La primera película normalmente distribuida de Coppola, pese a ser la tercera que dirigía, tiene todas las características de una opera prima (sobre todo, las negativas). Además es terriblemente americana en su afán de parecer europea. Para colmo, es un producto típico de la cultura juvenil de los años 60 en lo que tuvo de incoherente amalgama (residuos de Freud y la Beat Generation, ecos de Carnaby Street y el Liverpool Sound, influencia de la Nouvelle Vague, descontento pasivo, aromas de «hippies» e hindúes, mal despertar del sueño americano). Por todo ello se trata de una película enormemente datada, anticuada desde hace ya muchos años, híbrida e irregular, ingenua y pretenciosa a la vez, que puede resultar irritante, pero que, al mismo tiempo y precisamente por las mismas causas, es muy probable que conserve un interés perdurable, más que como primera obra «pública» de Coppola, como manifestación sociológica de una época. Incluso para el que no sienta la menor curiosidad por el pasado ni nostalgia por el suyo no me extrañaría demasiado que, a pesar de sus numerosos defectos y de sus molestos efectismos «modernistas» (la nefasta influencia de Lester, que los que no la vivieron no creo que sean capaces de imaginar hoy día), acabe por caer «simpática».
Además, no todo es malo. Aunque no anuncie en modo alguno el cine futuro de Coppola ni sea prometedora, hay que reconocer que tiene momentos muy divertidos, otros, patéticos, pero reveladores, alguna escena satírica eficaz, ciertos destellos de emoción y belleza dentro de la desenfocada fealdad a que suele conducir la desmedida voluntad de «poesía» de que hace gala Coppola, y una notable dirección de actores: más que el pesado protagonista (Peter Kastner) brillan intermitentemente los talentos de los por entonces poco o nada conocidos Elizabeth Hartman, Karen Black, Tony Bill y Michael Dunn, y los nunca suficientemente aprovechados de Geraldine Page, Julie Harris, Rip Torn o Dolph Sweet. Película, pues, para curiosos... no necesariamente interesados por la obra de Coppola.
En Casablanca nº 34 (octubre de 1983)
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