If, when asked, I chose to present, among many other available Otto Preminger films, precisely the rather badly known, forgotten and not easy to see (since there is little demand for it, there are not many prints) Daisy Kenyon is because, in my mind, it is the earliest fully-realized example of what for me would be a Premingerian movie.
Made in 1947 when Preminger was on contract to 20th Century-Fox, although in this case he acted (as in other instances) as producer as well as well as director, it is usually dumped together with his thrillers or films noirs, of which he directed several in those years, which it is not at all, or else, after seemingly disappointing such expectations, and on the basis of Joan Crawford starring in it, hurriedly classed as a women’s picture or a melodrama, in any case to conclude that Daisy Kenyon fails to elicit the proper response. Mainly, of course, because it is not any such thing, either. Much the same would be the result of claiming it as some sort of comedy, not very funny and much too serious at that.
The trouble seems to be that Preminger succeeded in doing a genreless piece, which probably did not amuse either his bosses at Fox nor audiences, and certainly not that supposedly illustrated part of the audience represented by film critics, which seem prone to acquire as soon as possible the incurable mania of classifying everything which they share with film teachers, film historians and advertising companies. No doubt publicists and press people at Fox felt distressed enough to cover the real Daisy Kenyon with vague, distorting phrases intended to pass it over as a woman’s picture, you only have to watch the trailer they concocted. And nothing seems worse than disappointing expectation to help people not to see what they are watching and in any case not to appreciate it much.
What this Preminger film is, and I’d choose it before such celebrated pieces as Laura (1944), Fallen Angel (1945), Whirlpool (1949) or Where the Sidewalk Ends (1950), free from the conventions of any genre but also derelict of its rather familiar charms and mythologies, is a very intelligent examination of the difficulty of choosing between two possible couples, because, of course, both have their pros and cons. It is Joan Crawford, i.e. Daisy Kenyon, who has to decide if she really loves his long-time lover, a married lawyer portrayed by Dana Andrews or a new find, combat-shocked demobilized soldier and former yacht designer Henry Fonda. If the first seems a bit rude, too familiar, overly jealous and not too eager to get a divorce from his wife, the second suggest instability, a certain depressive moodiness and an obsession for his dead wife, killed in a boating accident. Not that Daisy, an efficient if nervous career woman herself, seems to urge any of them to marry her, but she dislikes both men’s intrusions when she has clothes to design in a hurry.
With such material as a jumping board, certainly you could have concocted either a comedy or a melodrama, and if you had opted for presenting exclusively Daisy’s point of view and reduced the masculine roles you could have gotten a woman’s picture. But Preminger does neither such conventional things, but rather stands back to look balancedly at the three main characters (without neglecting some five others), really without taking sides from the start, so that we really don’t know what would we prefer Daisy to do, nor which will be her final choice.
Texto preparatorio para la presentación de la película en Locarno. Escrito el 29 de julio de 2012.
***
¿Por qué Daisy Kenyon?
Si, cuando se me pidió, elegí presentar, entre muchas otras películas disponibles de Otto Preminger, precisamente Daisy Kenyon, una obra bastante desconocida, olvidada y difícil de ver (ya que hay poca demanda y, por ende, pocas copias), es porque, en mi opinión, es el primer ejemplo plenamente realizado de lo que para mí sería una película premingeriana.
Filmada en 1947 cuando Preminger estaba bajo contrato con 20th Century-Fox, aunque en este caso actuó (como en otras ocasiones) como productor además de director, suele ser agrupada junto con sus thrillers o films noirs, de los cuales dirigió varios en esos años, lo que no es en absoluto el caso. O bien, tras decepcionar aparentemente tales expectativas y basándose en que Joan Crawford protagoniza la cinta, se clasifica apresuradamente como una película para mujeres o un melodrama, lo que lleva a la conclusión de que Daisy Kenyon no logra suscitar la respuesta adecuada. Principalmente, claro está, porque no es ninguna de esas cosas. De manera similar, el resultado de considerarla una especie de comedia sería igual de fallido: no es muy graciosa y es además demasiado seria para ello.
El problema parece residir en que Preminger logró hacer una película sin género, lo que probablemente no agradó ni a sus jefes en la Fox ni al público, y mucho menos a esa parte supuestamente ilustrada de la audiencia representada por los críticos de cine, que parecen propensos a adquirir lo antes posible la incurable manía de clasificarlo todo, algo que comparten con profesores de cine, historiadores cinematográficos y agencias de publicidad. Sin duda, los publicistas y la prensa de la Fox se sintieron lo suficientemente desconcertados como para cubrir la verdadera Daisy Kenyon con frases vagas y distorsionadas que pretendían hacerla pasar por una película para mujeres; basta con ver el tráiler que idearon. Y nada parece peor que decepcionar una expectativa: eso impide que la gente vea realmente lo que está viendo y, en cualquier caso, lo aprecie como debiera.
Lo que es esta película de Preminger, y por lo que la elegiría antes que piezas tan celebradas como Laura (1944), Fallen Angel (1945), Whirlpool (1949) o Where the Sidewalk Ends (1950), libre de convenciones de cualquier género pero también despojada de sus encantos y mitologías familiares, es un examen muy inteligente sobre la dificultad de elegir entre dos posibles parejas porque, por supuesto, ambas tienen sus pros y sus contras. Joan Crawford, es decir, Daisy Kenyon, debe decidir si realmente ama a su amante de toda la vida, un abogado casado interpretado por Dana Andrews, o a alguien nuevo, un soldado desmovilizado y diseñador de yates en su pasado, interpretado por Henry Fonda. Si el primero es algo brusco, se toma demasiadas confianzas, es excesivamente celoso y parece poco dispuesto a divorciarse de su esposa, el segundo sugiere inestabilidad, tiene cierto aire depresivo y sufre una obsesión con su esposa fallecida en un accidente náutico. No es que Daisy, una profesional eficiente aunque intranquila, parezca presionar a ninguno de ellos para que se case con ella, pero le molestan las intrusiones de ambos cuando tiene que diseñar ropa rápidamente.
Con este material como punto de partida, ciertamente podría haberse elaborado una comedia o un melodrama, y si se hubiera optado por presentar exclusivamente el punto de vista de Daisy y reducir los roles masculinos, se habría convertido en una película para mujeres. Pero Preminger no hace ninguna de esas cosas convencionales, sino que se mantiene al margen para observar de manera equilibrada a los tres personajes principales (sin descuidar a otros cinco), sin tomar partido desde el principio, de modo que realmente no sabemos qué preferimos que haga Daisy, ni cuál será su elección final.
(Traducción realizada con ayuda de la Inteligencia Artificial)
No hay comentarios:
Publicar un comentario