Intentar explicar el título de este ciclo quizá sirva para aclarar su carácter. A mí, personalmente, me hubiera gustado que se llamase (aunque no le veo buena versión española) como una canción de Jean Ferrat basada en un poema de Louis Aragon, Aimer à perdre la raison. También se pensó en Amor Omnia, pero la alusión a la Gertrud dreyeriana (uno de los puntos cardinales del ciclo) era restrictiva, y el latín es hoy tan desconocido que usarlo resulta cada día más pedante. Encima, alguna vez lo he visto traducido como "Todo es amor" (lo que es falso) en lugar de "El amor lo es todo" (algo que se puede pensar, pero tan absolutista que no casa con algunas de las películas y muchos de sus personajes).
Amor a vida o muerte expresa, creo, el carácter crucial (sea ilusorio o real, personal o genérico) que ese sentimiento cobra repentinamente o que mantiene a lo largo del resto de la vida de los protagonistas de estas películas, a veces incluso más allá de la muerte; ese cataclismo - que puede ser muy breve, pero aspira a la eternidad - es su "punto común" secreto. Además, recuerda algo el hermoso título de Horacio Quiroga, Cuentos de locura, de amor y de muerte, y el de una gran película olvidada de Alain Resnais, L'Amour à mort, también presente, además del nombre español - A vida o muerte - de una de las obras maestras de Michael Powell & Emeric Pressburger, A Matter of Life and Death, otra de las piedras angulares de esta retrospectiva.
Hay tantas formas de amor, por fuerte y absoluto que sea, como personas y circunstancias de las relaciones que brotan entre ellas - puede ser abrasador o arrasador, destructivo o creador, estable o duradero pero intermitente, febril pero efímero, breve pero intenso, hondo y sin futuro, feliz o desdichado, celoso o confiado, obsesivo o plácido, sereno o alocado, insensato o sabio, creciente y continuo o ciclotímico y ondulante, descompensado o equilibrado, correspondido o desencontrado, desajustado en el tiempo y la distancia; mental, físico o ambas cosas a la vez; explosivo, secreto, liberador, absorbente, invasor, mortal, inmortal, asesino -, y aún así oscilar, en todos los casos, entre ser lo único que importa o "sólo" lo más importante para los que lo sienten. Es lógico que el cine haya reflejado esa variedad, y que este ciclo, sin ser exhaustivo - sería imposible - dé cabida a películas muy diferentes entre sí, tan apartadas estilística como geográfica o cronológicamente, con tonalidades y conclusiones incluso opuestas. Conviene recordar que hasta en la obra de un mismo cineasta - por personal y obsesivo que sea, y hay varios que se han interrogado repetidamente por el origen y la naturaleza de esta fuerza arrebatadora - no todos los amantes gozan y padecen el mismo tipo de amor. Y que tampoco es lo mismo amar que estar enamorado, ni enamorarse (un estado en el que, en francés e inglés, curiosamente, "se cae" - tomber amoureux, to fall in love -, mientras que en español o italiano no ocurre tal cosa) que amar a largo plazo (para "toda la vida" o casi). Hay personas que necesitan amar o ser amadas (y no siempre las dos cosas) para vivir (o para que les valga la pena la vida, o al menos para soportarla), mientras a otros les causa la muerte (unas veces el mismo amor y otras su ausencia, su pérdida o su fin).
La mayoría de estas películas son de inspiración romántica, o tienen algo del espíritu de este movimiento, aunque casi siempre, por supuesto, mezclado con otros elementos; pero las hay también que analizan o critican esa visión del mundo, sin por ello dejar de comprenderla y de admirar, al menos hasta cierto punto, su radicalidad, como sucede en Gertrud o Quatre Nuits d'un rêveur.
No son, ciertamente, obras tibias, prudentes o comedidas, ni muy razonables, y cuando tienen un punto de partida racionalista, lo llevan hasta las últimas consecuencias, es decir, demasiado lejos. Por eso hay en todas ellas un punto de locura, o de delirio, y quizá también por eso despiertan cierta alergia entre los que nunca han sentido nada parecido o temen ser víctimas de un vértigo semejante.
Todas cuentan - o son, mejor dicho - historias de amor, por supuesto, pero no siempre concluyen de modo triunfal ni son necesariamente optimistas; las hay que rozan la tragedia o que se adentran decididamente en ella. Hay a veces fracasos, renuncias y sacrificios, abandonos y pérdidas, y la muerte se interpone con frecuencia, cuando no es precisamente su amenaza -como en A Time To Love and A Time To Die - la que hace surgir y florecer con tanta intensidad la relación amorosa, pendiente de un hilo y con las horas contadas; pero no son nunca derrotistas, ni sus personajes rehúyen jugárselo todo - desde la supervivencia a la felicidad - a una carta muy arriesgada, rodeada de dificultades e inseguridad, cuya duración siempre se ignora y nada puede garantizar. De ahí que el tiempo sea uno de los protagonistas de estas películas, y que su mero transcurso juegue un papel decisivo (a menudo el de villano).
A veces el amor tiene algo de posesión y de sed de dominio - como en I've Always Loved You -, más que de complicidad, de mutua seducción o de entrega, o se mezcla con otros factores - el arte, la enfermedad, la locura, la pobreza, la política, la guerra -, porque a menudo así ocurre en la vida y porque muchas de estas películas hallaron su refugio, o su campo de acción más propicio, en el ancho y acogedor seno del melodrama; pero en otras ocasiones encontramos, apenas velados por el pudor o la austeridad, los mismos planteamientos en obras minoritarias y estrictas, como las de Bresson o Dreyer, que parecen rechazar el manto del melodrama, y nos hablan de seres duros y tenaces, dispuestos a luchar y resistir contra viento y marea, contra toda expectativa, contra toda lógica. Las hay estrictamente ancladas en la realidad, que se mueven en el territorio de lo verosímil, mientras que otras se olvidan completamente del entorno material y del curso imparable del tiempo y se adentran por los senderos sinuosos de la fantasía, de la imaginación y del deseo - Pandora and the Flying Dutchman, The Enchanted Cottage, Brigadoon -, que son, en todo caso, factores esenciales para suscitar o alimentar la pasión y la loca esperanza que la mantiene viva.
Y, sin embargo, ese ardor misterioso e inevitable, proclamado desafiantemente unas veces, subterráneo o disimulado otras, que comparten estas películas, a pesar de sus diferencias de género, de enfoque, de estilo, de exigencia o de actitud moral, es precisamente lo que hace que, hasta cuando aspiran a la máxima sobriedad y se recubren de una capa de aparente frialdad, resulten emocionantes, y lo que permite que sus personajes lleguen a importarnos y conmocionarnos, incluso cuando son poco más que abstracciones o se han convertido ya en fantasmas, en espectros que no se resignan a abandonar completamente este mundo mientras tengan en él seres queridos, mientras su deseo resista a la propia aniquilación física. Piénsese si no en Der müde Tod, A Matter of Life and Death, Liliom, The Ghost and Mrs. Muir, Peter Ibbetson, Vertigo, Brigadoon, Letter From An Unknown Woman, Yokihi, Seventh Heaven, Portrait of Jennie, Smilin' Through, Enchantment, Morir... dormir... tal vez soñar, The Bridges of Madison County...
Lo que son capaces de hacer por amor, o por culpa de ese sentimiento, por muy cercados que se vean por la enfermedad (One Way Passage, Magnificent Obsession, Corps à coeur), la desdicha (Seventh Heaven, Street Angel), la superstición (Tabu), la intolerancia (Johnny Guitar), la ley (Chikamatsu monogatari) o la historia (La borrasca, Three Comrades, The Mortal Storm, Yokihi, A Time To Love and A Time To Die), incluso cuando la locura o el odio lo minan, corrompen o vician - como en Abismos de Pasión, Duel in the Sun o La Femme d'à côté - desde dentro sin lograr destruirlo del todo, porque los amantes, aún a su pesar, se necesitan mutuamente, hace que las historias narradas por estas películas singulares y extremistas sean sorprendentes y fascinantes, inquietantes o conmovedoras, exaltantes o aterradoras. Y obliga a que su curso narrativo ose, más a menudo de lo que parece, apartarse de los caminos trillados (I Know Where I'm Going), de los convencionales puntos de partida, de las exigencias "morales" de las sociedades respectivas en el momento de su realización. Eso les da una cierta intemporalidad, que permite pasar de una película muda como The Sorrows of Satan a una muy reciente sin apenas ruptura, y ello sin necesidad alguna de que la más nueva aspire a retornar al clasicismo o la más antigua fuese avanzadilla precursora del cine futuro. Son también, del mismo modo, obras casi apátridas, como si diese lo mismo, en esta materia, y llegadas las cosas a cierto punto de ebullición, que el autor sea japonés (Chikamatsu monogatari) o alemán (Der Liebe der Jeanne Ney, Tabu), español (Condenados), británico (Hitchcock, Powell) o norteamericano (ante todo, Borzage), sin duda porque se trata de un sentimiento y un impulso que no sabe de fronteras, naciones, razas, religiones, ideologías o códigos penales. Por último, una advertencia: hay películas, como algunas de Hitchcock obviamente encuadrables en el ciclo, que no figuran simplemente porque están programadas en los próximos meses dentro de retrospectivas individuales, o porque se han proyectado muy recientemente.
Texto para la presentación de un ciclo en el programa de la Filmoteca Española (mayo de 1998)