miércoles, 31 de enero de 2024

Ride Lonesome (Budd Boetticher, 1959)

Decidir qué western de Boetticher es el que uno prefiere es un asunto decididamente complicado, por mucho que uno vaya acotando —como el propio cineasta en sus incursiones en el género— el territorio abarcado. Y no es que haya rodado un número excesivo, y que los árboles impidan ver el bosque en su conjunto y dificulten la elección, sobre todo si tenemos en cuenta que no he visto The Cimarron Kid (1951), Bronco Buster (1952) y Wings of the Hawk (1953), con lo que quedan en total once que conozco. Aunque encuentro sumamente interesantes los otros tres —Horizons West (Horizontes del Oeste, 1952), Seminole (Traición en Fort King, 1953) y The Man from the Alamo (El desertor de El Álamo, 1953)— que rodó antes de su decisivo encuentro con Randolph Scott en Seven Men from Now (1956), y también el único que ha hecho después de esa serie y de sus desdichadas peripecias mexicanas, A Time for Dying (1969), creo evidente que sus mejores trabajos en el género han de buscarse entre las siete películas que hizo con el más sobrio e irónico de los actores.

Me gusta mucho más que a su realizador Westbound, que se asocia al ya abusivamente denominado ciclo Ranown, sin tener nada que ver con él, salvo el protagonista y algún secundario, aunque estoy dispuesto a admitir que es la peor de la serie. Pero con las seis obras maestras que quedan se presentan ya suficientes dilemas, y no sólo por su —para mí— uniforme excelencia, sino por la inextricable combinación de diferencias y semejanzas que se dan entre ellas, y que al tiempo propician y complican la comparación, incitan a ella y desaniman de la posibilidad de explicar razonablemente los motivos que llevan a preferir unas a otras.

La primera dificultad, como entre las películas de Ozu realizadas entre 1949 y 1962, estriba en distinguirlas de memoria, en individualizarlas cuando hace tiempo que las hemos visto, porque las recordamos como si se tratase de distintos episodios o capítulos de una misma obra.

Y es que, a pesar de que sólo cinco sean producciones de Scott y Harry Joe Brown (las dos últimas con el sello Ranown) para Columbia, apenas cuatro —en realidad, cinco, aunque no esté acreditado en Decision at Sundown— tengan guión de Burt Kennedy, nada más que tres tengan el mismo director de fotografía —Charles Lawton, Jr.— y sólo en dos —descontando ya Westbound— aparezca Karen Steele y en otras dos Skip Homeier, que son los únicos actores que, aparte de Scott, repiten, lo cierto es que las seis tienen, más o menos, los mismos rostros, personajes diferentes pero emparentados, paisajes muy parecidos, un estilo muy semejante, argumentos sumamente simples y lineales además de, en apariencia, bastante convencionales, y que, para colmo, a menudo discurren de forma paralela o al menos tienen ecos o reflejos en otras películas. Una tras otra, las seis representan un caso típico (aunque infrecuente en el cine, pese a Josef von Sternberg con Marlene Dietrich o, dentro del western, Anthony Mann con James Stewart, o tanto Howard Hawks como John Ford con John Wayne) de variaciones sobre un tema o, si se prefiere, y más exactamente, sobre dos o tres temas enlazados entre sí.

Aunque sienta un especial regocijo cada vez que la veo, y sea de una admirable precisión dramática y espacial, la primera que descartaría es, creo, Buchanan Rides Alone (1958), que es la que más se aparta del esquema común a las demás: es casi una comedia químicamente pura, aunque negra y situada en el llamado Oeste, aunque habría que decir más exactamente Sur, ocurre íntegramente en la calle de un pueblo, y carece —y ésa es, sin duda, la razón de que me cueste menos desprenderme de ella— de personajes femeninos.

De las cinco cartas que me quedan eliminaría a continuación la más célebre y quizá, actualmente, la menos visible, es decir, la primera: conste que encuentro magnífica Seven Men from Now, que produjo John Wayne, fotografió el gran William H. Clothier y cuenta entre sus intérpretes con la emocionante y melancólica Gail Russell y con el estupendo villano Lee Marvin, entonces muy sobriamente ominoso; pero es quizá la menos precisa y la más convencional, la más parecida a otros westerns interpretados por Randolph Scott, como los dirigidos por H. Bruce Humberstone, Edwin L. Marin, Ray Enright, Harry Keller, Roy Huggins y, sobre todo, André de Toth, y debo confesar que entre estos últimos los hay mejores. Luego, con gran dolor de mi corazón, ya que cuenta una historia muy melodramática, digna a la vez del Fuller de Forty Guns y de Allan Dwan, a cuyos westerns éticos para la Republic remite incluso la presencia de John Carroll, renunciaría a Decision at Sundown (1957).

Aun así, me siguen sobrando dos, y la elección de una sola me parece tan injustificable y arbitraria como echarla a suertes o jugármela a los chinos. Tanto la enigmáticamente titulada The Tall T (1957) como las dos últimas, Ride Lonesome y Comanche Station (ambas de 1959), me parecen comparables a los mejores de los miles de westerns que se han hecho entre The Great Train Robbery (Asalto y robo a un tren, 1903), de Edwin S. Porter, y Unforgiven (Sin perdón, 1992), de Clint Eastwood. Las tres son ejemplares en su combinación de belleza visual, sobriedad, precisión, lógica, modestia, sencillez, complejidad, hondura, humorismo, sentido trágico y melancolía; las tres están perfectamente controladas por el director, despojadas de todo lo no estrictamente necesario —sin por ello perder gracia o colorido—, y no tienen un bache de ritmo o de interés: no en vano duran, por orden cronológico, 77, 73 y 69 minutos. Son hasta tal punto económicas en su modo de contar que uno sospecha que, de haber seguido Boetticher trabajando con Scott, la siguiente habría corrido el riesgo de resultar demasiado corta para estrenarse. Escoger una, por tanto, depende de factores muy subjetivos: cuál de las tres magníficas historias que cuentan en el fondo, bajo su superficie aparentemente rutinaria, le afecta a uno más, cuál de las actrices —Maureen O'Sullivan, Karen Steele, Nancy Gates— le gusta más, cuál de los antagonistas de Scott —Richard Boone, Skip Homeier y Henry Silva; James Best, Lee Van Cleef, Parnell Roberts y James Coburn; Claude Akins, Homeier y Richard Rust— le dan mejor la réplica... aunque reconocerlo no facilite las cosas y siga siendo muy difícil decidirse. Como, aunque en 1957 Maureen O'Sullivan no era ya joven, he adorado a la mujer del olvidado y subestimado director John V. Farrow (y madre, por tanto, de Mia) desde que era la Jane de Johnny Weissmuller, y por esos años el único actor que daba la talla frente a Scott era Richard Boone, la balanza está siempre a punto de inclinarse por The Tall T; sin embargo, al final me debato entre las dos últimas, que son las únicas rodadas en Cinemascope, las más amargas y duras, las más secas y lacónicas. Aclararé que la del ciego —se revela al final que si el marido de Nancy Gates no ha ido en su busca no es porque sea un cobarde, sino porque está ciego— es Comanche Station, y que en ambas hay indios, y que si finalmente hoy acabo optando por Ride Lonesome, cuando en otro momento he podido preferir su pareja, y puedo volver a cambiar de opinión o de estado de ánimo, es simplemente porque encuentro al frustrado vengador Ben Brigade —que busca al hombre que ahorcó a su mujer— menos irremediablemente desequilibrado y obsesivo, más humano y menos neurótico, más flexible y más simpático que el personaje encarnado por Scott en Comanche Station, Jefferson Cody, condenado al trágico destino de cabalgar eternamente y en vano en busca de su esposa —secuestrada hace muchos años por los comanches— y a encontrar a otras, que tal vez nadie busque ya o que sus familias no quieran recobrar, una vez que las han dado por perdidas y han decidido olvidarlas.

En Nickel Odeon nº 4 (otoño de 1996)

lunes, 29 de enero de 2024

Top 2023

26/12/2023

A)Great recent

Cerrar los ojos(Víctor Erice, 2023)

Mighty Afrin in the Time of Floods(Angelos Rallis, 2022/3)

Aku wa sonzai shinai(Evil Does Not Exist)(Hamaguchi Ryûsuke, 2023)

Chronique d’une liaison passagère(Emmanuel Mouret, 2022)

Trenque Lauquen(Laura Citarella, 2022)

The U.S. and The Holocaust (Ken Burns,Lynn Novick & Sarah Botstein, 2022)

And, Towards Happy Alleys(Sreemoyee Singh, 2023)

Le Coeur Noir des forêts(Serge Mirzabekiantz, 2021)

Boston Strangler(Matt Ruskin, 2022/3)

The Natural History of Destruction(Sergei Loznitsa, 2022)

Kuolleet lehdet(Aki Kaurismäki, 2023)

Între revolutii(Vlad Petri, 2023)

Bowling Saturne(Patricia Mazuy, 2021/2)

Call Jane(Phyllis Nagy, 2022)


B)Great older

Bullfighter and the Lady(Budd Boetticher, 1951,vers.rest.)

Shiinomi Gakuen(Shimizu Hiroshi, 1955)

Parisette(Louis Feuillade, 1921)

Vengeance Is Mine(Haunted)(Michael Roemer, 1983/4///2022)

Liebe auf den erste Blick(Rudolf Thome, 1991)

Japanese Story(Sue Brooks, 2010)

The Valley of Silent Men(Frank Borzage, 1922)

Naruto hichō(Secret of Naruto;Kinugasa Teinosukē, 1957)

Il Vizio di Vivere(Dino Risi, 1988)

Khayal Gatha (Kumar Shahani, 1989)

Guest Wife(Sam Wood, 1944/5)

The Affairs of Susan(William A. Seiter, 1945)

Escrito en el cuerpo de la noche(Jaime Humberto Hermosillo, 2000/1)

Missione d’Amore(Dino Risi, 1993)

The Glass Wall(Maxwell Shane, 1953)

La Lumière et l’Amour(Léonce Perret, 1912)

Koenigsmark(Léonce Perret, 1923)

Sister Kenny(Dudley Nichols, 1946)

Primo Amore(Dino Risi, 1978)

Citizen Jake(Mike De Leon, 2018)

L’Adolescente, Sucre d’Amour/Une vie suspendue(Jocelyne Saab, 1985)

Verrat an Deutschland(Veit Harlan, 1955)

The Book Thief(Brian Percival, 2013)

The White Sister(Victor Fleming, 1933)

Singing Guns(R.G. Springsteen, 1950)


C)Very good recent

Les Derniers Hommes(David Oelhoffen, 2023)

In The Land Of Saints & Sinners(Robert Lorenz)

He bian de cuo wu(Only the River Flows)(Wei Shujun, 2023)

Vanskabte Land(Volada Land)(Godland)(Hlynur Pálmason, 2022)

Boîe noire(Yann Gozlan, 2020/1)

L’Innocent(Louis Garrel, 2022)

Le Parfum vert(Nicolas Pariser, 2022)

La Nuit du 12(Dominik Moll, 2022)

Ayeh haye zamini(Terrestrial Verses)(Ali Asgari & Alireza Khatami, 2023)

Sira(Apolline Traoré, 2022/3)

Joyland(Saim Sadiq, 2022)

The Pale Blue Eye (Scott Cooper, 2022/3)

Thousand and One Nights(Senya ichiya)(Kubota Nao, 2022)

Une jeune fille qui va bien (Sandrine Kiberlain, 2021)

Gelditasuna Ekaitzean(La quietud en la tormenta)(Alberto Gastesi, 2022/3)

No mires a los ojos(Félix Viscarret, 2021/2)

Los delincuentes(Rodrigo Moreno, 2023)

Love At First Sight(Vanessa Caswill, 2022/3)

Une femme de notre temps(Jean Paul Civeyrac, 2022)

Master Gardener(Paul Schrader, 2022)

Saint Omer(Alice Diop, 2022)

Secaderos(Rocío Mesa, 2022)

Tengo sueños eléctricos(Valentina Maurel, 2922)

El amor de Andrea(Manuel Martín Cuenca, 2023)

The Whale(Darren Aronofsky, 2022)

Isang Salaysay ng Karahasang Pilipino(A Tale of Filipino Violence)(Lav Diaz, 2022)

Plus que jamais(Emily Atef, 2022)

Bosco(Alicia Cano Menoni, 2021)

Roter Himmel(Afire)(Christian Petzold, 2023)

La Dérive des continents(au sud)(Lionel Baier, 2022)

Les Trois Mousquetaires:I-D’Artagnan(Martin Bourboulon, 2023)

Le Otto Montagne(Felix van Groeningen & Charlotte Vandermeersch, 2022)

Un Couple(Frederick Wiseman, 2022)

Go, Friend, Go(Gabriele Licchelli, Francesco Lorusso & Andrea Settembrini, 2022)

Something from Tiffany’s(Daryl Wein, 2022)

Il sol dell’avvenire(Nanni Moretti, 2023)

Retratos de fantasmas(Kleber Mendonça Filho, 2023)

Película del hierro y la nieve(Pablo Llorca, 2023)

Bye Bye Tibériade/Bye Bye Tiberias(Lina Soulalem, 2023)

The Lost King(Stephen Frears, 2022)

Tuman(Fog)(Natalia Gugueva, 2023)

Fancy Dance(Erica Tremblay, 2023)

Urotsite na Blaga(Blaga’s Lessons)(Stephan Komandarev, 2023)

Dreamers(Stéphanie Barbey & Luc Peter, 2023)

Holy Spider(Ali Abbasi, 2022)

Vacacones de verano(Santiago Segyra, 2023)

Una vida no tan simple(Félix Viscarret, 2022/3)


D)Very good older

Toughest Man in Arizona(R.G. Springsteen, 1952)

Wolf Song(Victor Fleming, 1929)

Konjiki yasha(Shima Kōji, 1954)

Highway 301(Andrew L. Stone, 1950)

The Dark Half(George A. Romero, 1992/3)

Invaders from Marsh(William Cameron Menzies, 1953)

Sono yo wa wasurenai(A Night to Remember)(Yoshimura Kôzaburô, 1962)

Totsugu hi(Wedding Day)(Yoshimura Kôzaburô, 1956)

Que Dios me Perdone(Tito Davison, 1948)

El Corazón de la Noche(Jaime Humberto Hermosillo, 1983/4)

Mujeres Sin Mañana(Tito Davison, 1951)

Más fuerte que el amor(Tulio Demicheli, 1954/5)

Disco Pigs(Kirsten Sheridan, 2001)

Két lány az uccán(Two Girls on the Street)(Tóth Endre=Andre de Toth, 1939)

Itim(Mike De Leon, 1976)

Dora Nelson(Mario Soldati, 1939)

Deep Valley(Jean Negulesco, 1947)

South Solitary(Shirley Barrett, 2010)

Hell’s Heroes(William Wyler, 1930)

Massacre(Louis King, 1955/6)

Mysterious Island of Beautiful Women(Joseph Pevney, 1979)

Her Night of Romance(Sidney A. Franklin, 1924)

La Ciociara(Dino Risi, 1989)

Honeysuckle Rose(Jerry Schatzberg, 1980)

Fool for Love(Robert Altman, 1985)

Her Sister from Paris(Sidney A. Franklin, 1925)

Outward Bound(Robert Milton;cl.Ray Enright, 1930)

Never Trust a Gambler(Ralph Murphy, 1951)

The Come On(Russell Birdwell, 1956)

Hurricane Smith(Jerry Hopper, 1952)

Bel-Ami(Historia de un Canalla)(Antonio Momplet, 1946)

Doña Diabla(Tito Davison, 1950)

Prisionera del Pasado(Tulio Demicheli, 1954)

Para Siempre/Para siempre amor mío/Siempre para ti(Tulio Demicheli, 1955)

Yo quiero ser artista/El cartero del barrio(Tito Davision, 1957/8)

Música de Siempre(Tito Davison, 1958)

Sailor’s Lady(Allan Dwan, 1940)

Le Jour des Rois(Marie-Claude Treilhou, 1990/1)

Vientos de La Habana/Cuatro estaciones en La Habana(Félyx Viscarret, 2015/6)

Ingrid Bergman in Her Own Words(Stig Björkman, 2015)

1848(Dino Risi, 1948)

Cherchez Hortensia(Pascal Bonitzer, 2012)

Le Gros Alibi(Pascal Bonitzer, 2008)

The Siege(Edward Zwick, 1998)

Smart Woman(Edward A. Blatt, 1948)

Hitler’s Children(Edward Dmytryk;start.Irving Reis, 1943)

I Met My Love Again(Artur Ripley & Joshua Logan,coll.George Cukor, 1937/8)

Born To Be Bad(Lowell Sherman, 1933/4)

Desnúdate Lucrecia(Tulio Demicheli, 1957/8)

The Devil and Miss Jones(Sam Wood, 1941)

Stolen Identity(Gunther von Fritsch, 1953)

Appointment with a Shadow(Richard Carlson, 1958)

Strange Bargain(Will Price, 1949)


E)Great revisions

The Greatest Show on Earth(Cecil B. DeMille, 1951/2)

Vampyr(Carl Th. Dreyer, 1931-2)

The Last Sunset(Robert Aldrich, 1961)

Les Carabiniers(Jean-Luc Godard, 1963)

Two-Faced Woman(George Cukor, 1941)

Hélas pour moi(Jean-Luc Godard, 1992/3)

Lightning Strikes Twice(King Vidor, 1950/1)

No Name on the Bullet(Jack Arnold, 1959)

Les Trois font La Paire(Sacha Guitry, 1957)

Escape To Burma(Allan Dwan, 1955)

September Affair(William Dieterle, 1950)

Vidros partidos(episode in Centro Histórico)(Víctor Erice, 2012)

Tinimbang Ka ngunit kulang(Weighed But Found Wanting)(Lino Brocka, 1974)

Morning Glory(Lowell Sherman, 1933)

La Tour de Nesle(Abel Gance, 1955)

Vénus aveugle(Abel Gance, 1941)

The Garment Jungle(Robert Aldrich,Vincent Sherman, 1957)

Iron Man(Joseph Pevney, 1951)

Busy Buddies(Joseph Barbera & William Hanna, 1956)

Four Sons(John Ford, 1928)

Made in U.S.A.(Jean-Luc Godard, 1966)

Éloge de l’amour(Jean-Luc Godard, 2001)

The Fearmakers(Jacques Tourneur, 1958)

The Bride Wore Red(Dorothy Arzner, 1937)

Dark Alibi(Jerry Hopper, 1954)

Celia(José Luis Borau, 1993)

Détective(Jean-Luc Godard, 1985)

Kisapmata(Mike De Leon, 1981)

The Marksman(Robert Lorenz, 2020/1)


F)Very good revisions

Give a Girl a Break(Stanley Donen, 1953)

Romantiki(Mark Donskoí, 1941)

Mayerling(Anatole Litvak, 1936)

Kings Row(Sam Wood, 1942)

A Blueprint for Murder(Andrew L. Stone, 1953)

Good Neighbor Sam(David Swift, 1964)

Play Misty For Me(Clint Eastwood, 1971)

Hana Saku Minato(Port of Flowers;Kinoshita Keisuke, 1943)

Fantastic Voyage(Richard Fleischer, 1966)

Micki+Maude(Blake Edwards, 1984)

Blind Date(Blake Edwards, 1987)

Sunset(Blake Edwards, 1988)

The Well(Russell Rouse & Leo C. Poplin, 1951)

Unfinished Business(Gregory La Cava, 1941)

Short Cuts(Robert Altman, 1993)

The Thin Red Line (Andrew Marton, 1964)

A Life in the Balance (Harry Horner, 1954/5)

Sully(Clint Eastwood, 2016)

Unforgiven(Clint Eastwood, 1992)

La Escondida(Roberto Gavaldón, 1956)

Lord Jim(Richard Brooks, 1965)

Satánico Pandemonium(La Dexorcista)(Gilberto Martínez Solares, 1975)

Blood Ties(Guillaume Canet, 2013)

Lady from Louisiana(Bernard Vorhaus, 1941)

Brainstorm(Douglas Trumbull, 1981-3)

Pinky(Elia Kazan, 1949)

Mary of Scotland(John Ford, 1936)

The Hatchet Man(William A. Wellman, 1931/2)

Streets of Laredo(Leslie Fenton, 1948/9)

Whispering Smith(Leslie Fenton, 1947/8)

Isle of Forgotten Sins/Moonsoon(Edgar G. Ulmer, 1943)

The Legend of Lylah Clare(Robert Aldrich, 1968)

The Atomic City(Jerry Hopper, 1952)

So Young So Bad(Bernard Vorhaus;¿coll.Edgar G. Ulmer, 1950)

Whipsaw(Sam Wood, 1935)

North to Alaska(Henry Hathaway, 1960)

99 River Street(Phil Karlson, 1953)

Wee Willie Winkie(John Ford, 1937)

The Straight Story(David Lynch, 1999)

viernes, 26 de enero de 2024

La referencia de "Film Ideal"

Hay épocas más o menos cinéfilas, en las que ese calificativo no se profiere con ánimo de injuriar, y la cofradía de los amantes del cine se declara abiertamente como lo que es, orgullosa incluso de sus excesos, que a menudo son fuente de virtud. En otros momentos, en cambio, se diría que la cinefilia es una enfermedad, quizá contagiosa. Esto sucede periódicamente, y los que arremeten contra la afición son casi siempre, curiosamente, críticos profesionales, por lo general ex cinéfilos, que, como todos los renegados, exhiben la furia del converso en la denuncia y persecución de sus antiguos compañeros de fatigas, que han cometido el desacato de no seguirle como al pastor un rebaño.

Entre los síntomas del mal cinephilicus se suelen enumerar el escapismo, la listamanía (de hacer listas), la precisión maniática con que recuerdan fechas y nombres, la obsesión reivindicativa (de causas perdidas, claro), cierta tentación iconoclasta, el afán polemista y una tendencia malsana a la soledad.

No negaré, como cinéfilo convicto y confeso que me siento —más que ninguna otra cosa—, en mi ya medieval estado y tras treinta y dos años de impremeditado ejercicio de la crítica, que en tales tópicos, como es común, haya algo de verdad. Podría discutirse, en algunos casos, si son indicios de enfermedad o, por el contrario, de salud. Pero creo que el último de los reproches es manifiestamente falso.

Por supuesto, las películas se ven a solas, aunque vaya uno acompañado y la sala esté bulliciosamente repleta, como sucedía cuando yo era niño y adolescente en los cines de barrio que frecuentaba. Uno no necesita a nadie para ver una película; más bien, en todo caso, conviene ir al cine con alguien que no impida concentrarse. Además, a poco que se sea sincero, uno no puede evitar que una película le guste o le fastidie supinamente, que le emocione o le aburra hasta producirle esa sensación de claustrofobia y de desasosiego que impele a la huida, que todos hemos experimentado alguna vez. Y de nada sirve haber leído que se trata de una reputada obra maestra o que tiene fama de fallida o de bodrio, que es un encargo mercenariamente aceptado o que fue terriblemente mutilada, que su director era un colaboracionista, un delator, un eterómano o un filántropo.

Pero, al mismo tiempo, a uno le reconforta verificar que no está totalmente chalado, que hay algunas personas que comparten sus gustos, por muy indiferente que se sea —en principio— a la opinión ajena. Esto quizá sorprenda, pero, aunque no sea estrictamente imprescindible, una de las tendencias innatas del cinéfilo es la de buscar compañía. De ahí que a menudo hayamos hecho amistades en los propios cines, o en los cineclubs. No se olvide que han sido grupos de cinéfilos los que han organizado estas instituciones, la mayor parte de las revistas, algunas cinematecas. De ahí que, inconscientemente, haya hablado en el primer paso de una cofradía (siquiera como los Hermanos de la Costa o los carbonari)... y por algo pensaran los inquisidores de toda laya que la cinefilia es contagiosa.

No carece, además, de lógica esta tendencia asociacionista de los que comparten una misma pasión, ni tampoco que luego se suelan escindir en grupúsculos enemistados a muerte, porque unos son partidarios de Duvivier y otros de Truffaut, o unos de éste y otros de Godard, unos juran por Hitchcock y otros —¿quién se acuerda hoy de ellos?— por Damiano Damiani, Elio Petri y otras lumbreras del cine italiano de denuncia. A cualquier obseso le gusta anticipar con impaciencia el estreno de una película de la que no sabe nada, salvo que tiene buena pinta, y enterarse de qué se está haciendo por ahí fuera, con el intríngulis de no saber si llegará o no llegará a verla. Había también, por entonces —les hablo del año 1962-1963, cuando dejé de ser un niño muy aficionado a ver películas para convertirme en un maniático del cine—, el riesgo de que desapareciese de la circulación alguna autorizada para mayores de dieciséis años que uno ansiaba ver, y no convenía que se le pasara la ocasión. Por último, en épocas de crecimiento, se suele ser muy consciente de que algo que no nos había llamado la atención o no nos había entusiasmado en exceso dos años antes a lo mejor ahora, que éramos mayores, nos encantaba.

Todos estos factores hacen que, a falta de otra compañía, el cinéfilo la busque de papel, en una revista. Esa revista puede ser buena o mala, pero en general contendrá alguna información, le dará nombres y pistas; a lo mejor hay estudios sobre directores desconocidos a primera vista, pero que pronto descubre uno que no lo son tanto, porque entre sus películas hay varias que recuerda con agrado. Hay también entrevistas, secciones críticas, anuncios y, a veces, estrellitas u otras formas de calificación esquemática; a veces publican listas de los mejores estrenos del año según sus colaboradores o redactores, que uno supone, en principio, grandes entendidos. En ocasiones, aunque esto es ya más raro, puede encontrar en sus páginas un hermoso texto, bien escrito, que le hace comprender mejor una obra, o que le revela la existencia de un cineasta sublime. Y cabe, incluso, que descubra algún alma gemela, con cuyos gustos coincide prácticamente siempre, y por quien tenderá a dejarse guiar.

Esto hace que una revista sea muy importante en la formación del cinéfilo. Puede, claro, aprender de ella, enterarse de cosas, verse empujado a pensar y a discutir mentalmente sobre las películas, a tratar de explicarse el porqué de sus gustos o sus disgustos, de sus fobias y sus veneraciones. Esto ya es positivo y útil, y para tales menesteres puede valer hasta una publicación muy mediocre y de periodicidad irregular, o que no se encuentra con facilidad, o que se lee sólo ocasionalmente.

Naturalmente, no hace falta estar de acuerdo con ella, aunque inevitablemente, durante la fase de aprendizaje, los cinéfilos se verán influidos por ella, puede que hasta cuando deciden llevarle la contraria. Y eso es bueno también: acostumbra a contrastar opiniones, a percatarse de que ni somos únicos ni nuestra visión de las cosas es la única posible. Y se puede descubrir que hay personas capaces de plasmar en un papel sus emociones y expresiones, de explicar sus sentimientos y de comunicarlos al desconocido lector, lo que se convierte, poco a poco, en una exigencia para éste, que tendrá que renunciar al "me gusta porque sí" o al "es mala porque me aburre", y tratar de aprender a explicar lo inefable, con lo que no sólo entenderá mejor las películas, sino que se verá empujado a comprenderse a sí mismo y a comunicarse con los demás.

Cuando me convertí en cinéfilo —no sé qué decidí, pero salí del Cine Azul con alguna decisión tomada acerca del cine, algo así como "esto es lo mío", o "esto es lo que me importa", o "esto puede ser aún mejor que la literatura, la pintura y la música"—, tras la visión consecutiva (y reiterada de la primera) de De entre los muertos (Vertigo, 1958) y Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), ambas de Alfred Hitchcock y para mí, aún hoy, en ese orden (el cronológico), sus dos obras máximas, lo primero que hice fue una lista de los directores que me parecían mejores, para tratar de ver o revisar todo lo que habían hecho. No me pregunten por qué me fijé en Hitchcock, y no en Cary Grant, James Stewart, James Mason, Eva Marie Saint o Kim Novak, pero les prometo que no sabía de la existencia de Cahiers du Cinéma ni de la política de los autores. Quizá había adquirido de mi padre la noción de que unos señores llamados John Ford, Cecil B. DeMille, Alfred Hitchcock, Charlie Chaplin, Fritz Lang, Carol Reed, René Clair, Frank Capra, King Vidor, etcétera, eran por lo menos tan importantes a la hora de hacer películas como los hermanos Marx, Errol Flynn, Ingrid Bergman o Gary Cooper, y que las películas dirigidas por ellos tenían probabilidades de ser habitualmente interesantes; quizá fue la coincidencia de que las dos maravillosas obras maestras que había visto en aquel programa doble —tan semejantes y tan contrapuestas— las firmase un mismo señor, cuyo nombre era justamente célebre: se hablaba ya, incluso entre los no enterados, de un film de Hitchcock, no de una simple película policíaca, de intriga o de misterio.

Lo segundo que hice, al día siguiente, fue curiosear en el quiosco más cercano. Lo recuerdo como si fuera ayer: había, en efecto, varias revistas o revistillas de cine, que me dejaron hojear. Varias no eran, obviamente, lo que yo andaba buscando, hasta si no sabía muy bien qué es lo que esperaba encontrar. Allí no hablaban de Hitchcock, sino de cotilleos. Y no había filmografías (yo no sabía que tal cosa existiese y que me iba a interesar mucho a partir de entonces, sólo había oído la palabra filmología, que sonaba a algo aburridísimo), ni críticas más largas que las de Donald en ABC y Alfonso Sánchez en La Hoja del Lunes.

Por fin, vi dos de aspecto más sólido y serio, aunque sus respectivos nombres me produjeron cierto sobresalto: no entendía cómo podría ser también el mío un cine que los de una de las revistas consideraban suyo (Nuestro Cine), ¿sería que sólo hablaban del que hacían ellos, o, por abusiva extensión, del español, que no era precisamente el que desataba mis mayores entusiasmos? El otro título tenía un tufillo religioso que, como alumno del muy laico, republicano, liberal y mixto Colegio Estudio, me daba reparo hasta pronunciar para pedírselo al quiosquero; además, no sabía (ni he logrado saber nunca) qué era eso de un Film Ideal. Sonaba un tanto peregrino y piadosamente idealista, hedía a moralina. Aunque creo recordar que presidía la portada una bella y alta rubia vestida elegantemente de negro, lo cual era más prometedor, y encima ¡hablaban de Hitchcock! En la otra también, según descubrí, y de John Ford, aunque luego comprobé con estupor que para ponerlos por los suelos.

Compré ambas, y no volví a leer Nuestro Cine más que muy de tarde en tarde, y más bien por una mezcla de curiosidad morbosa (para ver qué pedantes burradas decían de algo que me hubiera entusiasmado) y para reafirmarme en mi discrepancia radical con sus posturas preconcebidas, cosa a la que me impelía de vez en cuando el rechazo que me producían a menudo varios de los redactores de Film Ideal.

Debo confesar que, a pesar de los pesares, durante un par de años esperaba con impaciencia la aparición, que a veces se demoraba exasperantemente, de Film Ideal, que por entonces salía quincenalmente, que es la dosis que demanda un hambriento y voraz lector, decidido a recuperar el tiempo perdido, a explorar las películas desconocidas, a poner a prueba las opiniones de los que allí escribían, a colarme en las películas que me vedaba la censura por menor de edad. Porque lo cierto es que, además de hablar de algunos desconocidos que pronto dejaron de serlo para mí, y de algunos que aún no he logrado llegar a conocer bien, en Film Ideal se escribía muy a menudo de los que, sin que yo lo supiera, resultaron ser mis directores de cine favoritos. Además, habían aprendido de Cahiers (a la que me suscribí un año después) la muy discutida idea de que el autor de las películas es en realidad el director, no el guionista ni el productor, y que es él quien escoge, o por lo menos les dice lo que tienen que hacer, a los actores.

¿Qué esperaba yo de Film Ideal, una revista en la que no abundaban en exceso las filmografías, que eran lo más sugerente, sobre todo a medida que fui identificando a sus redactores y colaboradores, y aprendiendo a no fiarme más que de unos pocos? A decir verdad, fundamentalmente, pistas.

Pronto tuve claro que no me servían de mucho las críticas de las películas que había visto. A fin de cuentas, creía entenderlas; y sólo en ocasiones, tras leer alguna, me entraron dudas. Desde luego, a veces me gustaban las mismas películas, pero por lo leído luego, no por las mismas razones. Hubo algún caso en que Félix Martialay o Marcelo Arrota-Jáuregui me hicieron correr a ver de nuevo la película, para asegurarme de que, en efecto, me gustaba, y desde luego no porque ¡Hatari! (Hatari, 1962) "demostrase la existencia de Dios" o el mérito de Anthony Mann consistiese en ser permanentemente Virgilio redivivo —me hacía imaginarle con barbas postizas y una túnica blanca, dirigiendo El hombre de Oeste (Man of the West, 1958)—.

Me gustaban más los artículos generales y exóticos, bien escritos y llenos de alusiones a músicos, poetas y pintores que escribía de vez en cuando Pedro Gimferrer sobre "el cine y el tiempo" o cosas así, o los de Javier Sagastizábal, o las piezas más largas, en general más centradas en un cineasta que en una sola película, de José Luis Guarner, Miguel Rubio y Juan Cobos. En esos estudios o ensayos, presuntamente dedicados a un director, se deslizaban repentinamente, por afinidad o contraste, otros nombres, a veces el título de una gran novela o de un dramaturgo. Y ésas eran las pistas que me gustaba seguir, verificar, experimentar. Fue en Film Ideal, por ejemplo, donde leí por vez primera los nombres de Douglas Sirk, Blake Edwards, Richard Brooks, Budd Boetticher, Richard Quine, Robert Aldrich, Joseph Losey, Don Weis, Vittorio Cottafavi, George Cukor, Frank Tashlin, Anthony Mann, Orson Welles, Samuel Fuller, Vincente Minnelli, Allan Dwan, Jacques Tourneur, Raffaello Matarazzo, Roberto Rossellini, Michelangelo Antonioni, Georges Franju, Chris Marker, Eric Rohmer, Jacques Demy, Vittorio De Sica, Pietro Germi, Mizoguchi, Ozu, Godard, Rivette, Resnais, Pasolini, Eisenstein, Dovjenko, Preminger, Truffaut, Phil Karlson, Joseph H. Lewis, Arthur Penn, Jerry Lewis, André de Toth, Raoul Walsh, Nicholas Ray, Murnau, Hawks, Donen, Robert Rossen, Sam Peckinpah, Buster Keaton, Michael Curtiz, Richard Fleischer y otros muchos. A bastantes de ellos, sin saberlo, los conocía y hasta me gustaban mucho; pero otros ni siquiera venían en el diccionario de Georges Sadoul, o por lo que de ellos decía no hubiera podido imaginar que tuviesen interés.

A estos críticos, como más adelante Jos Oliver, José María Carreño, Manolo Marinero, Jesús Martínez León, Javier León, Fernando Méndez-Leite, Manolo Matji, Antonio Gasset, Jaime Chávarri, Segismundo Molist, Ramón Font, o más de tarde en tarde Ramón (luego Terenci) Moix, Juan Antonio Pruneda, Waldo Leirós, Gonzalo Sebastián de Erice o Miguel Sáenz, curiosamente casi siempre los que escribían mejor y eran menos pedantes, los leía con atención e interés. Según de qué hablasen, con mayor o menor confianza, que nunca fue total para con nadie, pues nunca ha habido coincidencia total, y sí con frecuencia súbitas y decepcionantes discrepancias radicales, en medio de una tendencia a la concordancia.

Antes de conocer en persona a ninguno de ellos, creía saber bastante bien qué les iba a parecer tal o cual película, y discutía mentalmente con ellos, lo cual fue siempre un ejercicio para mí tan provechoso como divertido. Por eso no era demasiado grave que, entre esos locos desconocidos que admiraban, en bloque, a más o menos los mismos cineastas que yo, hubiese algunos que me resultasen irritantes: simplemente, no los leía, o me llenaba de santa indignación cuando cedía a la inclinación belicosa de, finalmente, ver qué decían. Porque a veces nota uno que con determinados aficionados comparte la admiración por un director o una película, pero en total desacuerdo con su visión de todo lo demás (del país en que se vive, de la libertad, de la cultura).

Luego llegaron los marcianos. Pero ésa es ya otra historia, que no conozco desde dentro, que acabó de dinamitar la revista, ya visiblemente escindida entre diversas tendencias de terrícolas como para que pudiese soportar tan exótica invasión. Por entonces, Film Ideal no tenía línea crítica, ni salía cada quince días, y yo había descubierto que los supuestos apóstoles en España de Cahiers, en su mayoría, no leían la revista francesa, que, por su parte, ya no era tampoco amarilla ni representaba lo que desde 1953 hasta finales de 1963 pudo ser.

En Nickel Odeon nº 11 (verano de 1998)

miércoles, 24 de enero de 2024

Mies vailla menneisyyttä (Aki Kaurismäki, 2002)

Pocas son hoy, por desgracia, las películas que no son videojuegos, juguetes mecánicos y pirotecnia. Sus personajes, por fuertes que sea, parecen menores de siete años, sin uso de razón, y los interpretan muñecos y muñecas, no se sabe si de goma o silicona, en todo caso parecen robots. Lógico que los adultos, en cuanto sus hijos van al cine por su cuenta, deserten las salas y se refugien DVD en mano.

Se agradece, por tanto, alguna casual botella de náufrago también mayor de edad y dispuesto a hacer uso de cabeza y sentimientos para narrarnos algo comprensible e interesante sobre seres que podrían ser reales o que, cuando fantásticos, resultan plausibles y coherentes. Esos pocos cineastas que todavía practican no una rutina mecánica más o menos eficaz, sino lo que se llamó el “arte cinematográfico” están cada vez más solos y aislados. Acaba de morirse un portugués, aunque nos quede el decano Oliveira y dos o tres más supervivientes. Hay – o se desperezan otros de vez en cuando – algunos por los Estados Unidos; últimamente hasta uno de los promotores de la infantilización del cine, Spielberg, parece haber perdido el complejo de Peter Pan, o haberse pasado al de Pinocho. Hasta en España tenemos algunos, intermitentes o amordazados casi siempre, aunque a veces tengan éxito, como Almodóvar. Alguno hay por Japón, algún otro se desespera en Italia (aunque a Moretti Berlusconi le haga dedicar más tiempo a la política que al cine). Y tenemos de visita al gran finlandés Aki Kaurismäki, cuyo Hombre sin pasado parece gozar entre nosotros de un presente tan duro como en la ficción.


Comprendo que sus actores son poco o nada conocidos, entre otras cosas porque no hay quien retenga su nombre, pero fíense: son todos excelentes y caen bien, y si han visto algo de este excelente cineasta reconocerán, cuando aparezcan, a la mitad. Viejos conocidos ya, como los secundarios de las películas del Oeste. Como casi todo el cine para personas mayores que aún hacen esos supervivientes dispersos, es, sin proclamarlo, una parábola. No tiene género, y su contenido es básicamente moral. Carece del optimismo de principios de un Frank Capra: esta gente es realista, está escaldada, y ve que la intemperie es bastante inhóspita. Pero no ha perdido la confianza. Es capaz de descubrir, con un poco de paciencia y humor, que hasta los más antipáticos pueden tener un lado bueno, que la simpatía y la sinceridad también son contagiosas. Hasta cierto punto, nos cuentan historias tremendas. Pero no deprimentes. Predican genéricamente el aguante y la resistencia, sin prometer la felicidad eterna, ni siquiera que vaya a capear el temporal. Por eso creen también que lo que hacen sirve para algo, que deben a sus precursores una fidelidad a los orígenes, que el cine, a pesar de los pesares, aunque sea con cuatro perras y para cuatro gatos, aún puede enseñar a mirar, ayudar a ver y entender y ser memorable.

Texto preparatorio para la intervención en El séptimo vicio de Radio 3 (13 de febrero de 2003)

lunes, 22 de enero de 2024

The lights of silence

Víctor Erice has so far directed only three features in 31 years. Since each has been widely considered an outstanding achievement, the logical assumption is that these films are very personal, preconceived projects, carefully prepared. His reputation is therefore that of someone so thoughtful and reflective that every film he directs requires a paistakingly protracted preparation. Very talented but tragically slow-paced, and very demanding, he's regarded as the typically "rare" filmmaker who will do precisely what he wishes, whatever he wants, regardless of potential audiences and commercial imperatives, and therefore, perhaps unluckily, always in difficulty to get financed to make his long-cherished pet projects.

This is in fact, mere appearance. True, these three films - El espíritu de la colmena (The Spirit of the Beehive, 1973), El Sur (The South, 1983) and El sol del membrillo (The Quince-Tree Sun aka Dream of Light, 1992) - are utterly personal and original works, but they all came out almost by accident, or were developed from a commission. However Erice made them his own, not one was at all a long-coveted project he finally did succeed in making. On the contrary, none of several other very beautiful Erice stories, often fully developed as detailed screenplays, have been made - so far; none of his actual films has been his first personal choice - at the start. Even his most autobiographical (albeit indirectly and partly), the short sketch Alumbramiento (Lifeline, 2001/2, included in The Trumpet, first of the two Ten Minutes Older feature-length multi-director instalments) was only his answer to a proposal: it had to deal with the passing of time and was to last only for 10 minutes, no more no less.

The Spirit of the Beehive was first planned as a standard cheap terror movie, not so different from those currently being made, in the late '60s and early '70, by other Spanish filmmakers such as Jesús ('Jess') Franco, León Klimowsky, Armando de Ossorio, or Jacinto Molina (aka Paul Naschy). Once it had been agreed with the producer that it would be based on the myth of Frankenstein's creature, the main reason it turned out quite a different, utterly non-genre film, was purely economic. The budget strictures did not allow to carry out the first idea, too expensive, thereby reducing the Frankenstein motif to a purely cinematic reference, and re-setting the action historically, thus personalizing it on the basis of Erice's own youthful reminiscences.

Erice's usual reluctance to put himself on the forefront or to speak directly to the audience or openly about himself drew him to change the point of view of a kid in the '40s from that of a boy to that a very young girl, thus creating the unforgettable character of Ana (played by total newcomer Ana Torrent).

Censorship had undoubtedly some indirect influence in making The Spirit of the Beehive a film where little is said or overtly stated, but rather suggested by implication, making its omissions significant or alluding to certain things thru the eloquence of visuals alone. Lightning, colour patterns and tonalities, framing, fragmentary bits of information, even props and set-dressing items are to be "read" in a very classical way, the same as one can deduce a lot of information about the true character of Ethan Edwards (John Wayne) and his whereabouts before his return to his brother's ranch at the very start of John Ford's The Searchers (1956) and infer from a couple of looks and unstressed gestures his past, frustrated love for his soon-to-be-dead sister-in-law...

That The Spirit of the Beehive was saluted in Spain and elsewhere as something unprecedented and new seems in retrospect some sort of misunderstanding. Frequently associated with the work of "art house", ascetic and rather "northern" filmmakers such as Carl Th. Dreyer, Robert Bresson or Ingmar Bergman, in fact El espíritu de la colmena seems to me more closely related to John Ford or the early work of Roberto Rossellini than to any other more openly "modernistic" (although it could be discussed whether The Searchers was not too modern for its time, since at its first release almost no one acknowledged its importance - which now, almost half a century afterwards, must seem quite astonishing).

Of course, Erice's first feature was something absolutely different from anything else in its home context, that of the Spanish cinema, and thus it has remained for more than 40 years, regardless of its surface influence on many other films, both immediately - as in another Elías Querejeta production, not casually also starring Ana Torrent, Carlos Saura's Cría cuervos... (Cría, 1975) - and many years afterwards - as Alas de Mariposa (Butterfly Wings, 199 ), despite Juanma Bajo Ulloa's unlikely boasting of never having seen The Spirit of the Beehive.

The main novelty of The Spirit of the Beehive being its very complex narrative structure, lifting from it the period, the girls' point-of-view, or some colour patterns is not enough to follow on its steps, a course which was only reluctantly taken by Erice himself in his next feature, ten years later, when Querejeta, out of three proposals, choose precisely El Sur and only allowed Erice to shoot what was roughly the first half of the complete storyline, stopping it just before the action moved to the South alluded to in the title, and therefore limiting to childhood and early adolescence what was intended to be mainly a film about initiation at all ages. Thus Erice's scope became restricted (very much against his will) to more or less the same age territory already explored in his previous film.

Also his third feature, and the first dealing with only-adult characters, was an instance of making the most out of external proposals. At first the idea was to produce a television-featurette series based on the encounter of several domestically known painters and as many Spanish filmmakers. Erice was tentatively coupled with the very reputed figurative painter Antonio López, an artist presenting obvious affinities with Erice, both deep-set and merely apparent: painstakingly careful about details and its precise reproduction on canvas, utterly realistic at first sight, and known to usually spend years to complete a painting (something Erice has actually never made, despite the long periods of time between each of his few films). But the personal meeting between López and Erice made them mutually discover deeper, more basic affinities. Erice began to shoot on videotape, and the idea went on to take quite another dimension, far exceeding the 50-minute length that a TV series chapter called or allowed for, and requiring also a longer time to shoot and edit than had been foreseen. As the nature of the film developed, it became an independent production, partly financed by López and his wife María Moreno, also a painter, who became the film's producer. As usually, once Erice made his own goal what had started at a prompting from outside, it grew in quite unusual ways and became something much more personal - even when the film was not really completed as in the case of El Sur, which in spite of appearances Erice considers still and unfinished film (which it is, of course, under close scrutiny, even if what there is left to be seen on the screen remains something fully satisfying: compelling, meaningful, moving and beautiful).

Even his latest, shortest work, Lifeline, which can be considered his most personal (because it tells almost his own birth, or rather, his first success at survival), his only autobiographical film (albeit implicitly), was also the result not of a previous design but rather his answer to a tentative assignment.

So, paradoxically, one might say that the most personal of Spanish filmmakers is not as "choosy" or "difficult" as he may seem, making only what he intends to and taking ten years to elaborate each film, however short in length it may be, but rather someone who has not so far been successful in finding finance for any of his truly personal and very exciting projects and who has spent most of his more than 30-year professional career writing and developing films he has not so far made, only very occasionally shooting three features and one short film that have become very personal as well, but which came by almost by chance.

Texto inédito, escrito para el British Film Institute (31 de mayo de 2004)

viernes, 19 de enero de 2024

Cat People (Jacques Tourneur, 1942)

¡Qué grande es el cine! (24/01/2000)

Primera de las sub-producciones de "terror" encomendadas a Val Lewton al frente de una especie de "unidad independiente", también primera de las tres ilustres colaboraciones de este productor insólito con el no menos insólito director Jacques Tourneur, La mujer pantera tiene un cierto carácter programático - por cuanto Lewton, que debía haber pensado el asunto - ya tenía un planteamiento original, que iba a desarrollar en los tres o cuatro años siguientes, con un reducido equipo de selectos colaboradores, y al mismo tiempo constituía una especie de experimento controlado: el riesgo no era grande, ya que se trataba de hacer películas de poco más de una hora, muy baratas, que sirvieran de complemento de los programas dobles; como la innovadora fórmula tuvo éxito desde el primer momento, gracias en parte al singularísimo talento de Tourneur y a su inmediata comunión con los planteamientos discretos y ahorrativos de Lewton, la siguió aplicando, puliéndola y desarrollándola sobre la marcha.

Desde ese punto de vista, aunque se trate sin duda de un acierto a la primera, y puede incluso preferirse a las demás, no creo sostenible que Cat People sea la más lograda, sutil o avanzada de las contadas producciones de Val Lewton, y sólo la enorme inteligencia y la exigencia plástica de Tourneur, el más "veterano" de los directores empleados por Lewton (Mark Robson y Robert Wise eran debutantes, los dos procedentes del montaje, en cuyo haber, además de las primeras muestras de esta serie, están las primeras obras de Orson Welles) permite que sea una de las mejores y que incluso pueda ser considerada – desde otros puntos de vista - la más compleja y fascinante.

La osadía de Lewton resultó excesiva para los dirigentes de la RKO, que no le permitieron ser tan sugerente como quería, obligándole a ser levemente más explícito (quizá también, es posible, más eficaz y concreto) de lo que él y Tourneur deseaban. Con todo, la película es de las que nos tienen en vilo todo el rato precisamente porque nos hacen dudar de nuestros sentidos, de nuestra percepción: no sabemos si hemos visto algo, una fracción de segundo o entre sombras y reflejos, o lo hemos imaginado, como la lógica y la verosimilitud nos hacen pensar que les ocurre a los personajes. Sospechamos del menor ruido, como ellos, y estamos con el oído aguzado y alerta, al acecho de una banda sonora de un nivel acústico singularmente bajo - lo que nos obliga a prestar una atención intensísima - y llena de rumores y crujidos, que también pueden conducirnos a la duda o la sospecha de que sufrimos una alucinación auditiva, y nos esforzamos por identificar cada murmullo, por detectar su procedencia.

Lo que Tourneur hace - porque se trata, aunque menos acentuado y sistemático en otras ocasiones, de un método habitual suyo para captar y retener nuestra atención, para tenernos en vilo, suspendidos al borde de la comprensión, pendientes de la pantalla - no sólo es muy simple; es, además, elegante, eficaz y baratísimo. Justamente lo contrario de lo que se suele hacer en la actualidad, abusando de la permisividad o inexistencia de censuras para mostrar todo bien explícitamente, o crearlo virtualmente cuando no es posible captar su representación sin más. En los antípodas del "gore", de los chorros de sangre, las entrañas de goma y la casquería, al igual que tan lejos como cabe del cine de efectos especiales, Cat People se limita a explotar con inteligencia no ya los escasos recursos disponibles sino incluso, con ayuda de nuestra imaginación, los que no tenía a su alcance e incluso los que no existen, los fenómenos que racional y lógicamente son imposibles.

Casi sin dinero, decorados ni actores, apenas con los elementos básicos del cine sonoro -la luz, la sombra, el sonido, el silencio -, con una historia que, por ser inexplicable lógicamente, deviene fantástica e intrigante, pero que, de no aceptarse tales insinuaciones, valdría para un melodrama relativamente realista de problemas psíquico-sexuales, Cat People consigue, desde el primer plano, hacerse con nuestro interés, para no soltarlo ya un instante hasta que, apenas 70 minutos más tarde, alcanza su trágico desenlace (para todos los que nos interesemos por Irena, y es difícil no hacerlo encarnándola Simone Simon) o su satisfactorio final feliz, para los que se identifiquen con la pareja algo vulgar y finalmente un tanto mezquina que forman su marido, Oliver Reed (el frío y nada simpático Kent Smith), y su compañera de trabajo "Alice Moore" (la nada misteriosa Jane Randolph).

Esta dualidad final revela en parte lo que, de un modo continuo pero menos perceptible, ha estado sucediendo durante toda la película: que Tourneur y Lewton han estado jugando "a dos barajas", contándonos en paralelo, casi intercaladas, dos historias: es decir, que han suplido la carencia de medios con imaginación y trabajo intensivo. Por eso la película no es ya que tenga "dos niveles", o que admita "dos lecturas", sino que se mueve entre la realidad y la fantasía y son en parte los "desbordamientos" de una en otra, las mutuas "interferencias" de las dos las que contribuyen a apuntalar la más increíble, con ciertas dosis de realismo, y a hacer inquietante y grave la más cotidiana y "normal", y es ese zig-zag el que contribuye igualmente a crear ese extraño ritmo envolvente, que nos mantiene clavados en la butaca, pendientes de lo que sucede en la pantalla - aunque no del todo "ante nuestros ojos" -, confrontados con la aparente evidencia de lo imposible y con explicaciones que se tornan dudosas y huidizas cuando estábamos a punto de darlas por buenas. Es un método, por cierto, del que Hitchcock tomaría buena nota, sobre todo en el periodo final de su carrera (desde Falso culpable y Vértigo, pasando por Con la muerte en los talones y Psicosis, hasta Los pájaros y Marnie, la ladrona), del mismo modo que no sería extraño que Tourneur y Lewton viesen con especial interés Rebecca y Suspicion.

Hay que decir que DeWitt Bodeen, el guionista, se ha apoyado en ideas y esquemas puramente convencionales, sistemáticamente convertidos en raros, anómalos e inquietantes por el tratamiento de Tourneur y Lewton. El comienzo, por ejemplo, es una típica situación de "chico conoce a chica", preludio del idilio entre dos desconocidos, que pueden casarse apresuradamente, cuando aún no se conocen lo suficiente, como tan a menudo sucedía en la realidad contemporánea, justo después de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Sí, pero, todo cambia, y suena extraño, simplemente por el escenario elegido para el encuentro: el zoo, frente a la jaula de los grandes felinos. Y por lo que hace: Irena se dedica a dibujar a las fieras, Oliver la observa; ella, descontenta, arroja al suelo los esbozos fallidos, que el pulcro hombre de orden que es Oliver pacientemente recoge; entablan conversación... y cuando llega el momento de la despedida, casi nunca aún sellado con un beso, y de quedar para otra vez, Irena le sorprende (y a nosotros con él), invitándole a su piso, donde, para colmo, no hay parientes ni compañeras de cuarto, ni nada parecido, menos aún (ya lo habíamos intuido) una familia, sino la soledad de una emigrante reciente de Serbia perdida en la gran ciudad de los rascacielos.

La escena que tiene lugar, misteriosamente elíptica, y con un paso asombroso a la penumbra, es nuevamente sorprendente: no hay coqueteos ni anécdotas; apenas hablan, y cuando lo hacen, los pretextos que ofrece el decorado son de lo más alarmantes, y lo que Irena cuenta, con un tono entre horrorizado y nostálgico, y sin dudar en lo más mínimo acerca de su veracidad, resulta de lo más raro e insólito.

Esta segunda escena debiera dar la pauta ya, advertirnos de los singulares derroteros que va a seguir la película, del turbio y ambiguo territorio que irá explorando... aunque nos confiamos y esperamos que todo vuelva al "orden", a la más convencional de las normalidades, esperanzados, sin duda, por el tono de comedia intimista con que se desarrolla la acción, por su falta total de apresuramiento, estridencias y efectismos.

Y no creo siquiera que se trate de una estrategia, más o menos astuta, destinada a vencer nuestras resistencias ante lo que se aparta tanto de la normalidad que bordea - a elegir - lo sobrenatural o la demencia; es, más que una táctica o una argucia, una cuestión filosófica, pues sospecho, y hay indicios en ambos casos, que Lewton y Tourneur consideraban que lo psíquico, lo atávico, lo instintivo, lo animal, lo surreal y hasta lo sobrenatural, aunque no seamos capaces de entenderlo o de explicarlo, forma parte de la realidad, que no se limita a lo aparente, tangible y visible, y que es en sí misma permanentemente misteriosa, con capas subterráneas o imperceptibles pero sin embargo presentes y actuantes en la vida cotidiana, y eso siempre, en cualquier lugar.

Escenas:

* SS tararea, KS en la penumbra que se ha hecho en su casa, se oye el rugido del león en el zoo

* Elizabeth Russell dice a SS: "Moi sestra"

* Nieva al fondo, SS pegada a la puerta (KS al otro lado), rugido

* El susto del pájaro al meter SS la mano en la jaula: cae fulminado.

* Paseo nocturno de SS al zoo

*Persecución de JR por SS, de noche; autobús

* Cordero muerto, SS sube a un taxi

* SS se desnuda, llora en la bañera

* SS en museo, junto a estatua de deidad egipcia gatuna

* Piscina cubierta

* Al irse KS, SS araña respaldo del sofá

* SS herida, torcida, abrigo sobre la espalda.

Texto preparatorio para la intervención en ¡Qué grande es el cine! (24 de enero del 2000)

miércoles, 17 de enero de 2024

Fernando León

Hay gente que nace con talento; otros con buen pie, o al menos con buena prensa. He visto pocos cineastas tan mimados por la crítica desde sus inicios como Fernando León de Aranoa. Es como si ya sus apellidos obligaran a un respeto que a menudo se confunde con la coba, la adulación, la pleitesía y el ditirambo desaforado. Y no piensen mal, que ya antes de que Elías Querejeta le acogiera bajo su manto de vampiro y lo apadrinara, muchos se habían maravillado con su colaboración en cuatro guiones de otras tantas comedias de Antonio del Real, tan aburridas y falsas como las no agraciadas con el "cruzado mágico" de Aranoa, y se habían extasiado con su insulso corto Sirenas. Pero así se hacen las leyendas urbanas, y cuando se anunció su primera película como director se convirtió, como tantos antes y después, en la Gran Esperanza Blanca del cine español.

Familia fue acogida con alborozo, no ya expectación, y exaltada al rango de las revelaciones en "ópera prima". Es una buena e interesante película, aunque no excesivamente original (ay, las sombras de Chabrol y Bergman ya planearon sobre Saura cuando trabajaba en la factoría querejetil) y con un truco teatral de guión (la primera escena, sin la que sería otra cosa... desprovista de interés). Barrio reforzaba la supuesta "garantía de calidad" con el marchamo doblemente seguro de lo "social" entre comillas y los "juvenil" con más comillas todavía. No conseguí creerme nada, en especial esos fastuosos diálogos que dicen que escribe; yo creo que los toma al dictado de un magnetofón; y me mosquea que todos hablen exactamente igual y con el mismo toniquete. Pero "cosas veredes", y fue el delirio. Pero aún me faltaba el gran prodigio, la maravilla del 2002, que tanto oprime y desgarra los corazones de los que van de "duros" por la vida (o por la crítica) pero que son capaces de flipar y llorar con El piano y con las últimas obras de Lars von Trier, lectores infatigables y crédulos de "pressbooks" y declaraciones autopromocionales. Los lunes al sol (¿por qué ese título poetizante?... si sólo fuera los lunes, y hubiera sol...) es un título "único e irrepetible", como - por lo demás - varios cada poco, que, dicen, trata un "gran tema": el Paro.

Qué lástima que no lo haga con un poco de realismo y de actualidad, fijándose en el de hoy, menos épico y tradicional que el de las reconversiones, más intermitente, más cercano al subempleo, sin espacio alguno para el compañerismo. Y qué lástima que su descripción de todos los parados que salen sea tan negativa, tan del gusto de los partidarios de suprimir las ayudas por desempleo - ¡que se las beben! - y de los que sostienen que "el que no trabaja es porque es un vago". Pero claro, como los parados no suelen ir al cine ni tiene quien les represente, se encuentran encima suplantados por unos caraduras sin gracia, irresponsables y cuya rebeldía se queda en tirar piedras a las farolas. El camelo del año. La obra maestra del guión trilero. El Goya al facha con piel de cordero progresista de hace 30 años. Fulgurante decadencia la de Fernando León de Aranoa, el Mario Conde de nuestro cine: de la prometedora Familia en 1996 a la decepcionante Barrio en 1998 y a la indignante Los lunes al sol en el 2002. Eso sí, a hacer el ridículo en Hollywood cargado de Goyas... y de euros.

Texto preparatorio para su intervención en El Séptimo Vicio, en Radio 3. Escrito el 13 de febrero de 2003.