor”, sin pretensiones de trascendencia. Porque se lee en un soplo y con interés y emoción, y eso lo convierte, como a tantos “pequeños libros” en materia prima –mucho más que las obras maestras de la literatura– idónea para extraer de sus páginas, adaptando parte muy libremente, una gran película, que es lo que es, en mi opinión, el To Have and Have Not de Howard Hawks, con otras tres o cuatro más, una de las cumbres de Hawks y, por tanto, una de las cimas del cine: las hay tan buenas pero no mejores.

Para empezar, por aquel tiempo Howard Hawks todavía no había renunciado a la emoción –como lo hizo durante casi 20 años tras la secuencia de apertura de Red River (1947/8), es decir, tras la desgarradora despedida de John Wayne y Coleen Gray–, y eso le permitió captar en directo el descubrimiento mutuo de Humphrey Bogart y Lauren Bacall, cuya relación se convierte en el auténtico corazón de la película, sin por ello eclipsar, sino reforzar y ampliar el componente ideológico, antitotalitario y demócrata, que comparte con Casablanca (1942), desde una perspectiva, como le cuadra a Hawks, más estoica y a la vez más pragmáticamente carente de escrúpulos: los héroes hawksianos no son idealistas, sino escépticos y realistas, y si actúan bien es un tanto a regañadientes y hasta más bien a su pesar. Por eso mismo, To Have and Have Not no es, como Casablanca, un gran panfleto, simplemente porque no es un panfleto. No hay retórica ni propaganda, Harry Morgan apoya a los que le caen bien y se opone a los que le caen mal en cuanto le molestan o se meten con sus amigos.

Hay una ética hawksiana elemental, si se quiere, pero fundamental y muy clara, que se repite una y otra vez a lo largo de toda su obra: no hay que despreciar, burlarse o maltratar a los más débiles o indefensos, por ejemplo a los borrachos como Eddie (Walter Brennan) aquí o Dude (Dean Martin) en Rio Bravo o J.P. Herrah (Robert Mitchum) en El Dorado. Es una moral que le coloca enfrente de los tiranos, los dictadores y los autoritarios, incluso cuando la coyuntura histórica y las circunstancias lo pueden en cierta medida justificar. Pero si se pasan, como Tom Dunson (John Wayne) en Red River, pierden el apoyo de Hawks, que se pasa al bando de Matt (Montgomery Clift) y la mujer enérgica y pacificadora (Joanne Dru).

De esta ética está hecha en su integridad To Have and Have Not, que solemos considerar como una muestra ejemplar y típica del cine clásico americano, cuando en realidad es, creo yo, uno de los más claros precedentes del cine moderno de la Nouvelle Vague francesa. Se piensa siempre en Rossellini, Renoir, Hitchcock, y se tiende a olvidar, entre sus precursores, antecedentes e influencias fundamentales a Jean Cocteau, Jean Rouch, Jean Vigo, Max Ophuls, Sacha Guitry y Howard Hawks.

Así tenemos que To Have and Have Not, pese a su apariencia, apenas contiene acción y muy escasa violencia –instantánea, fulgurante, en tres escenas–; es más, apenas hay argumento, es una película que no se puede contar porque apenas pasa nada, aunque no paren de suceder pequeñas cosas, miradas, frases, gestos, pasos, bromas, pullas, alusiones más o menos irónicas o crípticas que sirven para detectar afinidades y complicidades o, por el contrario, incompatibilidades. Pero que no existen más que en la pantalla, en el momento en que ocurren y en cada una de las ocasiones que contemplamos la película.

Toda ella es un entretenido e ingenioso toma y daca entre unos y otros personajes, principalmente entre Harry Morgan (a quien Lauren Bacall moteja siempre “Steve”) y Marie Browning (a quien Bogart llama “Slim”), pero que se extiende de todos a todos, amigos o enemigos, sellando alianzas o sembrando desconciertos. Todas las escenas entre Bacall y Bogart, que seguro acabaron resultando más largas y más numerosas de lo inicialmente previsto, a menudo suenan y saben a improvisaciones sobre la marcha, a desarrollos naturales de una relación que se iba atando.

Es un buen (pero no indiscreto) documental sobre un enamoramiento que es también respeto mutuo, sentido del humor, complicidad, amistad, camaradería, sincronización espontánea, entendimiento sin necesidad de palabras, comunicación continua, acuerdo implícito, confianza y lealtad. Y es una delicia, un placer continuo, ver todo esto en la pantalla, porque no es frecuente presenciarlo, ni en el cine ni tampoco, ay, en la vida real. Porque nos demuestra que, aunque infrecuente y difícil, si se quiere hasta improbable, no es imposible lo que vemos suceder una y otra vez ante nuestros ojos, y sin que nos quepa la menor duda acerca de lo que está sucediendo, ya para la eternidad, mientras subsista una copia de To Have and Have Not. No son dos grandes actores fingiendo que se asombran, se reconocen, se maravillan y se quieren, Bacall ni era aún actriz, e intuimos, sin poder dudarlo más allá de nuestra primera sorpresa, que aquello va en serio, es de verdad, no estaba (o no así, por lo menos, no tan rápido) en el guión. Hawks demuestra que el llamado “flechazo”, o “amor a primera vista” (quizá mejor “a segunda mirada”) puede existir en la realidad, no es una invención poética, literaria, teatral o cinematográfica, que algunos atribuyen a los románticos, pero que tiene muy remotos y antiguos antecedentes. Y no es precisamente Hawks un romántico: los incrédulos y escépticos pueden confiar más en él que en Leo McCarey, Frank Borzage, Gregory LaCava, John M. Stahl, Mitchell Leisen, Josef von Sternberg, Erich von Stroheim o Ernst Lubitsch.

Por último, sin llegar a ser un musical, To Have and Have Not comparte con varias otras películas de Hawks –como Ball of Fire, A Song Is Born y Gentlemen prefer Blondes–, una cierta fluidez y armonía espontánea tanto de canciones como de baile y, en general, de movimiento, que es, curiosamente, lo que muchas veces puede observarse entre una pareja en comunicación. Es lo que detecta de inmediato Frenchy (Marcel Dalio) en las primeras miradas que intercambian Lauren Bacall y Humphrey Bogart: les mira como quien sabe lo que anuncian como inminente, como ya presente (aunque ellos aún no lo sepan) las miradas intrigadas y aprobatorias de ellos.

Pero hay también en esta película otros grados y otras formas de afinidad, de simpatía, de entendimiento recíproco que el ojo de halcón de Howard Hawks capta y retiene igualmente a través del objetivo de la cámara de Sid Hickox: véase cómo Lauren Bacall escucha y mira a Hoagy Carmichael (soberbio actor, además de compositor y cantante) interpretando “Am I Blue” antes de sumarse a él, y cómo empiezan y terminan todas sus actuaciones conjuntas. Sin olvidar las elocuentes, francas miradas, a veces irónicas o provocadoras, siempre con humor, de Lauren Bacall.

Por todo eso he creído siempre que To Have and Have Not –empatada con “–only Angels have wings”, Red River y Hatari!– era, además de una de las obras maestras máximas de Hawks, una muestra indiscutible de los poderes del cine.

En “El universo de Howard Hawks”. Madrid : Notorious, 12 de noviembre de 2018.

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