viernes, 14 de junio de 2024

The Man With the Golden Arm (Otto Preminger, 1955)

Por fin, aunque con enorme retraso, se ha estrenado en España The Man With the Golden Arm de Otto Preminger. En ese año, Preminger hizo la primera película sobre las drogas, violando así el Código Hays, que entabló un proceso contra Preminger y negó el sello de la M.P.A.A. a El hombre del brazo de oro. Pero, al igual que en 1953 con The Moon is Blue, Preminger —que es también abogado— ganó el pleito. La película fue estrenada en todos los Estados de la Unión y el Código tuvo que ser modificado para dar cabida a un nuevo tema, ex-"tabú", que luego daría obras como Bigger Than Life (1956) de N. Ray, que ya es hora de que se estrene en España, antes de que sea una pieza de museo.

Total, que, doce años después, The Man With the Golden Arm, una de las obras fundamentales del maestro vienés del cine americano, ha llegado por fin a España.

La película cuenta con un hábil y espléndidamente estructurado guión de Walter Newman, Lewis Meltzer y el propio Preminger, que adapta, sin mucha fidelidad (como es clásico en el autor de El cardenal), una conocida novela de Nelson Algren. A este guión se le han reprochado, fundamentalmente, dos cosas: dar cabida al "melodrama" y tener "final feliz". De esto último me ocuparé más tarde, pero a lo primero hay que responder que, aparte de que el melodrama no es un género cinematográfico menor (ahí está toda la obra de Douglas Sirk y parte de la de Minnelli, por ejemplo), este juicio sobre El hombre del brazo de oro no puede resultar sino de una visión estrecha y esquemática, y no hay director cuya obra rechace más la aplicación de esquemas preconcebidos que la de Preminger, cuya casi mítica objetividad le ha valido el sambenito de "frío", al cual yo opondría, aparte de obras tan apasionadas como Carmen Jones (1954) o Laura (1944), otras tan apasionantes como Exodo (1960), Bonjour Tristesse (1958), o, sin ir más lejos, The Man With the Golden Arm (véanse las escenas de amor Frank Sinatra-Kim Novak, o el personaje de Eleanor Parker, misterioso y fascinante).

Estilísticamente, El hombre del brazo de oro prolonga la línea lírica, sombría, fascinante y misteriosa de Laura y otros films negros, y que tiene su "climax" en Anatomía de un asesinato (1959) y el reencuentro, en Nueva York, de Don Murray con su pasado, en Tempestad sobre Washington (1962).

La fotografía oscura y nítida de Sam Leavit expresa a la perfección la lucha entre el mundo sucio, negro y misterioso de los bajos fondos de Chicago y la voluntad esclarificadora, de conocimiento total, de Preminger. La nitidez (que nada tiene que ver con la fotografía) de su puesta en escena contrasta así con la complejidad de los personajes que nos va desvelando. Casi todas las secuencias de este film de casi dos horas que sólo tiene unos 150 planos (lo normal es 600 o más) están rodadas en un solo plano, de modo aparentemente sencillo. Pero no se piense por ello que Preminger sigue un parti-pris férreo de hacer planos-secuencia: cuando motivos espaciales (paso de la calle a una casa) o dramáticos (la primera vez que Sinatra llama "Molly-O" a Kim Novak, Eleanor Parker descubierta) lo hacen necesario, Preminger no duda un momento en interrumpir el plano o hacer una maravillosa serie de planos-contraplanos. Usando la pantalla normal corno si fuese Cinemascope, siguiendo con la cámara los movimientos de los actores, registrando la totalidad del entorno, de los decorados, de la circunstancia de sus personajes, dirigiendo a los actores (hasta el último secundario) como sólo él puede hacerlo, Preminger nos da a conocer total y cinematográficamente a sus personajes.

Pero The Man With the Golden Arm no es sólo un tema de importancia social como el de las drogas, sino, además, una de las más bellas historias de amor que ha contado el autor de Laura. Y ahí tenemos escenas como aquella en que Kim Novak sale, rendida y casi dormida, del cabaret, y encuentra en su casa a Frank Sinatra, ensayando la batería, y hablan, hasta que él se da cuenta de que "Molly" se ha quedado dormida, sentada en la cama, y entonces le quita el vaso de leche de las manos, la tiende sobre la cama, la cubre con la gabardina, suavemente, apaga la luz, se sienta en un sillón, se tapa con la chaqueta y se duerme. O ese increíble plano-secuencia en que pasan ante un escaparate con una lujosa cocina y los maniquíes de un matrimonio, y se ponen a comentar la "escena", y acaban representándola ellos. O aquella otra en que, tras varios ataques (en un plano) de Frank Sinatra, que está enfermo a causa de que necesita drogas y no puede resistir los dolores (en los que Preminger consigue el milagro de hacer ataques de histeria sin histerismo, sin efectismo y sin "número de actor"), cae al suelo tiritando de frío, y Kim Novak le abriga, le arropa, y por fin acaba tumbándose sobre él para darle calor.

Y vamos ya con el final, uno de los mejores y más ambiguos de la obra de Preminger, rica en este tipo de finales. No comprendo cómo puede llamarse final "feliz" a éste. Cierto que acaba con Frank Sinatra que se aleja, y Kim Novak que se pone a su lado, y que, de momento, "Frankie Machine" está curado, y ahora, muerta su mujer, puede ser feliz con "Molly". Pero decir que eso es un fin feliz es quedarse en las apariencias. Pues se olvida que "Frankie" ya se curó, pero recayó en el vicio, y nada impide que vuelva a suceder. Y se olvida que Eleanor Parker, su mujer, que le tuvo engañado para sujetarle con su invalidez y no perderle, ha mentido una vez más, antes de morir, al decirle que le quería y que mató al traficante de drogas para salvarle. Y que "Frankie" ya no encontrará trabajo ni como jugador (pues fue sorprendido haciendo trampas) ni como músico (pues estaba drogado y no superó una prueba definitiva). Y para darse cuenta de cómo todo esto pesa sobre la pareja basta fijarse en Frank Sinatra y en la mirada de Kim Novak, cuando se acercan a la cámara, que sube para dejarles paso, y reencuadra la calle: la ambulancia se ha ido, la policía sube a su coche, "Sparrow" (un pobre tonto cuyo único amigo era "Frankie") se aleja, solo. Un gris amanecer en una calle sucia.

Publicado en El Noticiero Universal (2 de noviembre de 1967)

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