lunes, 17 de febrero de 2025

Wrong is Right (Richard Brooks, 1982)

Nada más enterarse de que George Grizzard interpreta en Objetivo mortal al presidente de los Estados Unidos, cualquiera que recuerde Tempestad sobre Washington, de Otto Preminger, puede imaginarse por dónde van los tiros en la última película de ese simpático y noble director, una pizca ingenuo, quizá, que es Richard Brooks: que el político arribista y sin escrúpulos, capaz de los más viles chantajes, implacablemente descrito por Preminger para hacer comprensible el desprecio que inspira tanto en su propio partido como en la oposición, haya podido alcanzar, veinte años después, tan alto cargo, da una idea bastante clara del pesimismo con que Brooks contempla el futuro de su país.

Si se tiene en cuenta el verdadero título original de la película, Wrong is Right («Lo malo es bueno»), resulta fácil prever que el arma que Brooks ha elegido es la paradoja, opción harto arriesgada para un cineasta tan moralista y simplificador como el autor de Los profesionales y Muerde la bala, Lord Jim y A sangre fría, El fuego y la palabra y Dulce pájaro de juventud.

Quedaba una duda, que los cinco primeros minutos de inverosímil acción despejan, la del tono: evidentemente, no va en serio. Decisión hasta cierto punto encomiable en un hombre que tenía ya setenta años, que ya veía tan negro cuanto le importaba y que tal vez estuviese haciendo su última película, ya que, por si la avanzada edad no fuese obstáculo suficiente, lleva varios fracasos de taquilla consecutivos y es demasiado amante de la independencia como para convertirse ahora en un mercenario de la industria, pero sumamente inquietante para cualquier espectador que recuerde su escasa aptitud para la comedia y la farsa, demostrada por Brooks cada vez que ha intentado hacernos reír: The Catered Affair (1956) y Dólares (1971), sus contadas incursiones en este campo, han sido estruendosos batacazos. Sin embargo, no cabe error: para tratar cuestiones tan serias como el terrorismo, la crisis petrolífera, el intervencionismo americano o la manipulación informativa, Brooks ha adoptado un enfoque artificialmente cínico, falsamente descreído, que ya amagó sorprendente y lamentablemente en Dólares, y que ha dado buenos resultados a Billy Wilder (Uno, dos, tres, por ejemplo), Mankiewicz (Mujeres en Venecia, La huella) y hasta, ocasionalmente, Minnelli (Adiós, Charlie) o Cukor (Viajes con mi tía). Lo malo es que Brooks está en las antípodas de los dos primeros y carece de la flexibilidad y la afición a la ambigüedad de los segundos. Su carácter le exige pisar tierra firme, cosas claras y bien definidas, aun a riesgo —a veces bordeado— de caer en el maniqueísmo; es, además, un «progresista» a la antigua usanza, conservador en el fondo, aferrado a los viejos principios y a una moralidad que no es la imperante (véase su inquietud en Con los ojos cerrados, el horror que le inspira el mundo de Buscando al señor Goodbar). Por eso, y porque no se cuenta entre sus virtudes la ligereza, la broma —en principio divertida— se hace, al cabo de dos horas, pesada. La audacia de planteamiento se troca en banalidad e intrascendencia por obra y desgracia de una factura ostentosa y esforzadamente «modernista», ajena por completo al clasicote y sólido Brooks, y que delata un cierto despiste al errar el blanco en unos quince años: puede que cuando se hicieron Help! y Petulia eso fuese lo que superficialmente se asimilaba con lo «moderno», pero hoy, como es lógico, resulta más antediluviano que un corto de Edwin S. Porter de 1903.

Al derroche de energía se añade el desperdicio de un reparto bastante ilustre, compuesto por figuras secundarias o principales que en otras ocasiones han demostrado su valía, pero que aquí no tienen ninguna oportunidad: carentes de personajes y de rumbo, se hunden en la confusión y la mediocridad que rezuma la película. Está claro que Brooks debiera dedicarse a hacer modestos westerns, en los que tanto su actitud moral como su tendencia al apólogo y a la sencillez tendrían vigencia y sentido.

En Casablanca nº 28 (abril de 1983)

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