jueves, 6 de febrero de 2025

Il sorpasso (Dino Risi, 1962)

La reposición de La escapada sirve para comprobar que su éxito de hace diez años no obedeció a una moda, ni al deslumbramiento que puede causar su brillantez, sino a la certera captación por Dino Risi y sus colaboradores del estado de ánimo y de las vigencias sociales imperantes en los primeros años de la década de los 60. La escapada era, entonces, un film que reflejaba con una fidelidad absoluta, y no enturbiada por la caricatura ni por la ficción, lo que era Europa en la época de su realización. El público se reconocía en la pantalla, y no hay que olvidar que los dos poderes de fascinación más constantes del cine son, por un lado, la capacidad de maravillar mostrando lo desconocido, lo lejano, lo exótico, lo inverosímil, lo pasado, lo irreal, lo imaginario (todo el cine de magia y fabulación, desde Méliès a Hitchcock) y, por otro, la antitética posibilidad de corroborar lo conocido, mostrando de forma más o menos directa la realidad cotidiana que nos rodea, lo normal, lo vulgar, lo ya visto, aquello que podemos reconocer (todo el cine «realista», desde Lumière a Rossellini). Esa virtud, consustancial —como su opuesta— al cine, derivada de su origen fotográfico (así como la otra procede de la linterna mágica), admite diversos grados de deformación; curiosamente, uno de los más aceptados es el de la caricatura (véanse, en España, Berlanga y Fernán-Gómez). Por eso, esa trágica caricatura de lo que hace diez años se consideraba «la vida moderna» que es La escapada, teniendo en cuenta la habilidad con que está escrita, interpretada y realizada, obtuvo el éxito que motiva su actual reposición. Lo curioso es que este film, tan anclado en un año ya lejano —y tal vez precisamente por eso—, conserva hoy día intacta su vigencia y su veracidad, sólo que desde otro punto de vista; antes era un film «de actualidad», ahora es un film «histórico», un documento sobre 1962, una instantánea casi amarillenta que encontramos al azar entre las páginas de un libro olvidado. Porque el efecto que nos hace hoy La escapada es sumamente extraño: nos parece una película muy antigua, hasta que nos damos cuenta de que no es el film de Risi, sino lo que muestra, lo que ahora nos resulta antiguo. Tal vez, sobre todo, porque transcurre en un pasado aún demasiado cercano como para que lo hayamos situado en una perspectiva histórica (un film de los años 30 o 40 nos da menos esta sensación); el caso es que vemos la película con una cierta nostalgia, recordando sin querer dónde estábamos nosotros en 1962, y lo que ha sucedido desde entonces. La raíz de este sentimiento está precisamente en la fidelidad del film a la época en que fue rodado. Lo mismo sucede, para poner un ejemplo más próximo, con la España de 1958, 1959 o 1963 que nos devuelven, respectivamente, tres films de Fernando Fernán-Gómez: La vida por delante, La vida alrededor y El mundo sigue. En ellos, como en La escapada, reconocemos todo como cierto, auténtico, real y verdadero, pero para ello tenemos que buscar en la memoria nuestros recuerdos de la época: a primera vista, lo que estos films nos muestran nos parece demasiado remoto. Esta precisión hace de La escapada un «testimonio» (para usar una palabra muy de moda entonces) de la sociedad y de las formas de vida mucho más valioso y vigente que cualquier película de Antonioni (por ejemplo, El eclipse, que data del mismo año y a la que Risi, con humor, engloba en el ambiente de 1962, junto con canciones que hoy parecen antediluvianas: «Guarda come dondolo», «Quando, quando, quando», etcétera), Fellini, o la mayor parte de los directores italianos celebrados por aquel entonces —y, en ocasiones, aún hoy.


En Nuevo Fotogramas (28 de septiembre de 1973)

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